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Vélez se hace grande a fuerza de títulos.

El Fortín salió campeón y Rock 'N Ball hace un repaso de cómo llegó a convertirse de aquel equipo de barrio a este equipo que da vueltas olímpicas muy seguido y que, de a poco, ya pugna por sentarse a la mesa de los grandes de verdad ¡Salud, Fortín!

Vélez Sarsfield obtuvo el Clausura 2011 horas después de haber jugado y ganado su partido frente a Huracán, ayudado por la victoria de Argentinos Juniors frente a Lanús. Una vez más, la AFA ha perpetrado un campeón que no pudo darse el gustazo de festejar en un campo de juego sino a través de la radio o la TV y varias horas después.

El viejo equipo de Liniers

Nuevamente le toco a Vélez festejar de esta manera, como en el inolvidable Clausura 1993, el torneo que marcó un quiebre en la ahora muy rica historia velezana, el título que abrió este presente de grandeza que parece no tener fin, ya que con esta consagración, ha superado en títulos domésticos a Racing en la era profesional, aunque contando la era amateur, que siempre debe ser tenida en cuenta, la Academia vuelve a tomar una enorme distancia. Bien vale repasar brevemente la historia del flamante campeón.

Nacido en 1910 en lo que hoy es la estación Floresta, antes de la década de existencia, concretamente en 1919, ya estaba en Primera División, ayudado por la escisión del fútbol que propició su incorporación a la máxima categoría de la recientemente creada Asociación Amateurs de Football. Su debut entre los grandes fue de lo mejor, porque terminó como escolta de un Racing imbatible (con todas las letras, pues ganó todos sus partidos) y por encima de Defensores de Belgrano y River. Su condición de club polideportivo se iba afirmando, más aún con la asunción de José Amalfitani, que subió a la presidencia por primera vez en 1923. Pero las campañas futbolísticas no pasaron de la medianía de las posiciones. Incluso, ya con el fútbol reunificado en 1927, las performances decrecieron y se merodeó por la zona baja de las posiciones.

No cambió mucho el desempeño en los primeros años del profesionalismo, en donde el detalle más significativo fue el cambio de camisetas en 1933, cuando se abandonó la histórica tricolor roja, blanca y verde por la blanca con la V azulada que lo distingue desde ese momento. Las campañas fueron regulares hasta que en 1940 se produjo el doloroso descenso que conllevó una crisis institucional que lo dejó al borde de la desaparición. El gran prócer del club, Amalfitani, logró conducir la nave y el club ganó el ascenso en 1943, para volver a estar entre los grandes a partir del año siguiente, categoría que no ha vuelto a perder hasta nuestros días. La mitad de la tabla continuó siendo el hábitat natural de Vélez en todos los torneos hasta que en 1953 un gran equipo vuelve a quedar subcampeón tras pelear palmo a palmo con River, que se quedó con el título, y Racing, que tuvo el mismo puntaje que los fortineros, pero que quedaron un escalón abajo por la diferencia de gol.

Lo de 1953 fue como una tormenta de verano, pues Vélez no volvió a acercarse a los puestos altos durante muchos años. Incluso protagonizó pésimas campañas en 1962 y 1963 quedando antepenúltimo y penúltimo respectivamente. La reestructuración de 1967, con la creación de los torneos Metropolitano y Nacional, aumentó las posibilidades del resto de equipos, teniendo en cuenta que desde 193 los títulos se habían repartido entre los cinco grandes. Ya en ese 1967, Vélez quedó a un paso de las semifinales del Metro y tercero en el Nacional. La gran explosión llegó en el Nacional de 1968, en que Vélez ganó el título tras quedarse con el triangular de desempate frente a Racing y River.

Tres años después, y cuando todos en Liniers ya saboreaban el Metro, Vélez perdió un partido increíble frente a Huracán y se quedó con las manos vacías. El tercer puesto en el Nacional ’74 no quedó en la historia, sí en cambio el equipo del Metro ’77 que fue puntero durante buena parte del torneo, declinando en la parte final frente a River e Independiente. El buen conjunto de 1979 tuvo la mala suerte de toparse con un gran River que lo venció en la final del Metro y en cuartos del Nacional.

En la década del 80 se afianzó la idea de un Vélez que complicaba a cualquiera, que siempre merodeaba cerca de los títulos pero que caía en las fases decisivas. Eliminado en semifinales del Nacional ’81 por Ferro, cuarto en el Campeonato 83, derrotado por Argentinos Juniors en la final del Nacional ’85. También subcampeón en el Clausura ’92. Todo parecía confabulado para que Vélez simplemente fuera un buen partenaire de las celebraciones ajenas. Hasta que llegó la refundación de la mano de Carlos Bianchi en el verano de 1993. La conquista del Clausura de ese año y las grandes hazañas en la Copa Libertadores y la Intercontinental del siguiente inauguraron la gran etapa de un Vélez exitoso y despojado de toda mufa que provoca que su sola mención sea sinónimo de club ganador, contrariamente a lo que desprendía hasta ese inolvidable ’93.

No vale la pena enumerar los títulos conquistados por Vélez desde 1993 hasta la fecha, pues su sola mención llenaría demasiado espacio en este texto. Las conquistas nacionales e internacionales le llevaron a obtener reconocimientos en todo el mundo, una sensible mejora en los contratos de indumentaria y sponsorización, subirse al carro de los poderosos en cuanto al reparto del dinero de la TV y el respeto de todo un mundo futbolero que evidentemente respeta y en cierta medida teme un partido decisivo frente a Vélez, a diferencia de lo que ocurría casi dos décadas atrás. Los cinco clubes grandes del fútbol argentino no nacieron en esa condición, sino que se forjaron desde bien abajo y se fueron haciendo grandes a medida que los títulos y los buenos jugadores fueron metiéndose en el alma de la gente.

Independientemente de que no tenga arrastre popular o de que no llene su propio estadio salvo en contadas ocasiones, Vélez está en ese camino y, mientras tanto, no se cansa de dar vueltas olímpicas.

Por Patricio Nogueira