El actual campeón del mundo creció bajo la influencia de tres Michaels. Michael Schumacher, Michael Jordan y … Michael Jackson. Sí, el alemán Sebastian Vettel era –y suponemos que aún es- un profundo admirador del cantante de Thriller. Sin embargo, su futuro no terminó ni en el basket ni en el canto. Su talento se concentró en la conducción de autos de carreras. Mal no le fue. A esta altura ya es doble campeón del mundo con Red Bull.
Después de haber conseguido su segundo título mundial, Vettel declaró: “lo mejor está por venir”. ¿Comentario canchero? No, para nada. Un hombre optimista, ya que después comentó: “Me parecería triste que la gente dijera ‘se acabó, no se puede hacer mejor’, para mí lo mejor es lo que viene”. Esa mentalidad llevó al alemán a pulverizar récords.
Sebastian nació en Heppenheim, una pequeña ciudad ubicada al oeste de Alemania que en la época de Hitler fue conocida por tener varios campos de concentración y por tener una clínica psiquiátrica que “entregaba” a sus pacientes. Sin embargo, el actual campeón de la F1 nada tiene que ver con esa macabra historia. Sus padres Norbert y Heike fueron dos trabajadores que siempre apoyaron a sus hijos. La infancia del rubio piloto no fue solitaria. Tiene dos hermanas mayores, Melanie y Stefanie -la segunda es la más apegada- y un hermano menor, Fabián. El más chico de los Vettel tiene un look muy similar al de Justin Bieber.
Se puede decir que Sebastian Vettel es un chico precoz. No, no sabemos nada de su vida privada, pero sí sabemos la cantidad de récords que pulverizó en las pistas. Se convirtió en el más joven en: Disputar una carrera, ganar un punto en la F1, ser líder de una carrera, obtener una pole position, ganar un gran premio, ganar un campeonato y en conseguir el bicampeonato. No caben dudas, que el talento del joven es inigualable y su experimentó un meteórico ascenso que lo posicionó en la elite del automovilismo mundial e hizo olvidar al gran Schumacher.
No es un deportista común. Trata de aislarse lo más posible del mundo globalizado y sostiene sus negocios sin un manager. Acude constantemente al consejo de familiares y a sus amigos. Según propias palabras:” Nadie me inspira confianza”. Además, tiene otra extraña costumbre. Imitando a Carlos Salvador Bilardo, posee una cábala bastante rara. Le pone nombre de mujer a sus autos. El monoplaza con el que ganó su primer título mundial se llamaba “la cachonda Mandy” mientras que con él que repitió logro se llamó “la pervertida Kyle”. En fin, cada loco con su tema.
Fuera de las pistas, Sebastian tiene un estilo de vida muy tranquilo. Nunca se lo vio envuelto en problemas o escándalos. La experiencia le sirvió para convivir con las críticas y con las constantes comparaciones con Schumacher. Esquivó siempre las preguntas acerca de su tirante relación con Mark Webber, su compañero de equipo y cuando es perseguido por algún cronista o paparazzi, él suele responder con ingenio y humor. El automovilismo es su trabajo, pero sus diversiones pasan por otro lado. El basket, el fútbol y los deportes extremos le llaman la atención. –Red Bull feliz-. Por eso tuvo la suerte de compartir una cancha con el francés Thierry Henry.
Este es Sebastian Vettel, un chico de 24 años que llegó a la cima, que busca más y que demuestra ser un grande, no por sus escándalos sino por sus logros.
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