Por Ricardo Madrid Builes (@ricardomadbui)
Para muchos la mejor selección de la historia se vio en el mundial México 1970, un equipo brasileño que desplegó talento y elegancia en todos los partidos que disputó, demostrándole al mundo que el arte y el fútbol pueden ser sinónimos. Ese mismo año, el 9 de diciembre, en tierras cariocas nace Djalma Feitosa Dias, un niño que no desentonó con la historia del fútbol brasileño y que le sumó magia a este deporte.
Así es, el 9 de diciembre de 1970 en Sao Paulo (Brasil), en el estado de Santos nace Djalma Feitosa Dias, más conocido como Djalminha. Desde muy pequeño, su vida estuvo asociada al fútbol, hijo de Djalma Días, un famoso y exquisito defensor Brasileño de los años sesenta.
El Flamengo fue su club de chico, allí pasó su juventud, antes de pasar al Guaraní y de jugar en Japón por una temporada en el Shimizu S-Pulse. Luego de su travesía por territorio asiático, Djalma regresó a su tierra natal para jugar en las filas del Palmeiras, hizo parte de aquel equipo inolvidable del 96, un equipo que según el mismo Djalminha “lo tenía todo, en mi vida es el mejor equipo en el que he jugado”, en el Verdao compartió equipo con Cafú, Rivaldo, Conceicao, entre muchos otros, que hicieron de este un equipo memorable.
En Julio de 1997 viajó hacia España, en dónde su nuevo club, el RC Deportivo lo esperaba con los brazos abiertos y la billetera vacía, el club español había desembolsado una suma aproximada de 1.500 millones de pesetas, convirtiéndose así en el fichaje más caro en la historia del deportivismo. Pero esta no era la única carga que debía sobrellevar el brasileño, debería olvidar la salida de su compatriota Rivaldo del equipo de la Coruña, algo difícil, pero que Djalminha lo hizo a la perfección.
Las dudas de la afición del Depor hacia el jugador eran muchas, su trayectoria no lo avalaban, su paso por el fútbol asiático hacía crecer más el escepticismo de los hinchas, quiénes sólo se podían aferrar de su excelente temporada con el Palmeiras.
No todo fue fácil para él en el club español, su primera temporada allí fue para olvidar, el Riazor no estaba contento con su rendimiento y cuestionaban el fichajes hecho por el presidente Augusto César Lendoiro y las gradas recordaban con nostalgia aquella época del Superdepor de Bebeto y compañía.
El renacer de “O mago” se dio con Javier Irureta en el banquillo en la temporada 98/99, con Djalminha como figura y estandarte, el Depor desplegó un juego de alegría y digno de admirar, disipando así las dudas de toda la afición. Con el paso de los partidos, Djalma fue demostrando todo el talento que tenía en los pies, su magia y sus gambetas, descaradas por cierto, aún se recuerdan no sólo en Riazor sino en toda España. Él, cada tarde de los domingos, demostraba que el fútbol era arte y sus piernas, el mejor pincel, un talento innato y una rebeldía propia de los diferentes, hacía desesperar no sólo a sus rivales, sino también a los compañeros por su excesivo individualismo.
Si bien la temporada 98/99, fue el renacer no sólo de él, sino del RC Deportivo, la 99/00 fue la confirmación de un proceso fabuloso, comandado desde el banquillo por Irureta y desde la cancha por jugadores líderes como Mauro Silva y Donato, por la magia de Djalminha y por los goles de un delantero temible como Roy Makaay, lograron el mayor éxito en la historia del club, la liga de esa temporada, consagrándose así como el mejor equipo español, por encima del Real Madrid y del Barcelona, y regalándole a la afición coruñesa la mayor alegría de su historia.
Esa fue la mejor temporada en la historia del jugador, le salía todo lo que intentaba, fintas, gambetas y goles eran su hoja de vida y sus intervenciones eran de una exquisitez superlativa, digna de admirar, y que la afición celebraba con entusiasmo porque venían acompañadas con los buenos resultados.
Él, el creador de la lambretta, aquella jugada que emocionó e impactó al mundo del fútbol, llena de talento y osadía que desplegó frente al Real Madrid en aquel 5-2 inolvidable. Luego de hacer esta grandiosa jugada, Raúl González, le recriminó por la jugada a lo que grandiosamente él le contestó: ”Tú marcas goles, yo, además, soy futbolista”.
Djalminha no era un jugador común, amante de las excentricidad y de las fiestas, aunque del fútbol también hacía una fiesta, tuvo muchos inconvenientes con Irureta por todo eso, el entrenador cansado de las actitudes del jugador, le quitó importancia dentro del once titular, haciéndole habitual dentro del banquillo, las buenas actuaciones del equipo respaldaba la decisión del entrenador, con lo que la hinchada se volcó a favor de él, olvidándose de la magia de Djalminha. Las diferencias entre el brasileño e Irureta se hicieron cada vez mayores, a tal punto que en un entrenamiento en el 2002, Djalma le propinó un cabezazo por un enfrentamiento que tuvieron, esta fue su sentencia para dejar el club de la Coruña.
De aquí en más vino el declive de su carrera futbolista, viajó hacia Austria donde obtuvo una Liga en la temporada 02/03 y luego se traslado a territorio mexicano para jugar en el América, sin mucha relevancia.
Al son de hoy, es uno de los mayores exponentes del fútbol-indoor, juega en el equipo de RC Deportivo de la Coruña, con quién ha obtenido muchos títulos. Quizá uno de los mejores jugadores de las últimas dos décadas, con más técnica en una cancha. Todos los domingos eran regates, fintas y gambetas diferentes. Sus penaltis a “lo panenka” hacían de él, un artista.
Rebelde, egocéntrico, excéntrico, romántico, descarado, valiente…… Él es DJALMINHA, ¡qué grandísimo jugador!
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