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De campeón del mundo a cenicienta

Hace nueve meses que volvió el entrenador más ganador de la historia del club y sin embargo el Xeneize todavía no se pudo transformar en un equipo. Le dio vida a todos los equipos que no podían ganar, como a Unión, San Martín de San Juan, Estudiantes y Olimpo, e incluso le tomó el gusto a la derrota.

Carlos Bianchi volvió a Boca en las vísperas de navidad del año pasado con todos los pergaminos. El técnico más ganador de la historia de uno de los clubes más grandes de Argentina se había despertado de la siesta con el fin de devolver a Boca a los primeros planos en el fútbol doméstico e internacional. No fue así. El equipo del Virrey Volumen III quedó eliminado rápido de la Copa Argentina, salió anteúltimo en el Torneo Inicial, revivió muertos al por doquier, cómo se dice en la jerga, y anoche volvió a ser goleado contra un equipo de segunda categoría.

Al técnico más ganador de la historia Xeneize, con tres Copas Libertadores en las vitrinas, se le acabaron las excusas. Los árbitros se equivocaron en su contra como también lo favorecieron; su hijo predilecto, Juan Román Riquelme, está y no está; a Pablo Ledesma le pesa su amistad; Cristian Erbes quizás sea el mejor cinco de los que tiene hoy Boca, pero juega de cuatro; y el Cata Díaz se destacó siempre como segundo central pero aquí juega como primer zaguero. Bianchi tuvo lo que pidió, incluso a un jugador, que por más de que sea el mejor de la historia del club, estuvo ocho meses sin jugar.

Al entrenador lo satisficieron con todos sus caprichos y él esta vez devolvió el gesto despertando a Unión, que no ganaba hace 26 partidos. El Boca de Bianchi fue con suplentes a San Juan y se comió 6 con San Martín, que no ganaba hace 16 fechas. El Xeneize viajó a La Plata y volvió arrodillado después de perder con un Estudiantes que no festejaba hace 11 encuentros. Y el Boca de Bianchi versión 2013 revivió anoche a Olimpo, que ascendió en junio y todavía no había ganado en Primera división.

El fin de semana pasado, Boca le ganó muy bien a Vélez, con Fernando Gago en un nivel superlativo en comparación con la media del fútbol argentino. Parecía que había cambiado el chip, que el Xeneize ya pensaba en pelear el campeonato, que los resultados iban a tapar las malas decisiones. No fue así. Boca recibió ayer otro golpazo, con la salvedad de que sus tres jugadores más preponderantes  no estuvieron en la cancha porque Agustín Orión y Gago fueron convocados por Alejandro Sabella y Riquelme sigue lesionado. Bianchi no encontró el equipo después de nueve meses y la defensa sigue siendo su mayor dolor de cabeza.

Si hay alguien que tiene espalda, es Bianchi, pero a veces los resultados mandan y más cuando no hay respuestas futbolísticas dentro de la cancha. Boca ha perdido partidos claves contra rivales totalmente inferiores en todo sentido, por errores de jugadores amateurs que por lo visto no están a la altura. La única regularidad que encontró Boca en la era Bianchi fue la de acostumbrarse a perder. Al fútbol se lo vive con ilusión, la misma que tiene el hincha porque este equipo, así de malo como es, está a cuatro puntos del líder del campeonato, Argentinos.

Bianchi firmó un contrato por tres años y después del partido el entrenador afirmó que este equipo está para pelear arriba, fue su mensaje después de otra derrota dura, la tercera en seis fechas. Quedan 13 encuentros, que para este equipo serán finales, no solo por respeto a la camiseta, sino también a la historia, porque Boca antes en La Bombonera empezaba ganando y de visitante siempre salía a atacar, hoy el cuento es otro: San Martín de San Juan le hace 6; Olimpo le hace un gol a los 10’, como Vélez el fin de semana pasado; le dio vida a Unión después de 26 tardes tristes que terminaron en un descenso. Boca está a tiempo de dejar de ser la cenicienta, pero para eso va a hacer falta un lavado de cabeza profundo, porque lo peor que hay para un jugador de fútbol es acostumbrarse a perder y este equipo va camino a eso.

El mismo técnico que supo ser con Boca tres veces campeón de América y dos del Mundo hoy no le encuentra la vuelta a un equipo que justamente armó él, como el del 1998 y 2003, donde finalmente pudo conseguir sus objetivos planteados. Hoy está lejos de todo lo que fue, porque el Boca de Carlos Bianchi es el peor equipo del 2013.

Twitter: @Ibarraguille