Mauricio Ferradas acababa de convertir el gol con el que Independiente Rivadavia de Mendoza empezó a ganarle a River por 1-0. Iban apenas 8 minutos de juego y el Millo caía en el Malvinas Argentinas. Carlos Sánchez y Leandro Chichizola se tomaron del cuello, se carajearon y se insultaron de lo lindo. Stop. En River, en este River de Almeyda, nadie quiere perder. Y eso es bueno. Es buenísimo.
La actitud. Esa es la piedra basal desde la cual River comienza a edificar lo que será un equipo. No lo es todavía. Independiente Rivadavia, con una presión asfixiante, le demostró a River que no todo será soplar y hacer botellas. Con un excelente trabajo de Solís, Ferradas y Lázaro, el equipo de Daniel Vila maniató las ganas de River, que en los primeros minutos lució partido.
El mediocampo no lució bien en los primeros momento. Perdió con el ordenado team de Quique Hrabina que basó su juego en la presión, en moler a Alejandro Domínguez a patadas o a presión limpia y en aislar, aun más, a Fernando Cavenaghi. Sánchez no la agarraba y entonces Abecasis lucía atado. Tampoco podía Díaz y Ocampos era más barullo que otra cosa.
Pero Independiente jamás se avivó de taparlo a Abecasis, que no iba, pero cuando fue envió un centro perfecto para que Lucas Ocampos metiera la testa y con un cabezazo que nada tiene que envidiarle a los del mismísimo Martín Palermo empató el trámite: 1-1 River en Mendoza. Quizás no merecía el empate, pero lo consiguió. Claro, jerarquía. En Abecasis, que recién asoma y sobre todo en Sánchez.
Desde ahí, el partido fue otro. River se afianzó. Aguirre-Domingo comenzaron a ganar mucho más y entre Sánchez y Domínguez pensaban las ideas para un River que tenía en Ocampos y Abecasis lanzas por los costados. Incluso Cavenaghi, que era puro sacrificio, orilló su propio gol tras un paso preciso y precioso, de Sánchez.
De ese pase, que algunos tildaron de Gallardesco, Cavenaghi demostró que puede estar lento, inconexo, pero la calidad no la pierde. Se llevó a la rastra a Josué Ayala con gran facilidad y cuando se le cerró el ángulo levantó la cabeza y la tiró para el Chori, el rebote le quedó para Martín Aguirre, que con alma y vida la hundió en el arco para el delirio de la “tribuna neutral”.
Con el 2-1, River se serenó. Y todo lo bueno que había hecho la lepra mendocina se fue al tacho. Ojo, River quizás no merecía irse ganando, pero la calidad individual de sus hombres, a varios de los cuales la “B” le queda en un talle XS, lo sacaban del aprieto.
En la segunda mitad, Independiente intentó ir y el River de Almeyda, como ante Chacarita, se retrasó unos cuantos metros, abriendo la puerta para que el rival vaya a jugar. Las lesiones acompañaron a River. Maidana se fue rápido y, en la segunda mitad, se retiró Martín Aguirre, también lesionado. Sin el Pelado, River perdió presencia en el medio y fue en ese momento que el equipo local estuvo cerca de la igualdad.
Otro arrestó individual terminaría por sentenciar la cuestión. Carlos Sánchez interceptó, robó, levantó la cabeza y cruzó un remate venenoso lejos de Ayala. Gol. Golazo. 3-1, segunda victoria en el bolso, punta en la BN y River resolvía, de la mano de un volante que piensa en serio, un partido trabajoso, chivo, de esos que valen.
Después sólo quedó tiempo para que el local asustara con Morales Neumann, lo que le quedaba a Ferradas y algo de Lázaro. Ah, y para que Fabbiani paseara su impresentable figura por el césped del Malvinas. River, con Mauro Díaz y Rogelio Funes Mori, intentó que dos “quemados” por el descenso volvieran a tomar confianza. El delantero tuvo una chance inmejorable para anotar el cuarto, tras pase de Maurito, y se la regaló a Josué Ayala que la atajó sin moverse. Sí, varias cosas cambian, pero otras parece que nunca cambiarán.
En resumen, River ganó con autoridad en Mendoza. Pegó en los momentos justos y, claro, se llevó una victoria merecida. Las alarmas deben pasar porque todavía no es un equipo y porque, sólo con ganas y algo de disciplina, hoy fue dominado. Pasó la primera excursión por el interior, fue con victoria, goles de gran factura y rendimientos individuales altísimos, como el de Sánchez, Abecasis y Domínguez, en ese orden. Todavía falta y mucho, pero River por ahora cumple y dignifica. Quedan 36 escalones. Por ahora, el Millo los sube a paso firme.
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