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Que veinte años no es nada…

El disco debut de tres grandes bandas de nuestro siglo ya ha cumplido, con mucho aire, sus 20 pirulos: 40 dibujos ahí en el piso, Esquivando charcos y Chactuchac ya no son adolescentes, pero viven más que nunca. Como Divididos y La Renga, que siguen rondando, o como Los Piojos, que a pesar de la separación siguen presentes.

El disco debut de tres grandes bandas de nuestro siglo ya ha cumplido, con mucho aire, sus 20 pirulos: “40 dibujos ahí en el piso”, “Esquivando charcos” y “Chactuchac” ya no son adolescentes, pero viven más que nunca. Como Divididos y La Renga, que siguen rondando, o como Los Piojos, que a pesar de la separación siguen presentes.

Sentir que es un soplo la vida, que veinte años no es nada“, reza el eterno Gardel. Veinte años: cifra significativa. Cierre (o comienzo de cierre) de la etapa más hermosa de la vida, amanecer de otra nueva. Nacimiento de la adultez, de las caras cada vez más serias, o tal vez no. Tal vez es la señal de la madurez perfecta, de la llegada a la cumbre del pensamiento, al calibre perfecto de la experiencia. Lo cierto es que, palabras más, palabras menos, veinte años es una cifra que hoy nos interesa bastante.

Hablando de rock argento, no hay dudas de que La Renga, Los Piojos Divididos son las tres grandes bandas de esa nueva etapa que significó el género a partir de los 90′ y que continúa hasta hoy, a pesar de la separación del grupo liderado por Ciro Martínez en 2009. El dato que en estos tiempos nos compete apela al recuerdo: el primer disco de cada una de esas bandas ya cumplió sus veinte años: “40 dibujos ahí en el piso” sopló las veinte velas en 2009, “Esquivando charcos” en 2011 y  “Chactuchac” el año pasado, 2012.

Vale aclararlo, eso sí: la elección es arbitraria. Podríamos hablar de los 30 años de “Corpiños en la madrugada”, de Sumo y “Luchando por el metal” de V8, entre otros debuts. Sin embargo, dos de las tres bandas elegidas siguen en camino, aportando sin dudas las cuotas más importantes de material y público en el género. La otra dejó de correr hace 4 años, pero sigue (un poquito) viva en Ciro y los Persas y en todos los equipos de música. Veamos, entonces, cada uno de esos discos.

40 dibujos ahí en el piso (1989)

40 dibujos en el piso divididos

No te hagás el rastafari, no te hagas el rastamán, porque te van a hacer el hoyo”, sentencia uno de los primeros versos de “40 dibujos ahí en el piso”. Nota de lo informal que, por momentos, sería la formación que procrearon Ricardo Mollo y Diego Arnedo: dos grandotes que rondaban los 30 pirulos y que decidieron llamar a Gustavo Collado para encarar su propio proyecto post-Sumo. En este, el primer trabajo discográfico de Divididos, más que nunca la presencia de Luca sigue como un respiro latente (“Los sueños y las guerras”, “Los hombres huecos” y, más que nada, “La foca”, lo demuestran).

Divididos, que todavía no era La Aplanadora, ya empezaba sin embargo a dar las razones que le hicieron ganarse ese apodo. El power trío salía a la cancha con temas como “La mosca porteña”, lo que parece ser una crítica finísima al porteño tipo (o al pelotudo tipo. Guarda, eh, que no es lo mismo): Soy la mosca porteña que no te deja dormir. Soy la mosca porteña y ni pienso para hablar”, acusa. Del mismo modo, en “De qué diario sos?”, Ricardo Mollo juega a lo que le gusta: mofarse del periodismo barato, especulador y groupie.

Como “40 dibujos…” es un disco espejo de Divididos, muestra desde el principio lo que sería una de las grandes pasiones del grupo: incluir covers en sus trabajos. Acá lo vemos en “Enciende mi fuego”, una versión corta y con trompeta (a cargo de Gillespi) de “Light my fire”, de The Doors. Para el que no lo haya escuchado, imperdible, como el disco entero.

 

Esquivando charcos

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Juventud. Otra palabra no le cabe a un disco como este, pese a que los muchachos no eran lo que se dice unos nenes, ya que todos superaban los 20 de sobra. Sin embargo, el disco transpira juventud. Adolescencia, matar calles esquivando charcos, patear latitas por las calles de Mataderos un sábado a la noche con una borrachera terrible. Callar al charlatán que se las cree, sufrir las andadas de un chamuyero que al final va a quedarse solo o pegarse un viaje a Bolivia y traer porquería para los pibes. “Viejas historias”, como reza “Embrolos, fatos y paquetes”.

La Renga es, además, baluarte de ese rock argento que por una fiesta identitaria consiguió llevarse, dondequiera que fuese, una gran cantidad de gente. Comenzó con Los Redondos, siguió con La Renga y encontró su último gran representante en Callejeros. “Los mismos de siempre”, el track que le da el debut oficial a la banda y al disco surgido en 1991, sería el título adoptado por la manada renga. “Esta es tu hinchada, esta es tu gente, porque somos los mismos de siempre”, se grita en todo banquete cual himno en escuela.

Esquivando charcos es también prueba de lo simple que era (y siguió siendo) La Renga. Grabado de forma bastante precaria, por lo que nos habla el sonido, incluyó también dos canciones (dos himnos) grabadas en la propia sala de ensayo del grupo: “Voy a bailar a la nave del olvido” y el track que le da cierre al por entonces cassette: “Blues de Bolivia”. 

 

Chactuchac

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Mal de amores y tristeza, los pibes y sus andanzas, la droga que corre y mucho (bastante) baile. Pareciera un resumen de “Chactuchac”, el primer trabajo de estudio de Los Piojos, ese grupo de pibes de Palomar que logró compilar las canciones que se venían tocando desde abajo, como lo hacían casi todos en su momento. Con un protagonismo notable de la primera persona, casi todas las letras parecen manifiestos escritos por el frontman Andrés Ciro Martínez.

Hasta con un cover del mítico Enrique Santos Discépolo, “Yira Yira”, “Chactuchac” continúa esa vieja costumbre rockera de mirar para atrás e identificarse con el tango: la soledad, las calles de Buenos Aires, las cosas que andan mal son moneda corriente. Es que, como dijera el mismo Discépolo, el tango es “un pensamiento triste que se baila”. Lo mismo sería “Chactuchac” y, en general, Los Piojos en adelante. Bailar en la tristeza, digamos.