Veinte años no es nada, cantaba y cantará por siempre el eterno Carlos Gardel, poniéndole la voz a la letra del genio de Alfredo Lepera. Hoy, un poco menos de 80 años después, los que le ponen el cuerpo y el alma a esa frase que el escritor utilizó en “Volver” para hablar de la nostalgia, de la vuelta sin éxitos a la tierra que lo vio nacer, del pasado y los recuerdos que persiguen, le dan un significado totalmente distinto. Veinte años parecen no ser nada para una camiseta sin mangas, que cambió una y otra vez de modelo pero jamás negoció los colores celeste y blanco, que nunca dejó de irradiar ese legado que la generación del ’50 nos entregó. Veinte años de vivir en la cima del continente, de mirar a todos desde arriba con o sin medalla.
El partido terminó hace poco menos de un día. El resultado final selló su certificado en 103 a 93 para los argentinos, que nuevamente subieron al podio en un torneo FIBA Americas. Esta vez el relegado fue República Dominicana, el mismo que en la primera ronda le había propinado una paliza tremenda al seleccionado nacional. Ver la bandera en lo alto en este tipo de torneos es un fenómeno más común que la lluvia para este grupo de jugadores, para los que ya no están, los que siguen y los que volverán para disputar quizás su última competencia en el Mundial de España 2014. Fueron veinte años en los que pasaron cuatro técnicos, algunos con más éxitos que otros pero todos con un sello, el de transmitir lo que significa defender este país. Guillermo Vecchio, Rubén Magnano, Sergio Hernández y el actual Julio Lamas, que ya había estado al mando en un período de los más importantes, el del inicio de la Generación Dorada. Ya son 11 los torneos consecutivos sin bajar de la cuarta posición, mostrando un poderío impresionante en América y los logros se reparten entre 2 oros (2001 y 2011), 4 platas (95, 03, 05 y 07), 4 bronces (93, 99, 09 y 2013) y un cuarto puesto en 1997. Esto se suma a que Argentina es el equipo con mejor récord en las últimas dos décadas con 77 victorias y 29 derrotas, superando a Puerto Rico, Brasil y Canadá.
Pero este torneo era, particularmente, un punto de inflexión para el equipo. Acostumbrado a jugar con los mejores, está vez el plan tuvo que ser otro. Solo el eterno capitán, Luís Scola, ese que no faltó a ninguna de las últimas siete citas, ese que consiguió el mismo número de medallas y que fue nombrado tres veces mejor jugador del torneo y que juega cada partido como si fuera el último, dijo presente. Aunque lo secundó el Juan “Pipa” Gutiérrez, otro que ya supo conseguir logros con este equipo, la competición era una incógnita por tantos nombres nuevos. Hasta la clasificación fue cortando clavos, sufriendo hasta el final, dependiendo de terceros, algo a lo que este equipo no estaba acostumbrado. Pero el corazón, y sobre todo el Alma, ese Alma del que tanto se habla, salió a relucir en las bravas, llevándose puesta cualquier vestigio de incertidumbre sobre ellos.
Las respuestas que estas dos semanas entregaron fueron varias. En primer lugar la confirmación de que con Facundo Campazzo, Argentina tiene base para rato. El jugador de Peñarol de Mar del Plata tuvo un rendimiento superlativo y demostró que no le pesa ser la salida de este equipo, ratificando su buen rendimiento en los Juegos Olímpicos de Londres 2012. El tricampeón de la Liga Nacional promedió 13.5 pts, 6.2 asistencias y 1.7 robos, además de casi 3 rebotes por partidos pese a sus 179 centímetros. Jugó los 40 minutos del partido más importante del torneo frente a Canadá en el que repartió 8 asistencias y fue la figura junto a Scola, y tuvo una actuación descollante en el encuentro de ayer con nada más ni nada menos que 31 puntos (5/6 en triples) y 11 asistencias, consiguiendo su único doble doble en estos diez partidos. Si Campazzo mejora la defensa en el hombre a hombre para complementar su excelente robo en la línea de pase y la lectura del juego, sin dudas estaremos ante un jugador para la NBA.
Otro de los jugadores que seguramente ha subido en la consideración de Julio Lamas fue el escolta Selem Safar. El jugador de Boca Juniors fue clave desde la línea de tres – sobretodo en el tramo final del torneo – en donde tuvo una eficacia de casi el 50 %, abriendo defensas y sumando puntos claves. Su aparición fue una grata sorpresa y su nombre seguramente será uno de los que figurarán en las próximas convocatorias. Juan “el Lobito” Fernández se empieza a imponer como el base que seguirá de atrás a Campazzo, con un estilo diferente de más manejo y menos explosión, mientras que Pablo Espinoza, el ala pivot que ahora juega en Brasil, también ha sumado porotos con buenas actuaciones y demostrando que no le pesó la parada.
En cuanto al futuro lo más rescatable es lo del joven pivot Marcos D’Elia. El compañero de Safar en Boca con solo 21 años demostró tener muchas condiciones para un puesto sensible en la Selección desde la baja de Fabricio Oberto. El entrenador argentino lo utilizó más que nada para abrir la alineación en los partidos pero no en los momentos claves donde prefirió otros jugadores con más experiencia. Sin embargo el pibe hizo una buena dupla con Scola, quien cada vez que viene al país se entrena con él y el otro joven interno, Matías Bortolín. Este último casi no vio acción en todo el torneo y tal vez se pudo haber aprovechado ciertos partidos para verlo un poco más en juego a este pivot que se desempeña en Europa.
En el debe quedan las actuaciones de Nicolás Laprovittola y Marcos Mata. El primero estuvo en la discusión por el último pasaje a Londres el año pasado y se terminó quedando afuera cuando Lamas se definió por Campazzo. En estos partidos le dio la razón al entrenador por no haberlo llevado. Flojo desde el juego, desde las decisiones tomadas en la cancha, mostrando cierta liviandad frente a la exigente competencia internacional, el exbase de Lanús sufrió el rigor y la presión. Fue muy pobre tanto su labor en la conducción como en la parte defensiva y aunque algunas veces amagó con una recuperación, el fastidio del nuevo jugador del Flamengo consigo mismo se hizo notar en muchos partidos, manifestando que no estaba conforme con su rendimiento. El caso de Marcos Mata es diferente por lo que se esperaba de un jugador integrante del mejor equipo a nivel nacional y ya seleccionado en los anteriores Juegos. Su rendimiento fue muy irregular y evidenció una leve mejora hacia el final del Premundial, animándose más a penetrar el aro y dando una mano más en defensa. Sin embargo, su actuación dejó un sabor a poco.
En el aspecto colectivo el equipo no tuvo un buen juego a lo largo de los diez partidos y fue más huevos, garra y corazón que fluidez y buen básquet. Julio Lamas tardó más de una vez en tomar decisiones y cuando las tomó fue con el agua al cuello, ya con el resultado adverso como en los partidos contra Puerto Rico, Dominicana o el mismo Jamaica, donde Argentina planteó quizás su peor partido. El tema de los rebotes es un aspecto que se viene sufriendo desde hace varios años y en el que la falta de centímetros hace lo suyo, pero al que habrá que intentar buscarle una vuelta porque si frente a selecciones no tan poderosas se perdió casi siempre en ese rubro, ante equipos de primer nivel como los norteamericanos o los europeos se puede salir mucho más heridos.
“Argentina empezó a construir un nuevo equipo con nuevos jugadores. Algunos confirmaron en Caracas que pueden seguir en la Selección”, aseguró ayer al finalizar el último partido Julio Lamas. Hay certezas que el camino será mucho más bravo que en anteriores ocasiones, que seguramente está vez sean más las tristezas que las alegrías, que la nostalgia a la que se refería Lepera ya nos tocará cuando se retiren todos los monstruos que seguramente veremos una vez más en España. “Lo que tiene alma se distingue de lo que no la tiene por el hecho de vivir” aseguró Aristóteles allá lejos en el tiempo. Y este equipo, esta Selección, vivirá por siempre, por eso es y será el Alma Argentina.
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