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¡Larga vida al enganche!

River, Boca y Vélez sostienen sus ilusiones en sus enlaces. El Millo tiene un Lamela crack cada vez más realidad, Román “cansado” y todo marca la diferencia en un Boca en formación y Vélez encontró en Ricky Álvarez un jugador prometedor y que además llega al gol. De la manos –los pies- de ellos tres, los tres ganaron y terminaron la fecha con una sonrisa ¿vuelve a ponerse de moda el enganche?

Bueno, señores, parece que el enganche no murió. No vamos a decir que goza de buena salud, porque el fútbol argentino es bastante chato y mezquino, pero sí que con Erik Lamela, Ricardo Álvarez y Juan Román Riquelme en cancha está a salvo de la extinción.

River y Vélez tienen a los dos pibes como máximos exponentes en sus equipos de un fútbol bien jugado, lujoso por momentos. Román, en Boca, es Dios. Y Bien ganado lo tiene. Afuera por lesión-capricho del DT. Adentro y dos goles clave para que Boca no sólo haya levantado, si no que comience a ilusionarse con ser más protagonista de lo que los propios Xeneizes creían.

Este fin de semana los tres dieron muestras de la necesidad de su presencia en los equipos.

 

Ricky la rompe en Liniers.

Por orden cronológico primero fue Ricky el que aportó. Apuntaló al Vélez de Gareca a una victoria importante en una cancha de las chivas-chivas. Lo mismo había hecho en el Monumental y lo mismo por Copa Libertadores. Álvarez ya deja tranquilo al Fortín si es que Maxi Moralez abandona la institución. Lo deja tranquilo ahora, cuando el Enano ex Racing y David Ramírez son preferentemente utilizados en Copa Libertadores.

En el medio local, la batuta de Ricky lidera a un Vélez que quedó segundo, a tan sólo una unidad de Estudiantes y de River. Que enaborló cuatro victorias seguidas ante Boca,River,Arsenal y Olimpo y que lo tuvo al once con presencia en la red, ante el Millonario (bah, fue de Silva, pero el pibe hizo un jugadón que mereció ser gol), el Arse y el aurinegro. No es poca cosa para un pibe que recién empieza. Claro, el contexto lo favorece. Vélez tiene buenos pies para rodearlo y tiene compañía, eso es una diferencia clave en relación a Lamela, por ejemplo…

 

Erik se la lleva y un rival lo corre. Se ve muy seguido con el Diez Millonario.

Lamela + 10

River, líder de un campeonato en el que pelea por no quedar en promoción, tiene en el pibe de los 20 millones de euros una de las razones principales. Algunos lo tildan de “displicente” que tiene una manera de jugar “exasperante”, pero Erik es así. Fino. No le pidan overol, aunque corre como el que más, seguro se tirará al piso a buscar la pelota (varias veces peca y golpea a los rivales), lo de él es la fineza, el lujo, la realeza.

Es un tipo que juega lindo. Si no es lujoso no vale. Pisadas, tacos, caños, y un cambio de ritmo letal forman el combo de la figura más prometedora que parieron las inferiores de River desde Fernando Cavenaghi y Javier Mascherano, pasando por los Andrés D’alessandro, Pablo Aimar y Javier Saviola.

Erik es vistoso. Siempre que hizo goles los definió de la misma manera: picándola ante la salida, desesperada, del arquero. Tiene frialdad en ese momento, es un gran definidor y posee un gran panorama. Además, sabe asociarse en el toque en velocidad, sabe fabricar espacios y riega sacrificio. Casi nunca jugó de enlace clásico. Empezó como carrilero por izquierda, luego pasó a este doble enlace con Lanzini y hoy, con Buonanotte más de media punta que de segundo enganche, se lució. La rompió.

Corrió por acá, por allá, se tiró atrás, recuperó y mostró ese cambio de marcha tan distintivo de él. ¿Vieron el gol de River? Si se fijan bien, el cambio de ritmo a la jugada lo pone Lamela con esa pisada y posterior toque a Acevedo, picando rápido, parecía que se abría, pero consiguió meterse en diagonal y picarla. Ferrari debería regalarle algo, porque le robó el moño a un verdadero golazo. Como el que ya le había marcado a Colón, en Santa Fe y a Huracán, en la segunda fecha de este Apertura.

Seguramente, al finalizar el torneo se irá. Dejará muchos millones de europalos en las castigadísimas tesorerías de Núñez, pero River se habrá perdido de ver un jugador de nivel mundial en un contexto apropiado para él.

Sí, con un DT que no juegue con un solo punta, con unos compañeros que no teman asociarse al juego, con un River que juegue por pelear arriba y no por escaparle abajo, con mucha menos presión, con otro ánimo. Eso no pasará. Es virtualmente imposible que Lamela supere el mes de junio en River. Por eso, el Millo ganará dinero pero se perderá, sin dudas, lo mejor de Lamela. Una pena.

 

Riquelme, cerebro, corazón y alma del Boca de Falcioni.

Román. Siempre Román.

¿Qué decir del enlace de Boca? No sólo que es el distinto, si no que, querido Falcioni, a menos que este “roto” debe  jugar. El cansancio no es objeto para dejar afuera a un tipo como Juan Román Riquelme. Su juego tiene el efecto en este Boca histérico de dos cajas de rivotril al hilo. Lo tranquiliza. Hace jugar a Clemente, ordena al equipo, intenta asistir a Palermo, intenta que Erviti aparezca y, además, hace cosas como las del otro día en Santa Fe u hoy en La Bombonera.

Por Román, Boca cambió un 0-0 en Santa Fe por 1-0 y victoria, por Román Boca empató un partido cuando no tenía argumentos ni psicológicos, ni futbolísticos para hacerlo ante Estudiantes, posiblemente el mejor equipo del fútbol argentino. Y, por él, no rifó esa última bocha con un pelotazo al área. JR eligió habilitar a Mouche-fresquito- y de ahí vino el gol.

Sabe cuando pararse de enlace. Sabe cuando hacerlo como un volante en algún costado, sabe cuando tirarse casi como doble cinco. Elige donde jugar (hoy por ejemplo, eligió hacerlo del lado de Clemente y no de Calvo) y, además, sigue poseyendo ese liderazgo que muy pocos ostentan en nuestro fútbol. Quizás Almeyda en River, Verón en Estudiantes y no muchos más.

Se podrán decir mil cosas de él, se podrán escribir mil páginas y tejer mil conjeturas, pero cuando la discusión se reduce a la pelota y a cómo hacer para que esta entre más veces al arco rival que al propio, Riquelme no tiene discusión. En Boca, en este Boca, no debería haber quien ose criticarlo. Es el único que calma tanto nervio, que sigue teniendo esa mágica pegada y que, cuando todo parecía perdido, lleva a Boca de la mano a “pelear” el torneo de nuevo.

Por él, Somoza juega más tranquilo, por él Erviti se muestra, por él Clemente pasa con criterio y Palermo tiene la esperanza que va a mojar. Riquelme comanda a Boca y Boca no es lo mismo sin el Diez. Además de ser el más técnico, Román es el más pillo. En sus espaldas debe caer la presión que hay sobre un equipo que hace tres torneos no supera los 25 puntos y que, hay que decirlo, sufre que muchos de sus dirigentes e “hinchas” esperen que le vaya mal para sacar algún rédito.

Román es Boca y, como tal, debe jugar siempre. No lo digo yo, no lo dice la hinchada, lo dice él, dentro del patio del jardín de su casa, domingo a domingo.