River ya no existe. No al menos como se lo conocía. Arrasador, glorioso, jugando a la pelota, haciendo fútbol, goles, lujos. Empachando a sus millones de hinchas. Pisando al fútbol argentino con prepotencia, con arrogancia, con la soberbia del que se sabe (y es) superior. Durante esa etapa, que duró poco más de 110 años, cosechó 33 campeonatos en la máxima categoría, con tres tricampeonatos. Incluso en el plano internacional, si bien no descolló, obtuvo sus noches de Gloria: dos Copas Libertadores, Una Intercontinental, Recopas, Supercopas y demás.
El 26 de junio de 2011 ese club desapareció. No se lo vio más. Venía muy enfermo, una enfermedad que duró poco más de una década, que tuvo 8 años críticos y dos años de lenta agonía, pero finalmente desapareció. No existe más. Se fue ¿para nunca más volver? esa es la gran pregunta que por ahora no tiene respuesta definitiva. Por ahora, no volvió y no se sabe si volverá.
Lo reemplazó un equipito, timorato. Que se reforzó con algunos jugadores de esas épocas doradas pero que en su mayoría cuenta con jugadores ideales para el contexto: desprolijos, torpes, pálidos, que desconocen esa tan mentada grandeza. Fue tal el impacto de la pérdida de categoría (paso inmediatamente antes de la desaparición del club) que la gente se lobotomizó. O sufrió algún lavado de cerebro o algo así…Dejó de exigirle a ese equipito lo que le exigía al viejo River y pasó a cantar, a grito pelado, que le chupaba un huevo la B. El paladar negro fue lo primero que aniquiló esa enfermedad que terminó matando a River.
No quedó nada de ese club glorioso, majestuoso, ganador, respetado en el mundo entero. A este equipito hasta Merlo le grita “vos sos de la B“. Y, como juega, este equipito, miedoso, enormemente atado, se lo merece. Tiene un técnico que demuestra no saber mucho, tiene sólo un plan “A” y no puede lograr dominar una situación tan simple como que el rival corre, pega e intenta jugar. A cambio opone tres cinco para resguardar a Nicolás Domingo (uno de los jugadores anteriormente mencionados) que otra vez volvió a jugar mal.
Retrasó a Carlos Sánchez uno de esos refuerzos que sirve de verdad e intentó poner una linea de tres. Contra un rival débil como Deportivo Merlo. Prolijo es cierto. Aplicado es cierto. Dejando la vida, es cierto. Pero no deja de ser en hombres y en nombres inferior a este equipito que alguna vez fue River.
La tabla de la B Nacional, torneo donde arrancó a jugar el nuevo equipo que reemplazó a aquel repleto de gloria, todavía lo da entre los que pelean. El tema es que cada partido que pasa, sin importar el rival que tenga enfrente, da la sensación que cada vez tiene menos elementos para esa pelea. Este equipito luce una versión muy parecida a la última del viejo River. Sin ideas, desprolijo con “a la carga Barracas” como lema y ley primera. Sin un tipo que piense, sin laterales que pasen y lastimen, con un medio desordenado y con un equipo partido, que ante la fricción, los huevos y el coraje ajeno recula.
Este equipito, que por esas cosas del destino utiliza la misma indumentaria que aquel que dejó de existir el 26 de junio de este año, hoy mereció sufrir su primer derrota de este durísimo torneo de la B Nacional. Merlo con poco, con más coraje y ganas que juegue, le ganó el campo, tuvo la pelota y mereció ese gol que le pondría justicia al resultado.
¿Qué pasará con este equipito? El transcurrir del tiempo y los partidos marcará donde estará parado este equipucho y sí se logra el milagro de la vuelta del viejo River, ese que ya no existe y que mientras este equipito que dirige el inexperto Matías Almeyda siga haciendo de las suyas seguirá siendo un hermoso recuerdo para esos millones y millones de sufrientes hinchas que lo anhelan y lo extrañan cada vez que alguien lo nombra en algún rincón de la argentina.
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