Insólito. La sanción que el COPROSEDE, la AFA y los organismos de seguridad le aplicarán a Carlos Suárez, de 25 años y socio de Olimpo, más conocido como “el hincha que escupió a Riquelme”, será durísima y, al menos en la consideración de quien escribe, exageradísima.
El pobre pibe pagó el pato. Escrachado por las cámaras de TV, por la tapa del único diario deportivo del país y por las palabras de todos aquellos que se llenan la boca hablando de la “estupidez” de esa persona, Ahora, Suárez recibirá una sanción ejemplar. Teman entonces, todos los que van a un estadio si se pasan de la raya, a menos que sean barras claro.
A este pibe, que estuvo pésimo en escupir y prácticamente desafiar a Juan Román Riquelme, le cayó todo el peso de la ley. Claro, no está entongado con nadie, no le debe nada a nadie y, seguramente, no tiene negocios con nadie, ni en Olimpo ni en el fútbol. Es lo que en la jerga judicial se conoce como “el perejil”. El tipo que termina siendo el chivo expiatorio de una problemática muchísimo mayor y que tiene que ver con lo social y lo educativo.
¿No sería mejor educar a los hinchas para que eso no suceda? Claro, llevaría más tiempo. Y en este fútbol si hay algo que no se pierde es tiempo. Tiempo en las cosas importantes, eh. Porque pasaron tres semanas para armar un PDF de una “Copa Argentina” que termina siendo más indescifrable que las Elecciones Primarias. Ahora, a este pobre pibe lo han identificado y ya le han caído con todo el peso de la ley: caso cerrado y mano dura. “¡Qué ejemplo!”, “¡Bien, por fin actúan!”, “¡Al fin alguien hizo algo con estos energúmenos!”, podrían ser alguna de las frases que se van a escuchar.
Suárez no estuvo bien, merecía una sanción, pero no semejante sanción. ¿No poder ir más a la cancha a ver a sus colores de por vida? Parece exagerado. Más si se lo compara, por ejemplo, con la casi escasa sanción que recibirá River y sus hinchas que prácticamente quemaron su propio estadio y protagonizaron una batalla campal. Escasa si se tiene en cuenta que a ese famoso “encapuchado” de la ida por la promo en Córdoba que pudo haber golpeado a los jugadores y ni siquiera se le conoció el nombre y eso que estuvo igual o más expuesto que este pobre hincha de Olimpo.
Igual, también pesa la camiseta. Si los desmanes terribles que se dieron en el Monumental los hubiera protagonizado, no sé, Argentinos, quizás la sanción hubiese sido diez mil veces peor para el “Bichito” que para el “Millonario”.
Si el jugador escupido era, no sé, Chucky Ferryra, de Banfield, quizás no hubiese sido tapa de un diario, ni motivo de debate. Apenas se le hubiera reservado un recuadro de una página o una imagen como “curiosidad” en algún noticiero.
Pero son River y es Juan Román Riquelme. Polos de atracción innegables para el fútbol y, sobre todo, para el negocio-fútbol. Por eso no se los puede tocar. Ni hablar de los barras de todos los clubes, quienes también, parece, son completamente intocables para quienes toman decisiones en el mundo de la pelotita. No es la culpa ni de River, ni de Boca, pero que su peso es “distinto” en lo bueno y en lo malo es algo innegable y que ese peso se manifiesta en todos los órdenes del fútbol también. Desde el horario en que juegan, hasta el dinero que reciben por televisación: todo.
Mientras, al pobre pibe que escupió a Riquelme se los sancionará de por vida. No, no se confundan. No es una sanción ejemplificadora. Es, otra vez, cortar el hilo por lo más delgado. Confundir “sanción” con “educación” pretender que por condenar a un gil se está haciendo justicia. ¿Nunca vieron un escupitajo en La Bombonera? ¿En la cancha de Racing? ¿En Independiente? Sí, claro. Son moneda corriente de una sociedad que toma el fútbol como algo mucho más sensible que un mero deporte. El mea culpa es de todos, eh. Pero en este caso, el de los premios y castigos, que nadie se confunda.
Nunca podrá ser más importante el “castigo” para este pobre pibe que los “premios” que parecen recibir, domingo a domingo, los barras, el verdadero cáncer de nuestras tribunas.
No se está haciendo algo, se está barriendo la basura debajo de la alfombra. Y eso es tan distinto y tan diferentes, como lo son Riquelme y Rolle para el fútbol Argentino o el encapuchado de la barra de River y el pibe que escupio socio de Olimpo. Es así, le pese a quien le pese. No se actuó de manera ejemplificadora, no se hizo Justicia, apenas se tapó el sol con las manos…Una vez más.
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