Desde hace nueve años, cada 24 del mes de Junio se lo reconoce como el “Día nacional del piloto”. El ACA (Automovil Club Argentino) y la ACTC (Asociación Corredores de Turismo Carretera) concordaron coronar esa particular fecha en reconocimiento a todos los pilotos que hayan corrido, corren, y correrán carreras en todo el periplo nacional. La elección de esa jornada tiene que ver con un acontecimiento difícil de olvidar para los fierreros argentinos: un 24 de Junio, pero de 1911, nacía en la ciudad de Balcarce el mejor piloto argentino (y porqué no mundial) de todos los tiempos, Juan Manuel Fangio.
El reconocimiento que tuvo el “chueco” durante toda su vida (y aún hoy, a casi veinte años de su muerte) lo forjó tanto en el plano nacional como internacional: en los comienzos del Turismo Carretera, fue él referente de Chevrolet, luchando mano a mano con Oscar Galvez, que era el mayor exponente de Ford. En esos años se generó la rivalidad que aún hoy persiste entre los “chivos” y los del “ovalo”.
En el TC, Fangio salió campeón en dos oportunidades (1940 y 41), antes de que la Segunda Guerra Mundial hiciera estragos por estas tierras, anulando por completo la llegada de repuestos y maquinas del viejo continente.
Tras el parate, en 1948 el balcarceño empezó a involucrarse en el plano internacional, lugar que dejaría recién diez años después, luego de su retiro de la actividad en el GP de Francia de 1958. En ese lapso, disputó las ocho primeras temporadas de la Fórmula Uno, en las que logró números que hoy mismo parecen inalcanzables: en solo 51 Grandes Premios, logró 24 victorias (47,06% de efectividad), 29 pole positions (56.86%), 23 vueltas rápidas (45.10%) y 35 podios (¡68.63%!), abandonando solamente en 14 competencias. Obviamente, a esto se le suman sus cinco campeonatos del mundo (el primero en 1951), conseguidos cuatro de manera consecutiva (1954 a 1957), record que solo Michael Schumacher pudo batir, casi cincuenta años después, y en una época totalmente distinta a la de aquellos inicios de la máxima. Claro ejemplo de esto eran las casi inexistentes protecciones de seguridad, tanto en el auto (al comienzo no existían los cinturones, tampoco los cascos, menos los buzos antiflama) como en el circuito mismo (los limites de la pista eran los postes de luz, el público mismo, o a lo sumo pequeños montículos de paja que poco tenían que ver con las defensas actuales), yendo a velocidades que superaban los 200 Km/h.
Otra característica de esos años, y que enaltece la figura del balcarceño, eran las grandes dificultades que tenían los pilotos para manejar esos coches: no existían las cargas aerodinámicas (nada de alerones traseros y delanteros), no había ni control de tracción, ni todas las artimañas que hay hoy en día, la superficie donde se manejaba distaba mucho de ser la ideal (se corría hasta en circuitos con piso adoquinado, donde el agarre era nulo), y ni hablemos de que los pilotos tengan algún liquido para hidratarse durante las competencias, que generalmente duraban casi tres horas, entre otras tantas cosas con las que hoy si cuentan los pilotos.
Como se dice generalmente, era el hombre el que dominaba la maquina, y el que lograba las victorias que con el correr de los años terminarían siendo hazañas. Entre ellos, Fangio fue el mejor, y por eso, en los años siguientes fue reconocido en todo el mundo (no solo en la Argentina), siendo halagado en cada lugar al que iba.
Sin dudas, fue uno de los mejores deportistas argentinos de todos los tiempos, quizás un poco opacado por la figura que años después fue Diego Armando Maradona, pero que igualmente lo deja en el podio de los mejores.
Ya descansando en paz, los reconocimientos siguieron, y uno de ellos fue aquel que hace siete años instauró el día dedicado a todos los velocistas nacionales, en una jornada en la que, hace exactamente 102 años, se comenzaba a escribir una de las paginas más gloriosas del automovilismo argentino.
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