San Lorenzo le ganó 4-2 a Unión y le adelantó lo que era un seguro descenso a la B Nacional. Gonzalo Verón fue nuevamente goleador y figura y Mercier, por momentos, volvió a ser amo y señor del mediocampo del Ciclón. Hasta ahí, nada fuera de lo común, pero este no fue un partido normal.
En menos de dos minutos el Matador ya había tenido dos aproximaciones, una de ellas muy clara, y antes de los 120 segundos ya había enarbolado la tercera: picó Verón de mitad de cancha, en un ataque digno de un equipo que está aguantando un resultado y aprovecha los huecos de contra, y definió cruzado para el 1-0 azulgrana. Enseguida empezaron las especulaciones: al Tatengue sólo le servía ganar para no descender, y en la próxima se venía Colón. Sin ganas de que su clásico rival lo mande a la B, perder no era un mal negocio. Todo cerraba.
Más coherencia ganaba el trámite con el correr de los minutos. El partido parecía un entrenamiento, con San Lorenzo atacando cómodamente por todos lados y manejando la pelota a gusto y placer. Unión era una lágrima, y más lo fue a los 14 minutos, cuando Mercier atrapó un mal pase de Limia, se arrimó al área, remató y le dejó la mesa servida a Verón, que por tercera vez capturó un rebote digno de un 9 suertudo y lo transformó en un gol que casi no se gritó. El ex Italiano lleva cinco en cuatro partidos, es el goleador de San Lorenzo en el campeonato.
Pero esto no era todo: el Ciclón siguió atacando sin objeciones de su rival, y no llegó al tercero sólo porque Buffarini, que venía siendo figura, jugó un partido pésimo, y porque Piatti gravitó un 10% de lo que se necesita de él. Tanta facilidad relajó a San Lorenzo, que perdió una tonta pelota en mitad de cancha y le regaló el descuento a Franzoia. Nadie entendía nada; ni los de Unión, menos los de San Lorenzo.
La siesta fue tal que antes del cierre de la primera etapa Unión llegó al empate: centro de lejos, manteca en las manos de Ibáñez y doblete de Franzoia en el segundo intento de aproximación santafesino en el partido. Ahí se caldearon los ánimos: era imposible que un equipo descendido empate un partido sin proponérselo, y por eso la impaciencia y el murmullo colmaron el Bidegain, que vivió con nerviosismo lo que parecía la noche más tranquila en décadas.
El segundo tiempo fue un monólogo azulgrana, como casi todo el primer tiempo. Pero entre la mala puntería, la impaciencia del público y los micros atrás de Unión, el gol no llegaba. Y todo explotó cuando la pelota encontró de milagro el pie de Gentiletti, en lo que era un gol seguro de Montero con casi medio complemento jugado. Chau Buffa, también salió Correa, a quien no le salió casi ninguna, y también afuera el santiagueño Kalinski: adentro Ruiz, Romagnoli y el discutidísimo Jara, que tuvo su partido aparte.
Nervios, incertidumbre y desahogo
La gente no podía entender el triunfo que se escapaba. Las quejas de los hinchas eran dignas de un equipo que estaba quedando afuera de una final. Probablemente San Lorenzo no sea campeón y clasifique a la Sudamericana sin improtar este resultado, pero era inadmisible desperdiciar una chance como la de ayer, para llegar después de tanto tiempo a cuatro triunfos consecutivos, por si le faltaba alguna rareza al partido.
El Pipi entró bien, también Ruiz, pero no tanto Jara, que hace casi todo mal y tiene poca suerte cuando haces las cosas bien. Tuvo una clara, clarísima, la canchereó con un taco e hizo lucir a Limia, que con su atajada obligó a que todo el estadio insultara unánimemente al ex Arsenal, que ya tenía su boleto de partida de San Lorenzo y ayer terminó de armar las valijas.
El empate parecía inminente, Pizzi había agotado variantes, la cagada ya estaba hecha. Pero apareció un zurdazo formidable de Ruiz y el grito de gol fue desgarrador, porque se volvía a ganar un partido que, después de estar ganado, parecía empatado y en una jugada fortuita se podría haber perdido. Y llegó la frutilla del postre cuando, con Unión jugado en ataque, Jara aprovechó un rebote y aprendió la lección de su jugada anterior: reventó el arco tatengue y se llevó su dedo a la boca “silenciando” a la platea que lo insultaba. Fue su segundo tanto en dos campeonatos, pero lo que no le perdonaron fue el gesto: toda la cancha lo insultó después de aquel ademán. Pocas veces se vio tanta reprobación al autor de un gol.
Hizo un gol Jara, San Lorenzo llegó a su cuarto triunfo consecutivo, Buffarini hizo todo mal, Unión empató un partido sin atacar. En el encuentro de ayer sucedió todo: se pasó de la alegría a la desazón, de la emoción del gol a la furia del insulto, de los aplausos sostenidos al murmullo quejoso. Fue una noche especial para ciclotímicos, el partido perfecto para que Fantino lo agregue a su informe de “partidos curiosos”. Y más de uno lo creyó ganado a los 15 minutos.
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