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El día que nos quitemos las máscaras

¿Cómo sería el fútbol sin mentiras, sin operaciones, sin encubrimientos, sin máscaras? ¿Se lo imaginan? Acaso, ¿es posible pensar en un deporte limpio, con practicantes ejemplares, directivos correctos y fanáticos no estúpidamente violentos que razonen? Una vez, Dante Panzeri dijo que al balompié argentino le hacen falta tres cosas: “dirigentes, decencia y wines”. Pero el periodista cordobés se quedó corto, o por lo menos no se imaginó el nivel de corrupción y falta de escrúpulos al cual se llegaría. El día que nos quitemos las máscaras nos daremos cuenta que hay un fútbol destruido y manipulado por arbitrajes comprados, que favorecen para un lado o perjudican para otro, que mantienen negocios fuera del fútbol, pero relacionados con el mismo. Que existen jugadores que fingen lesiones, que declaran vacíamente, que mienten en cámara, que engañan a sus hinchas por un puñado de billetes, que juran amor eterno a clubes de los cuales ni siquiera conocen su historia. Advertiremos que la prensa es tan cómplice como el propio arquero que se deja hacer un gol, como el defensor que deja de correr, el volante que se hace echar tontamente, el delantero que erra un tanto o el técnico que arma su equipo de acuerdo a los intereses económicos de su representante. El periodismo se suma a la fiesta con titulares estrafalarios, operaciones de prensa, rumores inventados para colocar a determinado jugador de tal hombre de negocios en algún equipo, por un pequeño porcentaje de la realización de la transferencia. El día que nos quitemos las máscaras nos daremos cuenta que muchos de los partidos están arreglados, que el juego no importa realmente para muchos y el hincha sufre por la misma nada, porque el dirigente ya fue avisado, o negoció, que su equipo hoy no gana. Descubriremos que a la cancha entran 22 jugadores y una terna arbitral, pero que también juegan otros actores, puesto que las esferas políticas y económicas influyen más de lo que puede sospechar la más retorcida y perseguida mente. El día que nos quitemos las máscaras nos daremos cuenta que los barras existen porque convienen, y no dejarán existir porque son parte fundamental del negocio que genera la pelota rodando en el verde césped. Que la relación es tan estrecha, firme, solidaria en sí, que destruirla será acaso el partido más difícil que el fútbol pueda tener. Hay responsables directos, hay cómplices, hay quienes miramos a otro lado, avergonzándonos de lo que avalamos y permitimos de alguna forma, puesto que nada podemos hacer, que estamos atrapados en el mismo sistema corrupto que digita quien gana, empata o pierde, quien pierde la categoría o la recupera, incluso quien se corona como campeón. El día que nos quitemos las máscaras, no sólo tendremos un fútbol más honesto, sino una sociedad más limpia. ¿Estaremos a tiempo de remontar el encuentro?

¿Cómo sería el fútbol sin mentiras, sin operaciones, sin encubrimientos, sin máscaras? ¿Se lo imaginan? Acaso, ¿es posible pensar en un deporte limpio, con practicantes ejemplares, directivos correctos y fanáticos no estúpidamente violentos que razonen? Una vez, Dante Panzeri dijo que al balompié argentino le hacen falta tres cosas: “dirigentes, decencia y wines”. Pero el periodista cordobés se quedó corto, o por lo menos no se imaginó el nivel de corrupción y falta de escrúpulos al cual se llegaría.

El día que nos quitemos las máscaras nos daremos cuenta que hay un fútbol destruido y manipulado por arbitrajes comprados, que favorecen para un lado o perjudican para otro, que mantienen negocios fuera del fútbol, pero relacionados con el mismo. Que existen jugadores que fingen lesiones, que declaran vacíamente, que mienten en cámara, que engañan a sus hinchas por un puñado de billetes, que juran amor eterno a clubes de los cuales ni siquiera conocen su historia.

Advertiremos que la prensa es tan cómplice como el propio arquero que se deja hacer un gol, como el defensor que deja de correr, el volante que se hace echar tontamente, el delantero que erra un tanto o el técnico que arma su equipo de acuerdo a los intereses económicos de su representante. El periodismo se suma a la fiesta con titulares estrafalarios, operaciones de prensa, rumores inventados para colocar a determinado jugador de tal hombre de negocios en algún equipo, por un pequeño porcentaje de la realización de la transferencia.

El día que nos quitemos las máscaras nos daremos cuenta que muchos de los partidos están arreglados, que el juego no importa realmente para muchos y el hincha sufre por la misma nada, porque el dirigente ya fue avisado, o negoció, que su equipo hoy no gana. Descubriremos que a la cancha entran 22 jugadores y una terna arbitral, pero que también juegan otros actores, puesto que las esferas políticas y económicas influyen más de lo que puede sospechar la más retorcida y perseguida mente.

El día que nos quitemos las máscaras nos daremos cuenta que los barras existen porque convienen, y no dejarán existir porque son parte fundamental del negocio que genera la pelota rodando en el verde césped. Que la relación es tan estrecha, firme, solidaria en sí, que destruirla será acaso el partido más difícil que el fútbol pueda tener.

Hay responsables directos, hay cómplices, hay quienes miramos a otro lado, avergonzándonos de lo que avalamos y permitimos de alguna forma, puesto que nada podemos hacer, que estamos atrapados en el mismo sistema corrupto que digita quien gana, empata o pierde, quien pierde la categoría o la recupera, incluso quien se corona como campeón.

El día que nos quitemos las máscaras, no sólo tendremos un fútbol más honesto, sino una sociedad más limpia. ¿Estaremos a tiempo de remontar el encuentro?

Licenciado en Periodismo (Universidad de Palermo). 24 años. Ejerciendo desde 2010. Además de RNB, trabajo para ESPN y la productora Armada Films (Planeta Camión, Mundo Móvil y Zona Utilitarios). Cubro Argentinos Juniors para Argentinos Pasión y Pasión Paternal. Escribí en el libro 110 AAAJ. Hice TV en Mundo Blaugrana y Somos Deporte (Zona Norte - Cablevisión). Ex Diario Muy, Solo Ascenso, Autoexecutive y AM610/730/1240. El fútbol es más que 22 tontos corriendo detrás de una pelota.