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El día que Federer se ensució las medias

Tranquilidad y elegancia. Eso transmite Roger Federer en cada partido. Sin embargo, en los cuartos de final de Roland Garros, Jo-Wilfried Tsonga transformó al suizo en un desconocido. Bien recordado es el partido de Del Potro y Federer en los Juegos Olímpicos de Londres. Fueron 3 sets, el último 19 – 17 y duró 4 horas 26 minutos. Roger terminó impecable, como para salir a bailar. Hoy, al exnúmero 1 del mundo, se lo notaba desesperado. Se desparramaba para llegar a los embates potentísimos del francés, discutía con el juez de silla,  gritaba cada vez que ganaba un punto, hasta respiraba más fuerte cada vez que le pegaba a la pelotita. Se lo veía completamente ofuscado. No le salía una y Tsonga era una maquinita, como si el espíritu Yannick Noah, se hubiese apoderado de su cuerpo en ese Philippe Chatrier donde todos lo arengaban a él.

Así terminó Federer, Despeinado, transpirado y hasta con las medias sucias, completamente impregnadas de polvo de ladrillo. Es que claro, hoy no se deslizaba por la cancha, hoy había entrado en el juego vertiginoso y por momentos desprolijo y despatarrado del local. El resultado fue 7-5, 6-3 y 6-3 en poco más de una hora y media de juego, en la cual el mejor tenista de la historia, no le pudo hacer frente, en ningún momento, a la potencia de Tsonga. Ahí estuvo la clave.

Se sabe que el juego de ambos tenistas es mucho más sobresaliente en su fase ofensiva que en la defensiva, por eso, el que tuviera la iniciativa correría con  ventaja. El actual 8 del mundo lo sabía y atacó desde el primer momento con una regularidad asombrosa para su juego sumamente agresivo y se notó en las estadísticas: 22 errores no forzados y 26 winners contra 34 y 25 del suizo. Para colmo, Federer no estuvo bien desde el saque, sin dudas su mejor arma bajo presión en puntos clave. No contabilizó ningún ace y si tres doble faltas, facilitándole enormemente el trabajo a su rival, que logró quebrarle el saque en 6 oportunidades, ganando 47 puntos de 100 con el servicio de Roger.

Tsonga

Tsonga sueña, y la multitud en el segundo torneo grande de la temporada también. Hace 20 años que un francés no levanta el trofeo de cara a su gente. El último fue Yannick Noah, en 1983 cuando venció a Mats Wilander por 6-2, 7-5, y 7-6 (3) en la final. De hecho, el  que estuvo más cerca en la actualidad fue Gäel Monfils, que hace 5 años llegó a la semifinal y cayó derrotado fácilmente frente a Federer. Este año es distinto, Tsonga, viene enchufado, tiene una marcha más que su compatriota, y a pesar de sus lagunas tenísticas, cuando juega como lo está haciendo en este torneo, puede ganarle a cualquiera.

No la tendrá fácil. Del otro lado estará David Ferrer que venció con total comodidad a un Tomy Robredo que venía completamente liquidado, después de más de doce horas en cancha por 6-2, 6-1 y 6-1.

Hay veces que uno mira un partido, el resultado y se puede decir que fue un resultado mentiroso, porque fue un encuentro complicado, con puntos largos y presión de ambos lados, pero simplemente uno estuvo más acertado en los momentos claves. En este caso, eso no pasó. Fue un monólogo de Ferrer, que se aprovecho de un Robredo completamente cansado, que generó una chance de quiebre en todo el partido y no la pudo aprovechar. Está vez no hubo heroÍca para el veterano.

Mañana, a las 11.00 de Argentina, se medirán, Rafael Nadal con Stanislas Wawrinka y Novak Djokovic con Tommy Hass. Si la lógica se da, como en la gran mayoría de los partidos de estos dos monstruos, los dos máximos candidatos a ganar el título jugarán una semifinal para el infarto.

Tranquilidad y elegancia. Eso transmite Roger Federer en cada partido. Sin embargo, en los cuartos de final de Roland Garros, Jo-Wilfried Tsonga transformó al suizo en un desconocido. Bien recordado es el partido de Del Potro y Federer en los Juegos Olímpicos de Londres. Fueron 3 sets, el último 19 – 17 y duró 4 horas 26 minutos. Roger terminó impecable, como para salir a bailar. Hoy, al exnúmero 1 del mundo, se lo notaba desesperado. Se desparramaba para llegar a los embates potentísimos del francés, discutía con el juez de silla,  gritaba cada vez que ganaba un punto, hasta respiraba más fuerte cada vez que le pegaba a la pelotita. Se lo veía completamente ofuscado. No le salía una y Tsonga era una maquinita, como si el espíritu Yannick Noah, se hubiese apoderado de su cuerpo en ese Philippe Chatrier donde todos lo arengaban a él.

Así terminó Federer, Despeinado, transpirado y hasta con las medias sucias, completamente impregnadas de polvo de ladrillo. Es que claro, hoy no se deslizaba por la cancha, hoy había entrado en el juego vertiginoso y por momentos desprolijo y despatarrado del local. El resultado fue 7-5, 6-3 y 6-3 en poco más de una hora y media de juego, en la cual el mejor tenista de la historia, no le pudo hacer frente, en ningún momento, a la potencia de Tsonga. Ahí estuvo la clave.

Se sabe que el juego de ambos tenistas es mucho más sobresaliente en su fase ofensiva que en la defensiva, por eso, el que tuviera la iniciativa correría con  ventaja. El actual 8 del mundo lo sabía y atacó desde el primer momento con una regularidad asombrosa para su juego sumamente agresivo y se notó en las estadísticas: 22 errores no forzados y 26 winners contra 34 y 25 del suizo. Para colmo, Federer no estuvo bien desde el saque, sin dudas su mejor arma bajo presión en puntos clave. No contabilizó ningún ace y si tres doble faltas, facilitándole enormemente el trabajo a su rival, que logró quebrarle el saque en 6 oportunidades, ganando 47 puntos de 100 con el servicio de Roger.

Tsonga

Tsonga sueña, y la multitud en el segundo torneo grande de la temporada también. Hace 20 años que un francés no levanta el trofeo de cara a su gente. El último fue Yannick Noah, en 1983 cuando venció a Mats Wilander por 6-2, 7-5, y 7-6 (3) en la final. De hecho, el  que estuvo más cerca en la actualidad fue Gäel Monfils, que hace 5 años llegó a la semifinal y cayó derrotado fácilmente frente a Federer. Este año es distinto, Tsonga, viene enchufado, tiene una marcha más que su compatriota, y a pesar de sus lagunas tenísticas, cuando juega como lo está haciendo en este torneo, puede ganarle a cualquiera.

No la tendrá fácil. Del otro lado estará David Ferrer que venció con total comodidad a un Tomy Robredo que venía completamente liquidado, después de más de doce horas en cancha por 6-2, 6-1 y 6-1.

Hay veces que uno mira un partido, el resultado y se puede decir que fue un resultado mentiroso, porque fue un encuentro complicado, con puntos largos y presión de ambos lados, pero simplemente uno estuvo más acertado en los momentos claves. En este caso, eso no pasó. Fue un monólogo de Ferrer, que se aprovecho de un Robredo completamente cansado, que generó una chance de quiebre en todo el partido y no la pudo aprovechar. Está vez no hubo heroÍca para el veterano.

Mañana, a las 11.00 de Argentina, se medirán, Rafael Nadal con Stanislas Wawrinka y Novak Djokovic con Tommy Hass. Si la lógica se da, como en la gran mayoría de los partidos de estos dos monstruos, los dos máximos candidatos a ganar el título jugarán una semifinal para el infarto.