River está loco de alegría y empezó el torneo loco de nervios. Fueron pasando los partidos y el Millo se cambió la careta del drama por la de la comedia. Todavía falta una vida, pero enarboló tres victorias seguidas, se trepó a la cima y ya está 14º en la tabla de abajo, superando a Tigre – lo logró luego de 28 fechas- y aprovechando que, abajo, se pelean por ayudarlo.
El Monumental pasó de la histeria a la locura bien entendida. El estadio se llena ¿para ver a River batallar por el descenso? No, para verlo pelear por una nueva vuelta, la 34º de su riquísima historia. ¿Tiene con qué? Las Crónicas de Núñez, el libro que escribe Juan José López, tienen tres protagonistas.
El León: Matías Almeyda.
¿Qué decir de un tipo que con 37 años corre más que Lamela? No hay mucho para decir. ¿O sí? Vale ser justos y decir que hasta su gran partido con Quilmes, el campeonato del Pelado venía siendo apenas discreto. Con Quilmes apareció su mejor versión, rubricada en la noche del sábado en pleno Monumental: corrió a todos, se tiró a los pies de todos y, no muy usual en él, tocó bien, incluso “asistió” a Pavone en el gol.
Si se ponen finos y dicen que eso no es una asistencia, ok, entonces digamos que construyó el gol. Con Acevedo más de ocho que de doble cinco, Almeyda se asentó. Les comió los tobillos a todos, pudo marcar y quitar y, sobre todo jugar. Además tiene el ímpetu de un pibe. El gol de River es la clara muestra, gana por ganas, por enjundia, por espíritu… Almeyda es otro espartano de este equipo de Juan José López. Incluso, se animó a pegarle al arco y no fue gol porque el pibe Bologna estaba bien ubicado, que si no…
El Tanque: Mariano Pavone.
Mejor regreso imposible. El Tanque es importantísimo en River. Se bancó –se banca y se bancará- ser único delantero con lo que eso implica. Tiene que jugar de espaldas, darle juego al doble enganche, fabricarse muchas veces sus propias situaciones de gol y, sobre todo, ser certero con las que tiene.
Pavone, además, aporta un plus. Es un guerrero. No da una pelota por perdida, pelea con dos, tres y hasta cuatro rivales. No brillará, pero es efectivo como el que más. Además cumplió un buen regreso justo cuando Leandro Caruso había debutado en Núñez con dos pepas. Pero Mariano es muy importante.
El gol que le hace a Banfield lo muestra de cuerpo entero. Enjundia para trabar, potencia para llevársela y una definición de manual para el 1-0. Repasando el campeonato de Pavone nos encontramos con que, en la segunda fecha, fue vital para los dos goles millonarios de Lamela y Ferrari, que en la tercera jornada se inventó el gol con el que River le ganó a Independiente, que ante Argentinos y Vélez llegó lo más flojo de él, más allá del gol de penal que le marcó a los fortineros. Contra Arsenal se lesionó y volvió ante el Taladro con gol, potencia y reafirmando su importancia. Si logra afinarse definitivamente para el arco, River tendrá en su tanque un delantero letal.
La Joyita: Erik Lamela.
Se puede decir mil cosas de Lamela. Lujoso, brilloso, vistoso, talentoso, crack, joya…Pero se puede hacer más simple. Buscando imágenes que resuman lo que es, por ejemplo.
El River-Banfield entregó una imagen que lo pinta de cuerpo entero: círculo central, le queda la pelota a Erik en el medio de la Bristol que era el centro de la cancha (¡cuanta arena por favor!), caño al 4 del Taladro, pisadita y salida, combinación con Pavone y pique corto para ir a buscarla…diga que Bustamante lo frenó con falta, porque si no Lamela se iba rumbo a otro gol de cuento.
Y eso es Lamela. Fantasía para un River sumamente utilitario. El diez es la joyita, puede jugar como único enlace o juntarse con Buonaotte o con Lanzini, incluso puede arrancar más atrás. La pisa, la amasa, la trae, la lleva, toca, descarga y va. Es dinámico, ágil y habilísimo. Es la razón fundamental del momento de River.
Almeyda no jugó bien las primeras fechas, Pavone se lesionó, Carrizo recién volvió con Arsenal (aunque desde allí fue bri-llan-te su actuación) y Ferrari, otro de los top del Millo, tardó en acomodarse a su nuevo rol de lateral-volante por derecha. Lamela jamás decepcionó. Desde ese tranco importante ante Tigre, el gol a Huracán, la conducción frente al Rojo, sus lujos ante Argentinos y Vélez, su importancia ante Arsenal, volviendo loco a Newell’s, edificando el mejor gol del torneo ante Quilmes o pisándola para todos lados ante Banfield. Lamela siempre fue un sostén en el que River pudo apoyarse.
Con más o menos intermitencia, pero Lamela jamás dejó a gamba a Juan José López. Dicen que está vendido, el pibe no quiere irse sin ganar nada en su casa, en River, la misma en la que se quedó cuando casi le sigue los pasos a Messi, yéndose al Barcelona a los 12 años de edad. Erik se quedó para ser grande acá, en Núñez. No hace falta ser vidente para saber que sus días/meses están contados en River, pero él quiere irse dejando una huella.
En sus ganas de trascender, en el deseo de Almeyda de dejar el mejor recuerdo posible, en la ambición de hincha de Pavone de empezar a ser querido como un ídolo por la hinchada, River tiene tres motivos para estar peleando este torneo. Y ojo, porque salvo Vélez y, quizás, Estudiantes, ningún equipo mostró muchos más argumentos que este equipo para llevarse la corona. ¿Podrán las crónicas de Núñez terminar con un capítulo dorado?. Por ahora el León, el Tanque y la Joyita hacen lo posible para que así sea.
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