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Controversia goleadora

Terminator le decían al Mencho, sí Terminator y eso que físicamente nada que ver. Es que hasta donde me da la memoria, el pibe era muy flaquito y cabezón, encima lo rapaban. Daba más para decirle “Chupetín” que Terminator. Aunque este último apodo iba más allá de lo físico. El loquito cada vez que recibía un pelotazo parecía no sentir nada,... y eso que jugando de defensor recibía varios, pero ni se inmutaba. Pelotazo en la panza, nada. Pelotazo en la nariz: un refriegue rápido en la zona y siga, siga. Daba temor verlo recibir esos bochazos, sobre todo considerando su tamaño, petiso, petiso. Sus compañeros le llevaban una o dos cabezas, según de quien se tratara. Pero el Mencho era así. A la hora de jugar a la pelota, nada ni nadie lo hacía parar. Además, el pibito tenía algo especial. Quizá su timidez, razón por la cual no hablaba con casi nadie y se comunicaba con sus compañeros a través de gestos, o pases, como más le gustaba a él. Tal vez sea su relación con los demás lo que lo hacía diferente. Con el resto de los miembros del equipo se llevaba bárbaro, con su director también. Hasta con los rivales y los árbitros se trataba de la mejor manera. Me acuerdo que una vez, el chico había jugado tan bien que el árbitro del partido lo apartó del resto para felicitarlo. Después, y de esa sí que no me olvido más, un juez que lo había amonestado por equivocación, se disculpó personalmente para que el pibe no se sintiera mal. ¿Y por qué se iba a sentir mal el Mencho?, por otra de las razones que lo volvían raro, o distinto, la verdad no se. Al loco no le habían sacado nunca tarjeta, y medio que se había deprimido. Es más creo que terminó su carrera de infantiles sin ninguna amonestación o expulsión. Y eso que era defensor y algunos partidos se hacían ásperos. A pesar de todo esto, había una relación que no andaba muy bien. Su relación con el gol. Está bien que al chico no se le puede reprochar nada, estaba ahí para que el rival no convirtiera, o caso contrario que metiera la menor cantidad de goles posibles. Y lo hacía de maravillas, pero tenía una especie de maleficio con el gol que daba que hablar. A ver, no es que nunca metía un gol. Es más, característicos de él eran las conversiones de mitad de cancha o algunas de jugada preparada en los corners a favor de su equipo. Sin embargo, iba más allá. Por ejemplo, cada vez que metía un gol no los gritaba o festejaba. Tan solo se daba vuelta y volvía trotando a su posición de dos. Algunos asimilaban esta actitud con su personalidad tímida, mientras que yo creo que el pibe lo metía, y se quedaba pensando “bueno hasta acá llegó esta jugada, muy lindo todo, a armar otra y que termine en gol. Y sino a intentar.” Como si así de simple fuese el fútbol para el. Creo que es la teoría más valedera. Porque hasta cuando metió el 3-2 contra Fátima, el equipo puntero hasta ese momento del torneo Apertura de 2005, en el último minuto ni se inmutó .Hizo su ritual, un par de palmitas y a otra cosa, ¡aunque los de la tribuna estábamos como locos! . Pero esa controversia goleadora no termina ahí, no señor. Me acuerdo que una vez el borreguito metió dos goles en un partido que terminó 1-1. Así es, un gol a favor al minuto de juego y otro en contra en el último instante del partido. El Mencho tenía esas actitudes bondadosas con sus rivales, qué le íbamos a hacer. A fin de cuentas era el Mencho, el que evitaba las alegrías no el que las daba, futbolísticamente hablando. Por suerte ese no fue un enfrentamiento de mucha importancia, y lo sucedido quedó en otra anécdota que sólo los muy memoriosos recuerdan. Sin embargo, su correspondencia con el gol no llegó a su fin ese día. Sino más bien otro sábado, de otro año, en otra cancha, en nuestra cancha. Nuestro equipo se enfrentaba con Sarmiento, un equipazo que en la ronda anterior nos había dado flor de baile, aunque esa vez nos habían faltado tres jugadores de los importantes y justo los tres que hacían los goles. El Roque, Gastón y Nico. Ésta vez iba a ser distinto, lo presentía. Lo podía oler hasta en los conitos grasientos con papas fritas que vendían en el buffet del club. Concentración, concentración y más concentración en la cara de los diez pibes que estaban adentro de la cancha. Una victoria nos dejaba en la punta solitos, la derrota los dejaba en la punta y más solitos todavía. No se permitían errores. Y ahí estaba el Mencho o Terminator, para procurar que ninguna pelota entre en nuestro arco. ¡Mencho viejo y peludo nomás!, garra, corazón ,,, y poco gol. Así era el. Y de ese partido sí que no me olvido. Soy capaz de relatarte desde el primero segundo hasta el último. Pero fue en el minuto cinco del primer tiempo en el que todo cambió. Así es. En ese momento la pelota no se veía, hasta que sale a la posición del Menchito y no vas a poder creer lo que pasó. ¡Terrible zapatazo al ángulo clavó el pibe, y eso que estaba en el área chica! ¡Pumba! ¡Hasta la hinchada rival lo gritó! ¡Hasta los rivales lo gritaron! ¡Una locura!, aunque en algunos había desazón. Más que nada en el arquerito que había gritado ¡Mía! Y quedó pagando. El Mencho ni siquiera aplaudió, característico de él trotó hasta su posición y se quedó ahí. Aunque hizo un gesto que me descolocó, se puso en cuclillas y comenzó a llorar. La verdad que desde las tribunas no se escuchaba nada, silencio completo, salvo por el llanto del Menchito. Pobre Mencho se había metido un gol en contra. ¡Y qué golazo en contra! ¡No sé si te dije que la clavó en el ángulo!. Fue hermoso, lástima que no lo hizo para nosotros. Pero volviendo al llanto,,, nos partió el alma pobre pibe. Lo tuvimos que aplaudir, aunque tengo que reconocer que me costó hacerlo después de la semejante macana que se había mandado. No dilucidábamos por qué lo hacíamos. Quizá por inercia, quizá porque sabíamos que el partido recién empezaba y que el equipo lo iba a poder remontar, es más se lo empatamos en la última jugada, un 2-2 que nos costó el no poder ganar el campeonato. Quizá lo aplaudimos porque el pibe nos había dado mucho y no dejaba de ser un chiquilín, o quizá ya que lo supimos entender al pendejo. Yo lo aplaudí porque sabía de éste temita de su controversia goleadora. Y  porque a fin de cuentas, así era el Mencho.

Terminator le decían al Mencho, sí Terminator y eso que físicamente nada que ver. Es que hasta donde me da la memoria, el pibe era muy flaquito y cabezón, encima lo rapaban. Daba más para decirle “Chupetín” que Terminator. Aunque este último apodo iba más allá de lo físico. El loquito cada vez que recibía un pelotazo parecía no sentir nada,… y eso que jugando de defensor recibía varios, pero ni se inmutaba. Pelotazo en la panza, nada. Pelotazo en la nariz: un refriegue rápido en la zona y siga, siga. Daba temor verlo recibir esos bochazos, sobre todo considerando su tamaño, petiso, petiso. Sus compañeros le llevaban una o dos cabezas, según de quien se tratara. Pero el Mencho era así. A la hora de jugar a la pelota, nada ni nadie lo hacía parar. Además, el pibito tenía algo especial. Quizá su timidez, razón por la cual no hablaba con casi nadie y se comunicaba con sus compañeros a través de gestos, o pases, como más le gustaba a él. Tal vez sea su relación con los demás lo que lo hacía diferente. Con el resto de los miembros del equipo se llevaba bárbaro, con su director también. Hasta con los rivales y los árbitros se trataba de la mejor manera. Me acuerdo que una vez, el chico había jugado tan bien que el árbitro del partido lo apartó del resto para felicitarlo. Después, y de esa sí que no me olvido más, un juez que lo había amonestado por equivocación, se disculpó personalmente para que el pibe no se sintiera mal. ¿Y por qué se iba a sentir mal el Mencho?, por otra de las razones que lo volvían raro, o distinto, la verdad no se. Al loco no le habían sacado nunca tarjeta, y medio que se había deprimido. Es más creo que terminó su carrera de infantiles sin ninguna amonestación o expulsión. Y eso que era defensor y algunos partidos se hacían ásperos.

A pesar de todo esto, había una relación que no andaba muy bien. Su relación con el gol. Está bien que al chico no se le puede reprochar nada, estaba ahí para que el rival no convirtiera, o caso contrario que metiera la menor cantidad de goles posibles. Y lo hacía de maravillas, pero tenía una especie de maleficio con el gol que daba que hablar. A ver, no es que nunca metía un gol. Es más, característicos de él eran las conversiones de mitad de cancha o algunas de jugada preparada en los corners a favor de su equipo. Sin embargo, iba más allá. Por ejemplo, cada vez que metía un gol no los gritaba o festejaba. Tan solo se daba vuelta y volvía trotando a su posición de dos. Algunos asimilaban esta actitud con su personalidad tímida, mientras que yo creo que el pibe lo metía, y se quedaba pensando “bueno hasta acá llegó esta jugada, muy lindo todo, a armar otra y que termine en gol. Y sino a intentar.” Como si así de simple fuese el fútbol para el. Creo que es la teoría más valedera. Porque hasta cuando metió el 3-2 contra Fátima, el equipo puntero hasta ese momento del torneo Apertura de 2005, en el último minuto ni se inmutó .Hizo su ritual, un par de palmitas y a otra cosa, ¡aunque los de la tribuna estábamos como locos! . Pero esa controversia goleadora no termina ahí, no señor. Me acuerdo que una vez el borreguito metió dos goles en un partido que terminó 1-1. Así es, un gol a favor al minuto de juego y otro en contra en el último instante del partido. El Mencho tenía esas actitudes bondadosas con sus rivales, qué le íbamos a hacer. A fin de cuentas era el Mencho, el que evitaba las alegrías no el que las daba, futbolísticamente hablando. Por suerte ese no fue un enfrentamiento de mucha importancia, y lo sucedido quedó en otra anécdota que sólo los muy memoriosos recuerdan.

Sin embargo, su correspondencia con el gol no llegó a su fin ese día. Sino más bien otro sábado, de otro año, en otra cancha, en nuestra cancha. Nuestro equipo se enfrentaba con Sarmiento, un equipazo que en la ronda anterior nos había dado flor de baile, aunque esa vez nos habían faltado tres jugadores de los importantes y justo los tres que hacían los goles. El Roque, Gastón y Nico. Ésta vez iba a ser distinto, lo presentía. Lo podía oler hasta en los conitos grasientos con papas fritas que vendían en el buffet del club.

Concentración, concentración y más concentración en la cara de los diez pibes que estaban adentro de la cancha. Una victoria nos dejaba en la punta solitos, la derrota los dejaba en la punta y más solitos todavía. No se permitían errores. Y ahí estaba el Mencho o Terminator, para procurar que ninguna pelota entre en nuestro arco. ¡Mencho viejo y peludo nomás!, garra, corazón ,,, y poco gol. Así era el.

Y de ese partido sí que no me olvido. Soy capaz de relatarte desde el primero segundo hasta el último. Pero fue en el minuto cinco del primer tiempo en el que todo cambió. Así es. En ese momento la pelota no se veía, hasta que sale a la posición del Menchito y no vas a poder creer lo que pasó. ¡Terrible zapatazo al ángulo clavó el pibe, y eso que estaba en el área chica! ¡Pumba! ¡Hasta la hinchada rival lo gritó! ¡Hasta los rivales lo gritaron! ¡Una locura!, aunque en algunos había desazón. Más que nada en el arquerito que había gritado ¡Mía! Y quedó pagando.

El Mencho ni siquiera aplaudió, característico de él trotó hasta su posición y se quedó ahí. Aunque hizo un gesto que me descolocó, se puso en cuclillas y comenzó a llorar. La verdad que desde las tribunas no se escuchaba nada, silencio completo, salvo por el llanto del Menchito. Pobre Mencho se había metido un gol en contra. ¡Y qué golazo en contra! ¡No sé si te dije que la clavó en el ángulo!. Fue hermoso, lástima que no lo hizo para nosotros. Pero volviendo al llanto,,, nos partió el alma pobre pibe. Lo tuvimos que aplaudir, aunque tengo que reconocer que me costó hacerlo después de la semejante macana que se había mandado. No dilucidábamos por qué lo hacíamos. Quizá por inercia, quizá porque sabíamos que el partido recién empezaba y que el equipo lo iba a poder remontar, es más se lo empatamos en la última jugada, un 2-2 que nos costó el no poder ganar el campeonato. Quizá lo aplaudimos porque el pibe nos había dado mucho y no dejaba de ser un chiquilín, o quizá ya que lo supimos entender al pendejo.

Yo lo aplaudí porque sabía de éste temita de su controversia goleadora. Y  porque a fin de cuentas, así era el Mencho.