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Aguilar sufrió la condena pública de los hinchas de River

El momento del voto de José María Aguilar se convirtió en una “probadita” de la condena popular y el escarnio público que perseguirá cada uno de sus pasos. Aguilar, como todo ciudadano de está ciudad de Buenos Aires, concurrió a votar a la escuela que le tocó en el Padrón electoral. La misma, ubicada en la avenida Triunvirato y la calle Nahuel Huapi, fue el escenario ideal para que varios hinchas Millonarios le recordaran a Josema que hizo.

 

[caption id="attachment_26595" align="aligncenter" width="480" caption="Aguilar, al momento de votar. Recibió insultos y escupitajos."][/caption] Aguilar bajó de su auto, un VW Vento, con una chalina y anteojos oscuros, buscando disimular quien es. Ante la consulta de un medio importante, aseguró que no era quien es, el ex presidente de River, el máximo responsable del descenso institucional Millonario que se convirtió en descenso deportivo el pasado 26 de junio.

Sólo, escondido, con vergüenza, ingresó a la escuela pública Nº 6 Coronel Olavarría. Tenía en la mano un libro de autoayuda ¡Qué paradoja, Josema! Vestido con una campera, admitió su identidad y se excuso ante los medios: “Perdoname, sólo vengo a votar y no doy entrevistas”.

Aquellos que lo divisaron, lo escupieron. Lo insultaron y la fila donde aguardó, como uno más, el momento de ingresar al cuarto oscuro fue un tormento. “Vota a Macri, hijo de puta”, fue lo primero que le gritaron.

Detrás de él y como un guiño irónico o una muestra de lo que será su vida de aquí en más, un chico con el pantalón de River lo miraba irritado, esperando, eligiendo tal vez cómo herir a esa persona que seguramente detestará, como los catorce millones de hinchas que hoy tiene River y que hoy sufren cargadas insólitas y se preparan para vivir un torneo desconocido. Ellos son quienes le recordarán a Aguilar qué hizo.

Inmediatamente, la paranoia de Aguilar lo llevó a darse cuenta que ya sabían quien era. Sacó un libro, se puso a leer. Lo único que veía eran los ojos que, como puñales, se le clavaban en la nuca. Se le hacían carne al pasar. Esos ojos que le profusan un odio terrible y de condena, de martirio, de culpa. En definitiva, de Justicia.

El tipo que vació a uno de los clubes más grandes de la Argentina y que no tiene -¿tendrá?- castigo alguno por lo que hizo era “repudiado” por la gente. Sí, quizás Aguilar no termine preso, pero su vida será un calvario. El escarnio público será constante y jamás podrá olvidar qué hizo porque millones se lo recordarán. Incluso esos que no hayan vivido su presidencia. El apellido Aguilar será mansillado históricamente en la gloria de River. Ese será su castigo.

Una vez que emitió su voto, se fue. Custodiado por cuatro gendarmes. Como un criminal. Perdón, como lo que es. “No tenés cara, ladrón”, “sos hincha de Boca”, “mirá a dónde nos mandaste, hijo de puta”, fueron algunas de las frases que escuchó y que escuchará.

Al irse esbozó un “Yo no le debo nada a nadie, es injusto que me traten así”, lanzó. ¿Es injusto? ¿Te parece Aguilar? No te confundas, el repudio público, los insultos, el no poder ir tranquilo a ningún lado más, el saber, vayas a donde vayas lo que hiciste, es la sensación más cerca de Justicia que los hinchas de River sentirán. No le quites también eso.

El momento del voto de José María Aguilar se convirtió en una “probadita” de la condena popular y el escarnio público que perseguirá cada uno de sus pasos. Aguilar, como todo ciudadano de está ciudad de Buenos Aires, concurrió a votar a la escuela que le tocó en el Padrón electoral. La misma, ubicada en la avenida Triunvirato y la calle Nahuel Huapi, fue el escenario ideal para que varios hinchas Millonarios le recordaran a Josema que hizo.

 

Aguilar, al momento de votar. Recibió insultos y escupitajos.

Aguilar bajó de su auto, un VW Vento, con una chalina y anteojos oscuros, buscando disimular quien es. Ante la consulta de un medio importante, aseguró que no era quien es, el ex presidente de River, el máximo responsable del descenso institucional Millonario que se convirtió en descenso deportivo el pasado 26 de junio.

Sólo, escondido, con vergüenza, ingresó a la escuela pública Nº 6 Coronel Olavarría. Tenía en la mano un libro de autoayuda ¡Qué paradoja, Josema! Vestido con una campera, admitió su identidad y se excuso ante los medios: “Perdoname, sólo vengo a votar y no doy entrevistas”.

Aquellos que lo divisaron, lo escupieron. Lo insultaron y la fila donde aguardó, como uno más, el momento de ingresar al cuarto oscuro fue un tormento. “Vota a Macri, hijo de puta”, fue lo primero que le gritaron.

Detrás de él y como un guiño irónico o una muestra de lo que será su vida de aquí en más, un chico con el pantalón de River lo miraba irritado, esperando, eligiendo tal vez cómo herir a esa persona que seguramente detestará, como los catorce millones de hinchas que hoy tiene River y que hoy sufren cargadas insólitas y se preparan para vivir un torneo desconocido. Ellos son quienes le recordarán a Aguilar qué hizo.

Inmediatamente, la paranoia de Aguilar lo llevó a darse cuenta que ya sabían quien era. Sacó un libro, se puso a leer. Lo único que veía eran los ojos que, como puñales, se le clavaban en la nuca. Se le hacían carne al pasar. Esos ojos que le profusan un odio terrible y de condena, de martirio, de culpa. En definitiva, de Justicia.

El tipo que vació a uno de los clubes más grandes de la Argentina y que no tiene -¿tendrá?- castigo alguno por lo que hizo era “repudiado” por la gente. Sí, quizás Aguilar no termine preso, pero su vida será un calvario. El escarnio público será constante y jamás podrá olvidar qué hizo porque millones se lo recordarán. Incluso esos que no hayan vivido su presidencia. El apellido Aguilar será mansillado históricamente en la gloria de River. Ese será su castigo.

Una vez que emitió su voto, se fue. Custodiado por cuatro gendarmes. Como un criminal. Perdón, como lo que es. “No tenés cara, ladrón”, “sos hincha de Boca”, “mirá a dónde nos mandaste, hijo de puta”, fueron algunas de las frases que escuchó y que escuchará.

Al irse esbozó un “Yo no le debo nada a nadie, es injusto que me traten así”, lanzó. ¿Es injusto? ¿Te parece Aguilar? No te confundas, el repudio público, los insultos, el no poder ir tranquilo a ningún lado más, el saber, vayas a donde vayas lo que hiciste, es la sensación más cerca de Justicia que los hinchas de River sentirán. No le quites también eso.