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A River lo condenó su irregularidad

En una nueva edición del superclásico del fútbol argentino, los dirigidos por Ramón Díaz fueron derrotados por 1 a 0 en Núñez frente al equipo de Carlos Bianchi.

Con un monumental colmado solo de hinchas de River, donde no entraba más un alfiler, se llevó a cabo la edición número 186 del superclásico del fútbol argentino. El partido que paraliza a la ciudad, el partido que paraliza al país, el de resonancia mundial. El partido que no se puede perder, el que hay que ganar. Porque es ése el encuentro que define el humor de los próximos días de  la mayoría de los fanáticos del futbol.

A diferencia del partido con San Lorenzo donde River se supo inferior y salió de esa manera a disputar el clásico, esta vez, los millonarios salieron desde el minuto 0 a llevarse por delante al rival. Al minuto de juego los dirigidos por Ramón Díaz ya habían pisado el área rival. Tan solo iban disputados cinco minutos cuando River tuvo su primera aproximación. Con un Lanzini intratable, con los desbordes de Carbonero y Vangioni, y con la soltura de Teo para sumarse al circuito de juego, los primeros 20 minutos del equipo de la banda demostraron que un solo objetivo tenían en la cabeza, ganar.

Pero enfrente había un rival, el de toda la vida, que esperando atrás supo como lastimar. Con escasas aproximaciones al arco de Barovero, no inquietaba demasiado. Hasta que en una jugada asociada con un desborde de Martínez que Balanta no pudo cerrar, Gigliotti anticipó a un Maidana que parecía estar en un cumpleaños y puso en ventaja a los de la ribera. Luego del gol visitante, lo que había mostrado River hasta ahí, no se volvió a apreciar.

Lanzini, que estaba intratable, se apagó. Y así se apagó todo River. Ledesma, que supo ser el eje, el conductor, el alma de este equipo, desapareció. Impreciso con los pases, lento en la marca, quien parecía ser titular indiscutido hoy no está demostrando tal condición. Y a pesar de contar con un Rojas que se sacaba la pelota de encima y un Carbonero que no encaró mas, los locales  generaron situaciones como para lograr la igualdad.

Para la segunda mitad Ramón Díaz, debido a la lesión de Maidana, mandó al campo de juego a Ponzio como lateral, otro que se sacó todas las pelotas de encima con miedo, y River se terminó de descontrolar. Ya sin mostrar nada de juego asociado  se dedicó a llenar a puro centros el área de Orión. Mientras que los visitantes, en esta segunda parte, no pasaron ni una sola vez la mitad de cancha.

River generó, River llegó, River produjo situaciones, pero  no convirtió. Y Boca, de las tres que tuvo, metió una.  A esa simple oración se reduce toda la cuestión. Porque los dirigidos por Ramón merecieron mucho mas, merecieron ganar. Pero el futbol, se sabe, no se trata de merecimientos. Se trata de meter la pelotita adentro del arco, cosa que Gigliotti hizo y River no. Porque las que tuvo el colombiano fueron tapadas por Orión, la que tuvo Andrada la desperdicio y la que tuvo Mora se estrelló en el palo. Boca convirtió la que tuvo y en River ni Lanzini, ni Teo, ni Andrada, ni Ponzio, ni el uruguayo pudieron convertir las que tuvieron.

Era el partido que todos querían ganar, como sea, en el que no importaba jugar bien. Y este River irregular hizo justamente lo contrario. Porque  jugó bien en varios momentos del partido, pero no ganó. Y cuando queda medio campeonato en juego, los 10 puntos que lo separan de la punta parecen dejarlo fuera de la pelea. Pensar hoy en el campeonato es una utopía, aunque se sabe que en estos torneos cortos ganando 3 partidos seguidos te prendes en la lucha nuevamente. Y eso es lo que hay que buscar, lograr la mayor cantidad de puntos posibles y hacer la campaña más digna que esté al alcance. Eso sí, hay que dirigir todos los cañones al torneo internacional en el cual seguimos con vida. Porque se perdió con el acérrimo rival y es una herida que tarda en cicatrizar. Pero que debe ser curada si o si con la clasificación a la semifinal, otra no hay.