Nada de causa natural, nada de resbalones ni paros cardíacos, según la persona que lo acompañaba, a Ramón Aramayo lo mató la policía haciendo alarde de su injustificable y lamentablemente célebre brutalidad.
No fue el único error de la policía, que falló de manera adrede en el operativo de seguridad, permitiendo que los barras de Vélez Sarfield llegaran a la autopista 25 de mayo que pasa sobre la calle Reservistas Argentinos (acceso único para los hinchas de San Lorenzo). Desde allí los miembros de “La Pandilla” comenzaron a apedrear a las columnas de simpatizantes azulgranas, afortunadamente sin tener demasiada puntería ya que no hubo heridos graves que lamentar tras ese enfrentamiento.
Indudablemente hay una participación decidida en la omisión de las fuerzas de seguridad. El encargado del operativo no fue siquiera capaz de darse cuenta que faltando solo 10 minutos para el comienzo del encuentro, la popular local se encontraba deshabitada ¿Dónde podían estar?
El partido comenzó como si nada, luego de un par de situaciones de gol, llegó un tiro libre a favor de Vélez que jamás se pateó. Algún periodista apresurado habrá pensado que se trataba por un proyectil arrojado en la nuca de Pablo Migliore, exagerado como de costumbre por el arquero. Sin embargo en la popular visitante, los hinchas y sobre todo, los barras, ya se habían enterado de la muerte de Ramón Aramayo, de 36 años.
La segunda hipótesis errónea fue adjudicarle a los barras de Vélez la muerte del muchacho. Si bien el grueso de la gente tardó un poco más en enterarse de la falsedad de la teoría, un grupo lo sabía desde el inicio y por eso los cánticos empezaron a dirigirse en contra de la policía y las pedradas eran fundamentalmente en contra de las mismas fuerzas de “seguridad”.
Patético era ver a un conjunto de 50 policías y una camioneta parados alrededor del cuerpo de Aramayo intentando cubrir su desmadre. La ambulancia recién llegó a las 5 de la tarde, unos 40 minutos más tarde del choque. Claro, ya era una ambulancia de la morgue, la que además confirmó que Aramayo tenía politraumatismos (¿por el paro cardíaco?). Inmediatamente el hombre de 17 años que acompañaba al cadáver le hizo saber a los medios que por allí estaban, que lo había matado la policía.
Según su testimonio, Aramayo (que no era ningún pichón) se econtraba fumando un cigarrillo de marihuana en Barragán al 200, cuando un policía se le acercó para pedir que le entregue la droga, el sujeto se resistió y comenzó una trifulca entre los que allí estaban (que ya venían cargaditos tras el bombardeo de los hinchas de Vélez Sarfield desde la autopista) y los policías; a uno se le fue la mano.
“El operativo se realizó con normalidad” dijo Nestor Rodriguez, jefe de prensa de la Policía Federeal y agregó “si hay gente que no sabe disfrutar de una tarde de deporte no es nuestra responsabilidad”. A ver, cuando una persona que estaba dentro de la cobertura del operativo muere, no se puede decir semejante barbaridad ni lavarse las manos de esa manera. El operativo falló y no hay lugar a dudas de eso.
Existen versiones que vinculan a Aramayo con Guille Pereyra, el jugador de San Lorenzo. Este reportero pudo ver como el futbolista se arrimaba al alambrado de la platea y pedía desesperado a un conocido suyo que le confirmara si su hermano estaba bien. En ese momento, el periodista Diego Díaz, le pedía encarecidamente al jugador que el partido se suspediera dada a conocer la muerte. Efectivamente, el hermano de Pereyra estaba bien y sin problemas, sin embargo, según una información de Radio Continental, el fallecido también era conocido del futbolista.
Los medios hegemónicos se encargaron de apuntar sus cañones hacia la descompensación del fallecido, e hicieron constante hincapié en las heridas de los 6 policías, no así en la muerte de Aramayo. Otros le cayeron encima a los dirigentes por apostar a la paz entre semana, cuando la cuestión está pura y exclusivamente en las barras bravas y su relación carnal con la policía federal.
De cualquier forma, la historia es terrible. Este fútbol que tanto nos gusta no puede ser disfrutado plenamente por este tipo de situaciones. Ni por causa natural, ni por enfrentamientos de barras o policías, el deporte puede ser sinónimo de muerte. Todo lo planificado falló, y hay gente que debe pagar por su responsabilidad en el asunto.
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