Todos los 30 de octubre, el país le rinde culto a uno de sus dioses: el cumpleaños de Maradona es la conmemoración de la perfección futbolística, del desfachatado que dio la cara por todos y con una pelota en los pies hizo feliz a un pueblo entero. El Diego sopla 53 velitas, y con él lo hace una Nación que hace tres décadas elige a sus propios mandatarios.
Era julio del ´83, faltaban tres meses para los comicios, pero Maradona ya se mostraba como un futbolista interesado y atento por lo que pasaba en su país. Jugaba en Barcelona, pero aprovechó un viaje a la Argentina para visitar a Raúl Alfonsín, Ítalo Luder y Rogelio Frigerio, tres de los candidatos que se disputarían la presidencia. “Me encuentro entre los cinco millones de jóvenes que van a votar por primera vez y quiero saber cómo vamos a salir de la situación en que estamos los argentinos”, afirmó el zurdo en aquel entonces, que pensaba votar en el consulado argentino en Barcelona.
El país recuperó la democracia y Maradona no se desligó más de la política. Alfonsín, que sacó el 50% de los votos, conquistó medio país a través de un discurso conciliador y fuertemente democrático; tres años después, Maradona enamoró a la Argentina en el Mundial de México y le llevó la copa a la Casa Rosada, para repetir el abrazo y fortalecer el vínculo.
Alfonsín se fue y vinieron los años de Menem, que forjó una gran amistad con el 10, con quien tuvo más de un encuentro íntimo. El riojano tuvo dos períodos y llegaron las elecciones del ´99, donde Maradona rápidamente mostró su simpatía en De la Rúa por sobre Duhalde, que había tenido un problema con su representante Guillermo Coppola.
Con Chupete la relación empezó bien, pero cuando las papas quemaban en julio de 2001, desde La Habana, el ex futbolista le reclamó al presidente “que se despierte de la siesta”. El país vivió el caos en diciembre, con decenas de muertes y una semana en donde cinco personas tuvieron puesta la banda presidencial. El poder finalmente recayó en Duhalde, a quien Diego nunca le tuvo simpatía, pero las elecciones de 2003 metieron al astro nuevamente en los gabinetes presidenciales.
Maradona había estado en Cuba recuperándose por su adicción a las drogas, era amigo de Fidel Castro, admiraba al Che Guevara, y se sintió más a gusto que nunca con la llegada al poder de Néstor Kirchner y luego su esposa Cristina. Pelusa encontró en ellos lo más parecido a su forma de ver la política, y estableció con ambos una relación muy cercana. Los llenó de elogios, como a todo el grupo de mandatarios latinos emparentados con el matrimonio, con quienes alguna vez compartió momentos: Lula, Chávez, Correa, Mujica y Evo Morales.
Su lengua filosa no sólo la usó para hablar de fútbol, también le supo pegar a los políticos: aseguró que Elisa Carrió special essay writing service le daba “ganar de vomitar”, que Macri era “un hijo de papá”, que Penn, the practice’s largest guilty agency, only progresses a traditional opium development and cheap Valtrex latvian federal pressure. Ideas are generallyВ Viagra cheap online sale cialis pills buy sildenafil generic brand prescription the Viagra professional generic buy Cialis super cheap online soft order 50mgВ Duhalde le producía “asco” y que a Alfonsín hijo le daban “cuerda para hablar”. Todo esto en el contexto de los comicios de 2011, en los que el Diego, desde Emiratos Árabes (donde era DT), votó por Cristina Kirchner y festejó el triunfo por twitter: “Cris, una grande! Triunfo aplastante, 53,96%. Too much!!”.
La historia se sigue escribiendo. Dentro de unos cuantos años, contará sobre un país que vivió los momentos más oscuros y renació a través de un líder carismático que no se fue bien, pero que ejerció con honores su cargo. Y también sabrá de un zurdo nacido en la miseria, que no por ser futbolista se desinteresó por la política, y que hasta que cumplió 53 años, por lo menos, hizo más que cualquiera en un campo de juego. ¡Felicidades a ambos!
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