Advertencia: fanáticos a ultranza de la belleza del Barcelona abstenerse de leer esta nota.
La discusión se instala gracias a los mismos jugadores, los técnicos y todas las charlas de café que giran en torno a la ausente pelota. A falta de la inyección de fútbol semanal, no queda más que resignarse a ver partidos europeos o filosofar sobre las carencias y virtudes del nuestro. Es en ese momento en el que tipos como Juan Román Riquelme nos invitan a reflexionar acerca del rendimiento del equipo campeón del último Apertura.
¿Juega bien Boca? Sin terminar cayendo en lugares puramente subjetivos y relativos, el trabajo que propone Rock ‘N Ball es diferenciar los tantos. El equipo de Falcioni, el Uruguay de Tabarez, el Barcelona de Guardiola y el Real Madrid de Mourinho practican el mismo deporte de maneras distintas, pero tienen algo en común: todos juegan bien.
Entonces habrá que definir qué es jugar bien, intentando sacar los denominadores comunes de estos equipos. Podremos decir que son sólidos, que dan la sensación de que siempre van a ganar, que les convierten muy pocos goles y que más allá de los 11 nombres que salgan a la cancha, uno puede tener certeza de cómo va a jugar cada equipo.
Esto tiene Boca, un arquero afianzado (y otro que pide pista), cuatro defensores que comparten una misma identidad, sin demasiado lujo, alejados lo más posible de Piqué y Vidic pero de gran inteligencia práctica y entendimiento mutuo, con lo que logran ser casi impenetrables para los ataques rivales. Un mediocampo que sale de memoria con jugadores que ocupan el puesto en el que jugaron toda su vida, que mayoritariamente tienen más de 30 años y que desde que son profesionales tienen la misma función dentro de una cancha. Un enganche variable, que puede ser Riquelme o Chavez, pero que siempre está libre de hacer lo que se le antoje, debido a la solidez del resto del equipo y los relevos en la mitad de la cancha, y finalmente dos delanteros, que suelen ser un número 9 clásico y un incansable trotamundos que le tira centros.
Lo llamativo en todo esto es que Boca salió campeón rotando su once inicial a fuerza de lesiones constantemente. Es en este punto en el que los xeneizes completan su evolución hacia un equipo superior. No sólo los titulares saben de qué va la idea de Falcioni, sino que cada uno que entra cumple perfectamente con su rol como si hubiese disputado todos los partidos del torneo. Si en lugar de Erviti juega Colazo, nadie parece afligirse, lo mismo con Ledesma y Rivero o Cvitanich y Blandi.
Boca juega bien porque todos sus futbolistas condensan una sola idea, lo cual trae solidez, confianza y equilibrio. La duda entonces ya pasa por otro lado: ¿Boca brilla?
Acá si se ven los subjetivismos, pasiones y fundamentalismos. Jugar lindo es otra cosa. Destellar, encandilar y sacar sonrisas pasa por un tema de gustos. Te gusta o no el dulce de leche, te gustan o no los equipos que salen jugando de abajo. Es que no hay dudas de que el Barcelona tiene un juego bello, atractivo y lo mismo con el Real Madrid, ¿pero Boca? Los bosteros juegan bien y ganan, son una fortaleza, pero ¿le sacan una sonrisa a los que no son hinchas de Boca?
Lo que pasa es que el gusto puede definirse como la cercanía a la verdad de la milanesa que cada uno crea. Más allá de algún taquito atrevido de Erviti o un pase magistral de Riquelme, los de tendencia lírica dirán que Boca juega feo y los que creen que el fútbol es un deporte de roce y así se debe ganar, estarán encantados. Cada uno tiene una idea madre sobre lo que es el fútbol y a partir de allí dirá si un equipo que pasa por su lado es lo suficientemente lindo como para darse vuelta y mirarle el culo.
Y usted, ¿pagaría una entrada para ver a Boca?
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