Todos los 1º de mayo en la Argentina y en varias partes del mundo se festeja el día del trabajador. Para la gran mayoría, este feriado es un alivio, que encima este año cayó en la mitad de la semana, haciéndolo casi perfecto. Pero para el deporte en sí, y más específicamente el automovilismo, esa fecha desde hace 19 años significa algo más: aquel domingo, ingresando en la quinta vuelta del GP de San Marino, sufría un accidente mortal Ayrton Senna, el considerado por muchos como el mejor piloto de la historia de la máxima. El brasileño se estrellaba a más de 200 Km/h (nunca quedó claro si fue por una falla mecánica o error humano, esto último algo poco probable en el brasileño) contra el cercano muro del curvón Tamburello, primera curva del trazado de Ímola.
Ese fin de semana fue sin dudas el peor de la historia. El viernes, en la tanda de entrenamientos, un por entonces joven Rubens Barrichello (a bordo del Jordan-Hart) levantaba vuelo antes de la última chicana del circuito y se golpeaba fuertemente contra las gomas de contención, terminando volcado a un costado de la pista. Increíblemente, el piloto solo sufrió fracturas en su brazo derecho y tabique, pudiendo volver a correr en la siguiente carrera.
Con ese grave accidente sufrido el día anterior, comenzaba la actividad del sábado. En clasificación iba a pasar lo que nadie quería ver: el austríaco Roland Ratzenberger, que participaba por tercera vez en un Gran Premio, recorría la salida de Tamburello cuando un spoiler delantero de su Simtek-Ford se desprendía, generando la perdida absoluta de adherencia y de control del coche, por lo que continuó derecho contra las defensas a más de 300 Km/h. A pesar de que la cédula de seguridad no sufrió graves daños, la desaceleración fue tan brusca que el piloto de 34 años (vaya paradoja, misma edad que Senna) sufrió fractura de la base del craneo, provocándole la muerte en el acto. La Fórmula 1 volvía a sucumbir ante la muerte tras 12 años, cuando era Ricardo Paletti el accidentado en la largada del GP de Canadá, en 1982 (no se cuenta el accidente sufrido en 1986 por Elio de Angelis en Paul Ricard, Francia, ya que fue en una prueba privada del equipo Brabham). Lamentablemente, no iba a ser la última…
El domingo 1º de mayo, a pesar de todo lo acontecido el día anterior, se ponía en marcha el XIV Gran Premio de San Marino. El poleman era Ayrton Senna, que había logrado la pole en las dos anteriores carreras, aunque sin haber terminado en ninguna de ellas. Esta era la oportunidad que buscaba todo el equipo Williams para resurgir, en un comienzo de año que no les había sido nada favorable.
Según varios testigos de aquel día, el tricampeón del mundo no se sentía cómodo corriendo luego de lo acontecido el sábado. Es conocida la charla que tuvo con Sid Watkins, el por entonces responsable de la parte médica de la categoría, tras el accidente fatal de Ratzemberger. En aquel cruce de palabras, Senna se largó a llorar en el hombro de Watkins. El doctor, amigo de Ayrton, lo indujo al retiro, diciéndole: “¿Qué más necesitas hacer? Has sido campeón mundial tres veces, eres obviamente el piloto más rápido. Déjalo y vamos a pescar”. Senna, resignado, le contestó “Sid, hay ciertas cosas sobre las que no tenemos control. No puedo retirarme, tengo que seguir”.
En medio de un ambiente completamente tenso comenzó la competencia. En plena largada, otra vez la fatalidad pasó cerca del “Enzo y Dino Ferrari”: JJ Letho, piloto finlandés, no pudo hacer arrancar su monoplaza y se quedó parado en la recta. Varios pudieron esquivar al Benetton, con la salvedad de Pedro Lamy, quien a bordo del Lotus se lo llevó puesto. El fortísimo accidente provocó que varias partes de los coches (incluidos dos neumáticos) fueran prácticamente eyectados hacia las tribunas, ocasionando lesiones leves en nueve personas.
Inmediatamente, el Auto de Seguridad (que en ese año se implementaba por primera vez) hacía su ingreso en la pista, donde permanecería hasta la vuelta tres. En el reinicio, Senna (que no había perdido la primera posición) hacía diferencia sobre Michael Schumacher, su gran rival durante ese 1994, tras los retiros de Alain Prost el año anterior, y de Nigel Mansell, dos años antes. Al terminar la cuarta vuelta, el hombre nacido en San Pablo 34 años antes de aquel día se disponía a recorrer la curva Tamburello, a la que lamentablemente no pudo sortear… Las hipótesis que siempre se manejaron sobre el accidente fueron varias: una indica que el Auto de Seguridad recorría muy lentamente la pista, lo que hacía que los autos enfríen sus neumáticos, perdiendo adherencia. Esto habría provocado la perdida de control del coche por parte del brasileño. Otra (la más reconocida) hablaba del corte que habría sufrido la barra de dirección del FW16, la cual ese fin de semana había sido modificada por los mecánicos, luego de que Senna acusara cierta incomodidad.
Lo que si se reconoce es lo siguiente: a pesar de lo fuerte del accidente, a Senna no lo mató el impacto en sí, sino que fue una barra de la suspensión delantera la que, tras el choque, se desprendió y golpeó de lleno el característico casco amarillo con vivos azules y verdes, provocándole la rotura del craneo, y la muerte instantánea. Así, se despedía de este mundo “Magic”, aquel que con su velocidad y tenacidad hacía delirar al publico, ya sea durante los sábados (en los que dominaba) o el mismo día de competencia, como lo fue en Donington, en 1993, o en 1988 en Japón, cuando tras quedar 14º remontó y se llevó el titulo, o las tantas veces que venció en Mónaco (6), record que aún sigue vigente.
Son solo algunos ejemplos de un hombre que dejó una huella imborrable en el ambiente, gracias a todo lo que hizo dentro y fuera del coche, pero así también por este fatal accidente (sumado al de Ratzenberger), ya que provocó un antes y un después en la historia de la categoría. La integridad de los pilotos pasó a ser lo primordial en la construcción de los coches y circuitos, dejando como resultado que desde entonces no se registraran más muertes, siendo el actual el periodo más largo de la historia sin decesos en la máxima categoría. Accidentes como los de los BAR en Bélgica a fines de los 90, o el de Robert Kubica en Canadá 2007 dan cuenta de ello. Esperemos que ese fin de semana, de hace ya 19 años, haya sido el último trágico. Las cosas se están dando para que esto no vuelva a suceder, pero en un deporte de riesgo todo puede pasar…
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