El Indio lo hizo de nuevo, aunque esta vez fue un poco más allá. Confirmó que es la figura más transgresora del rock local. Detrás de ese mito de hombre iluminado, misterioso, calculador y demás adjetivos impuestos también existe un alma que con 62 pirulos acuesta lleva a la práctica aquella teoría de que cuanto más añeja es la bebida más rica sabe.
De la clandestinidad a la bohemia, de escribir el “Delito americano” a quemar las horas en su nicho de Parque Leloir. Dicen que el Indio cambió, que ya no es lo que era. ¿Y cómo no hacerlo?. Ahora puede salirse del protocolo: dedicarle un tema a su hijo Bruno, tomarse su tiempo y presentar uno por uno a los Fundamentalistas del Aire Acondicionado, agradecer el aguante desinteresado de los redonditosdeabajo.com.ar. Luego de cometer todas esas licencias que podrían tildarse como las de un gagá, es capaz de escupir un “Queso Ruso” sin antes advertir que los marines están rompiendo nuevamente las pelotas por algunos estados, lanzarte una “Murga de la Virgencita” para cuidar a las pendejas de las periferias de las canalladas de algunos adultos y romperle el corazón a otros tantos, y porque no también a los revolucionarios de cartón, con “To beef or not to beef”.
Con el tiempo el personaje va cediendo espacio a la persona. Y al mismo tiempo va ganando autenticidad, libertad y también intriga. Y eso no es menor. ¡Qué alguien de esa edad todavía produzca intriga no es algo menor!,¡ especular con lo que puede llegar hacer!. ¿Cuánta chispa hay en tu cerebro loco aún?. Celebro a este nuevo Indio (si es que así vale llamarlo). Al menos es honesto entre tanto pomelo dando vueltas u hombres que ayer soñaban ser héroes y ahora cobran un sueldo, como diría el viejo Symns. Hacia ellos.
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