En este 2018, no era tarea simple para Ghost la de mantenerse en el mismo nivel que el mostrado en “Meliora” (2016), pero con su nuevo disco, “Prequelle”, consiguieron elevar aún más la vara musical. Sus diez canciones son un viaje experimental absoluto, donde la banda elige un tono más reflexivo y muestra por primera vez su cara más electrónica, quedando claro que no son los prejuicios los que comandan sus acciones.
El primer paso de la nueva etapa de Ghost fue lanzar el excelente “Ceremony And Devotion” (2017), registro en vivo de lo que fue la gira presentación de su anterior disco por los Estados Unidos. El siguiente fue ponerle fin a la era del Papa Emeritus Zero, terminando definitivamente con el linaje, preparando para el reinado al particular Cardenal Copia quien todavía debe ganarse la pintura y el título de Papa Emeritus IV.
En palabras del mismo Tobias Forge: “Él no es todavía el jefe. Es solamente el cuidador. El Cardenal es un inferior respecto a la figura del Papa. Todavía tenemos al Papa Emeritus Zero, pero está en pleno proceso de transición. Necesita enseñarle al Cardenal a convertirse en Papa, a ganarse su pintura”.
El camino hacia el reino del infierno es largo, pero lo cierto es que “Prequelle” funciona a la perfección en todas sus variantes y le permite al conjunto sueco mostrar toda su elasticidad dentro de una propuesta que se encuentra siempre en constante renovación.
El recorrido es bastante lineal, tomando como inspiración la peste negra que azotó a Europa durante el siglo XIV, con la idea de un pueblo que -lejos de los palacios, donde se escondían los reyes- toma las calles para divertirse como si fuese literalmente la última noche.
El puntapié inicial lo da “Ashes”, canción instrumental que logra crear una atmósfera muy oscura y apocalíptica. Pero el estallido inicial recién se produce con el metal clásico de “Rats”, siendo el muy pegadizo riff el hilo conductor de un tema por completo apto para cualquier radio y destinado al éxito.
Las ratas, propagadoras de la enfermedad durante esos años de horror y muerte, representan la podredumbre moral y física de una sociedad, algo que tranquilamente podría aplicarse a lo que se vive hoy en el mundo.
Con “Faith” lo que se abre es un camino un poco más luminoso, donde las guitarras atacan a toda velocidad en una estructura más rockera. El peso no lo pierden nunca, pero existe una continuidad entre esta melodía y la anterior, planteando la idea de una ópera metal que desdibuja sus límites incesantemente.
La voz de Tobias Forge se luce por completo -la realidad es que nunca falla desde el primer disco hasta el día de hoy- y el cierre con el coro macabro y el órgano le da un toque perverso a una pieza lineal.
Es justamente ese tramo final el que justifica la existencia de un tema tan reflexivo y doloroso como “See The Light”, en la que el frontman se encomienda en cuerpo y alma a aquella persona que ama.
Desde las cuerdas llegan mensajes más bien pesados, pero son esporádicos y apenas si sazonan un edificio sorpresivamente romántico y más cercano a la balada metal que a una canción típica de Ghost. La voz cruda del Cardenal domina la escena y el uso de los sintetizadores es muy eficiente debido a su sutileza y oportunidad.
Manteniendo el recorrido por la ciudad en decadencia, “Miasma” y “Dance Macabre” forman un tándem bastante contundente en lo visual y sonoro. Es muy fácil visualizar la orgía pública, el desenfreno en los prostíbulos y bares, la caída de la civilización en pos de tener un último momento de placer.
La primera es por completo instrumental, con el sentido metalero de una banda más liviana como Europe en los riffs y punteos agudos y el teclado estridente, amalgamando también al saxofón que le imprime una vibra blusera con un solo magistral en el cierre. Pero en la segunda invierten la ecuación, volviendo al rock más clásico -con cierto acercamiento al hair metal- en el que la lírica se vuelve a encontrar más que nunca en el centro de la escena.
El joven e inexperto Cardenal Copia consigue elevarse nuevamente hasta el cielo, pidiéndole dulcemente a la persona que ama el poder estar juntos toda la noche y morir bañados en la luz de la luna.
Los primeros segundos de “Pro Memoria” habían sido presentados extra-oficialmente hace algunos meses, en el segundo de los videos donde se podía ver la presentación del sucesor del Papa Emeritus Zero. La prolijidad digna de un ritual religioso cruza de principio a fin los cinco minutos y 39 segundos de duración, con un momento inicial invadido por el piano de cola y una base intrépida que navega entre lo analógico y lo digital.
La guitarra y el bajo ingresan con tranquilidad, sabiendo cuando golpear, pero sin quitarle el protagonismo a la calidez que nunca deja de llegar desde las teclas y también los violines que se suman para musicalizar una ceremonia tan triste como real.
En una continuidad perfecta, “Witch Image” grafica a la iglesia mientras se consume en las llamas con todos en su interior cometiendo todos los pecados posibles con una sonrisa. Las guitarras surcan la melodía con punteos implacables, oscilando entre el rock y el metal, aunque sin elegir bando de manera muy clara.
Este híbrido con influencia medieval -una que se extiende a lo largo de todo el disco, si es que todavía no quedó en claro- es la marca de que el fin ha llegado, que no hay palacio o divinidad capaz de salvar a la humanidad del fatal destino a la que está condenada para poder limpiarse.
Los sonidos característicos del mencionado medioevo se hacen más presentes que nunca en “Helvetensfonster”, una nueva exploración despojada de vocales que transita por la música barroca y el heavy metal, utilizando una vez más a los sintetizadores como punto de conexión con la modernidad.
El último track es “Life Eternal” y funciona como una despedida agridulce, manteniendo la estructura ceremonial clásica: Tobias le canta al amor eterno -volviendo a superar el plano corpóreo, una idea siempre vigente en sus letras- en soledad con las suaves notas del piano, esperando a que la batería y el órgano se superpongan.
La belleza de los acordes de la guitarra ayudan a crear el clima perfecto para quien se está alejando de su cuerpo lentamente, consumido por la peste negra, pero sonriendo por la certeza de que la vida apenas está comenzando.
El cuarto disco de estudio de Ghost es una prueba de su audacia, de que Tobias Forge y sus Nameless Ghouls están siempre dispuestos a ir más allá del metal pesado y progresivo. Muchos dirán que “Prequelle” no posee el peso suficiente como para ser considerado dentro de esos géneros, pero estarán sin lugar a dudas equivocados. A veces lo que importa no es el peso de las guitarras, sino el de las decisiones y en esto los suecos acaban de obtener un máster.
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