Un viernes 13 de febrero de 1970 salía a la luz el primer disco homónimo de Black Sabbath. Lejos de ser casualidad tan particular día, no es ningún secreto la tendencia al género terrorífico en su música y en sus letras. Pero, ¿qué hay detrás de este disco pilar del Heavy Metal? ¿Cómo lograron llevar un género, hasta entonces literario y fílmico, hacia la música?
Corría el año 1968. En Birmingham, una banda llamada Earth comenzaba a establecerse. John Michael Osbourne, “Ozzy” en voz. Terrance Michael “Geezer” Butler, era el bajo. William Thomas “Bill” Ward, la batería y Frank Anthony Iommi, “Tony”, la guitarra.
Influenciados por grupos ingleses como Cream, The Yardbirds, The Who; y también por grupos estadounidenses como Blue Cheer, Vanilla Fudge y Jimi Hendrix, le dieron una entidad propia a su sonido. Alejándose a la moda contemporánea del hippismo y el “flower power”, le sumaron a su música la afición que sentían por el terror y el ocultismo.
Los hechiceros y su (perfecta) fórmula del terror
Para diciembre de 1969 sacaron “Evil Woman”, su primer sencillo, a través de Fontana Records con el nuevo nombre “Black Sabbath” para la banda, ya que el nombre Earth era usado por otra agrupación. Luego, en febrero del año siguiente, sale su primer disco homónimo.
La construcción musical de Black Sabbath se asienta en riffs potentes y demoledores, a veces llevados por la guitarra y otras por el bajo, sumados a una batería pesada que casi siempre sigue al riff antes que proveer una base lineal. Por otro lado se destacan letras terroríficas, unas más otras menos, con temas recurrentes como el diablo o Lucifer, espíritus y hechiceros, la muerte o un mundo devastado por la raza humana. Letras interpretadas por la hipnótica voz de Ozzy Osbourne.
La carta de presentación es nada menos que la canción titulada con el mismo nombre que la banda y el disco: “Black Sabbath”. Un comienzo con lluvia, truenos y tormenta, con una campana eclesiástica a la que, después de unos segundos, se le suma la banda con un riff de tres notas y acompañado por la pesada batería.
En esas tres primeras notas aparece el tritono que luego se repetiría durante toda la canción (detalle destacable ya que es el intervalo musical de notas que produce mayor disonancia. El mismo estuvo prohibido en la edad media por siniestro y se lo llega a nombrar como “el diablo en la música”. Este intervalo musical es recurrente en el Heavy Metal y sobre todo en la música de Black Sabbath).
Al riff le sumaron una letra tétrica compuesta por Ozzy y Butler, quien tiempo después aclaró que se trataba de una advertencia hacia las prácticas satánicas, contrariamente a lo que manifestaban las denuncias hechas sobre la canción.
Pero no es posible hablar de la música de Sabbath sin nombrar primeramente el accidente sufrido por el guitarrista Tony Iommi, algo que resultó una arista determinante para el sonido de la banda. Cuando tenía 17 años, Iommi trabajaba en una metalúrgica donde se cortó con una prensa la parte superior del dedo mayor y anular de su mano derecha.
Estuvo a punto de abandonar la guitarra si no hubiese sido porque un amigo le mostró a Django Reinhardt (músico de jazz que perdió la movilidad en dos dedos a causa de un incendio). Este accidente contribuyó a que mejorara su técnica en cuanto a las estiradas, los vibratos, las ligaduras y el uso del dedo meñique; Y a que realizara algunas modificaciones en su guitarra, como, por ejemplo, usar cuerdas de menor calibre, en un primer momento cuerdas de banjo, y una afinación más baja, dejando así menos tensión en el instrumento y mayor maleabilidad de las cuerdas.
La guitarra usada por Tony Iommi en el disco fue una Gibson SG Special, salvo en la primera canción grabada, “Wicked World”, incluida en la reedición de 1996, que la hizo con una Fender Stratocaster que se rompería, por lo que tuvo que grabar el resto del disco con la SG.
A partir de allí, se convirtió en su viola de cabecera. La guitarra de Tony Iommi a lo largo del disco revela un sonido filoso y distorsionado por momentos, logrado gracias a sus micrófonos P90 y a un Booster conectado entre la SG y las válvulas de su amplificador Laney. El Booster es un tipo de pedal que aumenta la señal emitida por la guitarra, y en este caso lograba saturar las válvulas del amplificador creando distorsión.
Cuando Iommi baja el volumen y, con ello la saturación de las válvulas, se destaca un sonido mucho más grueso y nítido en su guitarra, acompañando así los momentos de matices bajos en las canciones.
A la guitarra bajada de tono se le acopló el bajo de Geezer Butler. El aporte de éste último es sumamente definitorio para la banda. Al igual que muchos otros bajistas, comenzó su estudio musical tocando la guitarra pero, ante la negativa de Iommi de tocar con otro guitarrista, decidió cambiar su Telecaster por su primer bajo, un Fender Precision. Éste fue el primer bajo eléctrico con éxito comercial en la historia, característico por su sonido gordo y redondo proporcionado por sus micrófonos doble bobina.
Geezer cita a Jack Bruce como principal influencia. Como guitarrista tenía poco conocimiento de la técnica para tocar el bajo, hasta que vio al bajista de Cream y supo que debía tocar el bajo con los dedos. Geezer Butler junto a su Precisión Bass logró que el bajo sea una parte fundamental de Sabbath, con un estilo y sonido único, muy particular con su golpe combinado con su amplificador Laney de 70 watts.
Creador de varios riffs con Iommi, también fue uno de los primeros en utilizar un pedal de Wah-Wah enchufado a las 4 cuerdas. Un buen ejemplo es “N.I.B.”, cuarta canción del disco.
Pero el aporte de Geezer Butler no termina en el bajo únicamente. Él es el compositor de casi todas las letras de Black Sabbath, complemento irrefutable del aspecto terrorífico que buscaba la banda. Butler estuvo muy influenciado en su adolescencia por escritores relacionados al género. Escritores como Aleister Crowley, famoso ocultista (entre otras cosas) del Reino Unido, y H.P. Lovecraft, reconocido escritor de terror, quien fue el inspirador de “Behind The Wall Of Sleep”. Luego de leer el relato del mismo nombre, Geezer Butler soñó la letra y el riff que luego serían parte de la canción. Una letra que habla de visiones en sueños y la muerte.
Entonces, a las letras compuestas por Butler se le añade la voz de Ozzy Osbourne, un tenor ligero que luego de superar una dislexia en su infancia y, después de escuchar “She Loves You” de The Beatles a sus 14 años, decidió dedicarse a la música.
Abandonó la escuela, pasó por varios empleos e incluso por la cárcel como consecuencia de algunos robos. Tuvo su primer banda llamada “Rare Breed” junto a Geezer Butler, donde comenzó a desarrollar su voz. Su registro particular es inconfundible, agudo y metálico, debido a la gran cantidad de armónicos que logra en cada nota con su voz. Por este motivo, se acopla al sonido (con sus disonancias) del resto de la banda, generando un “todo” que hace a la magnificencia de Black Sabbath. Más allá del legado que pudo haber dejado junto a Sabbath y a su posterior carrera solista, Ozzy es una influencia indiscutible en cuanto a voces se trata. Es admirado por todo el mundo, no solo del Heavy Metal, por su técnica vocal.
Por último, no menos importante, esta el aporte en batería de Bill Ward. Aprendiendo desde niño con una clara primera influencia del jazz, con tipos como Buddy Rich o Louie Bellson (la canción “Warning” del disco es un buen ejemplo), sin dudas se convirtió en una de las personas más influyentes en su instrumento mostrándose como la fuerza motora de Black Sabbath.
Bill Ward logró acompañar los potentes riffs de Iommi y Butler de una manera totalmente novedosa para la época. Por momentos pesado, por momentos sutil, y hasta haciendo uso de los silencios junto con notables fills, muchas veces parece que la batería sigue al riff de la canción y no al revés. Es por esto que Ward inició una cátedra en el rock, llegando a ser uno de los mejores bateristas de la historia y llenándose así de elogios de todo tipo, de fanáticos y de propios colegas.
El arte de la mujer malvada
También a la música y letras aterradoras del disco se le suma una portada y un inserto que no se quedan atrás. En la tapa aparece una foto sacada por Marcus Keef, que con su negativo superpuesto logró colores llamativos y, por supuesto, la misteriosa figura femenina en el centro (los miembros de la banda dicen que no estaba allí cuando la foto fue tomada). En el inserto original se lee el poema “Still Falls The Rain” junto a una cruz invertida y un collage de imágenes chocantes, con árboles oscuros, estatuas acéfalas y animales muertos.
Todos estos componentes convergieron en un disco infaltable en cualquier colección de rock, convirtiéndose a lo largo de estos 50 años en objeto de estudio, halagos y alabanza.
Black Sabbath marcaría un antes y un después en la historia del rock y de la música, y un punto de partida en la historia del Heavy Metal. El álbum fue grabado en dos días con un bajísimo presupuesto, pero, a pesar de las malas críticas, tuvo gran aceptación del público tanto en Estados Unidos como en el Reino Unido.
La banda volvería rápidamente a los estudios en junio de 1970 aprovechando el pequeño éxito para perfeccionar su estilo y sonido. En septiembre sacaron su disco más exitoso, “Paranoid“. El mismo llegó al puesto número uno en el Reino Unido y fue la consagración del grupo. Es una declaración de principios y un asentamiento al sonido propuesto en su anterior trabajo. “Paranoid” es un disco de culto e, indudablemente, uno de los mejores de todos los tiempos. A partir de allí comenzó una historia que nunca dejó de escribirse.
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