A finales de 1980, el mundo quedó entumecido por la muerte de John Lennon y “Double Fantasy” se convirtió automáticamente en un réquiem involuntario. Las tres semanas que separaron su lanzamiento con el asesinato fueron utilizadas para soportar una catarata de críticas musicales. Mientras el duelo se convertía en desasosiego, resonaba con fuerza el interrogante sobre el destino del material descartado por el músico durante las grabaciones del disco.
A 40 años de su lanzamiento, en Rock and Ball recordamos el último álbum oficial del ex Beatle: “Milk and Honey“. Un bálsamo para el desamparo de los fanáticos que con el tiempo prefirieron olvidar.
Lennon y Ono atravesaban una etapa prolífica con publicaciones conjuntas y proyectos en solitario. Incluso horas antes de que Mark Chapman le dispare cinco veces frente al hotel Dakota de Nueva York, la pareja se encontraba en el estudio mezclando la pista “Walking on the thin ice”, que sería incluida en la placa “Season of glass” (1981). En varias entrevistas radiales de la época (inclusive el mismo día del asesinato) hablaron sobre el deseo de continuar haciendo música juntos y afirmaron estar a mitad de camino de lo que sería su próximo LP.
En términos discográficos, 1984 fue un año de éxitos: Prince seguía pisoteando a la ortodoxia y lanzaba su obra más popular, “Purple Rain“; la osadía de Queen con el video de “I want to break free” (The Works) generaba revuelo en Estados Unidos y en contrapartida un éxito apabullante en los charts británicos; por su lado, Van Halen hacía de las suyas dándole la bienvenida al rock electrónico con “MCMLXXXIV” -lamentablemente el último con la formación original-.
Yoko Ono entendía que el suplicio de los fanáticos, el tormento de la orfandad, solo se podía paliar con la publicación de material inédito. Pero su vínculo con el entorno que había acompañado a John durante sus años como solista no era el mismo. Al momento de editar Milk and Honey decidió romper la relación con el productor David Geffen y comenzar una nueva etapa en Polydor Records, pero el costo de no incluir en los créditos al ingeniero de grabación Jack Douglas le terminaría costando una demanda por dos millones de libras esterlinas y la clara apariencia de que sus propósitos no coincidían con los del autor de “Imagine” y “Give peace a chance”.
El primer disco póstumo de John Lennon, lanzado el 27 de enero de 1984, fue recibido con expectativa y rápidamente decayó en el desencanto. La incógnita que acechaba era contrafáctica y retórica: ¿Hubiese Lennon publicado las mismas canciones? ¿Las decisiones de su pareja fueron acertadas?
Unas viejas anotaciones del músico durante la conformación del demo, darían cuenta de que sus intenciones artísticas no fueron tomadas en cuenta a la hora de producir Milk and Honey. La idea original era que “Nobody told me” integre el disco “Stop and smell the roses“, publicado por Ringo Starr en 1981, pero Yoko prefirió utilizarlo como primer sencillo del álbum; “Borrowed time” debía incluir un solo de trompeta de Herb Alpert, una perlita que la historia nos robó; según John, “I’m stepping out” necesitaba un bajo más pesado y “I don’t wanna face it” debía bajar varias revoluciones para asimilarse con el coro de Chuck Berry en “Havana Moon”. Ideas, deseos, correcciones, pretensiones que quedaron en el papel.
Las decisiones deliberadas de Yoko Ono fueron determinantes durante la etapa de producción
La placa contiene doce canciones divididas en partes iguales y una portada semejante a la de su antecesor, con el detalle de estar en color. La foto era una toma alternativa de las sesiones de Double Fantasy tomadas por el recientemente fallecido Kishin Shinoyama. El nombre del álbum fue una idea de Yoko y tiene dos significados: en las Sagradas Escrituras se hace referencia a la tierra de la leche y la miel como el lugar al que uno va después de morir; y por otra parte, es una expresión común entre los que desean emigrar a los Estados Unidos (parece que el slogan de la tierra de las oportunidades quedó obsoleto). A diferencia de los registros del ex Beatle, las canciones de ella tuvieron la dicha de ser regrabadas por los músicos que habían participado en Season of glass, otorgándoles modernidad y un dejo de esperanza comercial.
A cuatro décadas de su publicación, “Milk and Honey” sigue siendo una evocación latente de la ausencia. Una despedida difusa de uno de los artistas más influyentes de la historia. El resultado ante el reclamo de los fans por escuchar una vez más la voz de su ídolo. Tal vez no haya sido lo que significó “Blackstar” en el legado de David Bowie, pero será eternamente el regalo de escuchar a John Lennon en el estudio haciendo lo mejor que le salía. Y eso se agradece.
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