Agosto 2020

Jóvenes en orquestas escuela: la construcción de una identidad en zonas vulnerables

Organizaciones brindan apoyo a través de la música a chicos y chicas en un contexto lleno de carencias.

Foto de PxHere

La música como modo de resistencia y expresión. Este concepto se plasma en las orquestas juveniles de zonas vulnerables y se lo lleva como bandera. La idea de estas escuelas viene a despertar una identidad colectiva central y fundamental. Se involucra ahí la construcción de una comunidad y un sentido de pertenencia. Además, se devuelve un derecho vulnerado: el acceso a la cultura. Democratizar el arte, esa es la cuestión.

El Centro Artístico Solidario (CASA) es un centro de enseñanzas gratuitas a niños, niñas y adolescentes que existe hace nueve años. “Éramos un grupo de cuatro estudiantes de la UCA, de distintas carreras. Empezamos a hacer un voluntariado y hacia el final, decidimos que queríamos seguir con el proyecto”, comentó Mailen Ubiedo Myskow, una de las creadoras de CASA. La idea inicial de la escuela era enseñar música clásica y popular; que fuera como un conservatorio.

La universidad nos hizo nexo con Gustavo Carrara, uno de los curas villeros de la 1-11-14 y nos prestaban la estructura de la iglesia para que podamos enseñar. En ese momento, era un galponcito, ahora es una mega escuela”, contó Mailen. Después de dos años de asentarse en Bajo Flores, CASA también abrió una nueva sede en Villa Soldati a través del Instituto Nuestra Señora de Fátima, donde hacen un trabajo en conjunto con la escuela.

Foto de Revista Gente.

Por su parte, la orquesta La Pandilla se creó en el contexto de la Fundación Isla Maciel, una organización comunitaria que ya lleva 12 años en el barrio. “Hacemos distintas acciones en relación a un proyecto integral de la infancia: la orquesta está en ese marco”, expresó el director de la fundación, Claudio Freda. La referencia fue el programa nacional de coros y orquestas infantiles y juveniles que comenzó en el país en 1998. Originalmente, no eran una organización elegible para el programa, ya que el proyecto del Ministerio de Educación se implementaba en escuelas, pero buscaron alternativas.

En 2017, comenzaron las primeras reuniones: se juntaron varias organizaciones y se armó una mesa de trabajo por La Pandilla. El objetivo era restituir la orquesta del barrio (ya que la que había, por parte de la Universidad Nacional de Avellaneda se mudó a Wilde) y poder tener una en la fundación. El 1° de agosto de 2018, salieron a las calles del barrio con los instrumentos en mano para atraer a los alumnos. A la semana, ya habían completado el cupo de 25 integrantes que tenían como límite.

Uno de los primeros pasos que tuvieron que dar ambos centros fue la compra de los instrumentos. En La Pandilla se pudo acceder a ellos mediante un recital que brindó Miguel Ángel Estrella a beneficio en el Teatro Roma en 2017. Así, pudieron adquirir los de cuerda. Para conseguir los de viento, recurrieron a donaciones particulares y al apoyo de algunas instituciones como el Colegio de la Ciudad, SADAIC, AADI, el colectivo de artistas de la música (como Mavi Díaz o Teresa Parodi), entre otros.

Orquesta La Pandilla.

Desde CASA, los directores aportaron sus instrumentos viejos. Después, redactaron proyectos para distintas entidades públicas y privadas. Con el primero que ganaron, compraron la orquesta de cuerdas completas. A partir de esa compra, se pudo empezar la convocatoria de docentes y alumnos.

Uno de los puntos fundamentales de estas instituciones es la democratización de la cultura. Que los chicos y chicas que participan tengan la oportunidad de hacer algo relacionado al arte y que puedan encontrar un modo de expresarse. “En las escuelas de gran cuota mensual, se refuerza la educación con arte y deporte: son dos pilares que apoyan y aportan a otro tipo de inteligencia. En general, no se cumple esto en las escuelas que pueden acceder estos chicos”, admitió Mailén. Asimismo, refuerza la idea de que, a pesar de que en Argentina hay institutos gratuitos de música (como conservatorios), muchos de estos jóvenes no saben de su existencia. Según Mailén, CASA puede ser también un nexo: “El hecho de poder acercarle un instrumento gratis, que lo pueda estudiar y que vaya a clases a la vuelta de su casa, sin necesidad de que ningún familiar lo lleve: eso despierta una vocación que hace que después pueda llegar a un conservatorio o que simplemente pueda irle mejor en la escuela”.

Aunque el principal objetivo de estas escuelas es generar un espacio de contención, también se producen otros avances en el crecimiento de los niños, niñas y adolescentes que participan. Desde la orquesta La Pandilla, buscan enmarcar el proyecto en el desarrollo integral de las infancias: mejorar su aprendizaje desde la enseñanza musical y también su socialización. A la vez, generar un sentido de pertenencia entre los jóvenes. En CASA, estos cambios -especialmente a nivel educacional- se vieron plasmados gracias a su colaboración con el Instituto Fátima. Mailén contó que evidenciaron casos de chicos que no se podían vincular con sus pares, que no podían concentrarse o que se portaban mal: en todos vieron cambios positivos. “Además, muchos se abrieron y contaron problemáticas de violencia, abusos o falta de comida”, agregó.

Claudio Freda también remarcó la importancia el rol de la orquesta en la comunidad. La Pandilla brindó diversos conciertos en Isla Maciel, lo que hizo que los vecinos puedan tener acceso a la música y que los chicos muestren su arte. En paralelo, se presentaron en el Teatro Roma con artistas reconocidos como Mavi Díaz, Patricia Sosa y Eruca Sativa. “Fueron protagonistas absolutos y eso también resignifica el lugar de las infancias en su barrio. Es reivindicar la cultura local a través de la música. Porque es una sinfónica que también toca “Bombón Asesino” o rock and roll.  El acceso a derechos y es central en la dimensión del desarrollo, acompañado. Entonces, ahí se inscribe la orquesta”, admitió.

Foto de Revista Gente.

El futuro parece ser cada vez más incierto, pero ambas escuelas no dejan de proyectar y plantear objetivos. En CASA, planean obtener la personería jurídica (una cuenta y nombre legal) para poder trabajar como una entidad y así recibir más dinero. De esa forma, podrían generar más convenios y establecer otras unidades. “Nuestro sueño es poder tener una sala teatral en el barrio. Por lo menos en el Bajo Flores. En el sur no hay muchas salas que tengan una idea del under y dónde ensayar”, dijo Mailén. Con esta estructura, no solo podrían impartir las clases en lugares más preparados a nivel sonoro, sino que permitiría que los vecinos de la 1-11-14 puedan acercarse, escuchar obras y que otros grupos se puedan presentar.

En La Pandilla buscan completar su orquesta. Actualmente, está reducida a 25/30 alumnos y quieren que participen entre 60 y 80. “Para eso, necesitamos estar en el marco de un programa que permita financiarnos, porque vamos a necesitar más docentes (actualmente hay tres profesores que enseñan dos instrumentos cada uno)”, admitió Claudio. Además, dijo que si bien plantean al proyecto dentro de la lógica del desarrollo integral, quieren el grupo forme y promueva la música popular. “Queremos involucrar otros elementos de la música popular, como instrumentos de viento del norte argentino”, concluyó.

Pandemia

Con la pandemia y el confinamiento obligatorio, se evidenció aún más las dificultades que atraviesan los jóvenes de zonas vulnerables. Tanto Claudio como Mailén coinciden en que no todos los chicos tienen un teléfono, y muchos que sí no pueden acceder a la conexión. Desde ambas escuelas, se hace un acompañamiento y seguimiento de la situación de las familias. “No queremos que lo que generamos se rompa, es importante la proximidad y el vínculo que se generó este tiempo. También, queremos que los pibes y las pibas tengan la oportunidad de seguir haciendo algo que le gusta, más en este contexto”, manifestó Claudio. Mailén, por su parte, aclaró que en CASA hoy la prioridad es que estas familias tengan acceso a comida y productos de higiene. Para eso, los profesores brindan clases particulares a quien quiera por un valor de 500 pesos. “Cada 15 días vamos a los barrios a llevar comida. El presupuesto es alto: en ese lapso tenemos que juntar 50 mil pesos”, afirmó.