Argentina es un país donde cada artista que viene se siente completamente valorado y quienes vienen desde Europa o USA no pueden creer la energía y pasión con las que se vive un show en suelo nacional. Eso es algo que sucede desde siempre, y que enorgullece al público local, pero lo que no sucede desde hace mucho, es el fenómeno que se da a partir de las cámaras y celulares dentro de los lugares de los conciertos. Esa posibilidad de retratar al artista para llevarse el momento con uno, está cada vez más arraigada y está matando al contacto directo del músico con su público. Parece exagerado, pero créanme que no lo es.
Sorprende mucho ver una foto panorámica de cualquier recital y descubrir que quizás el show está pasando enfrente nuestro, y uno está mirando la pantalla, y viendo por ese cuadrado, a su vez, a esa persona admirada, pero con la diferencia de que esta vez esta ahí, a pasos. Por primera vez no lo tenemos en un streaming o en un disco, lo tenemos frente nuestro, y estamos perdiendo ese momento único, para tenerlo en video toda la vida. Pero esa grabación no le hará justicia real a lo que fue ese lugar, en esa noche donde esa banda cantó nuestro tema preferido y estuvimos ahí viviéndolo ¿Pero estuvimos? En teoría si, pero apuesto lo que sea que si se hiciera una encuesta sobre momentos puntuales de un show, las personas que filmaron no recordarían la cantidad de detalles que sí tienen grabados en la mente los que simplemente se dedicaron a mirar y admirar el momento.
Es muy loco lo que pasa con el teléfono y la dependencia que nos genera, esto es algo que en todos los ámbitos de nuestra vida se presenta, y es notorio, pero si encima esto ocurre en la -única e irrepetible- noche de un show que esperamos meses, del que costó mucho sacar la entrada para estar adelante de todo y ver cada mueca y detalle que el artista nos regale… ¿Vale la pena mirarlo a través de una pantalla? ¿Aislándonos de esa forma? Porque claro, cuando filmamos no es sólo apuntar la cámara, porque si no enfoco bien, el video no vale la pena, entonces tengo que estar a cada instante mirando que esté direccionada y que no se mueva demasiado, y mientras tanto el momento está pasando, y no estamos siendo partícipes. Ni hablemos de las fotos, claramente acá no se habla del fotógrafo de prensa, acá se habla del fan, el que con tal de sacar una foto se pierde del entorno irrepetible que lo rodea, porque quienes lo hayan hecho saben que cuando se sacan fotos en recitales jamás te acordás de esa canción completa y de cada cosa que sucedió sobre el escenario durante ese intento de retratarlo todo. Porque la foto no sale como la queremos para mostrarle al mundo, entonces sacamos una, y otra, y antes que nos demos cuenta los 3 minutos de canción, o de cercanía, se terminaron, y tenemos grandes fotos, pero… ¿Podemos decir que disfrutamos ese instante como deseábamos desde que sacamos la entrada, con todas esas ansias acumuladas?
Puede ser un debate muy amplio que tenga gente a favor y en contra, todos con muy buenas razones, pero no deja de ser muy llamativo este comportamiento. Si piensan en los últimos shows que presenciaron, esta imagen planteada seguramente la vieron repetidas veces, o mismo lo hayan hecho alguna vez. Quizá sería tiempo de volver a valorar al artista que está frente a nuestros ojos regalándonos la música que amamos, y que deseamos escuchar en vivo tantas veces. Y poder pensar que ese recital tan imaginado, se tiene que vivir al 100000% cuando finalmente ocurre, porque de eso se trata. Tan simple como eso. Hay que vivirlo con la intensidad que se merece, para que el día de mañana, alguien que no haya estado ahí, y que sólo lo haya podido ver en videos, no pueda decirnos que entiende mejor que nosotros lo que fue esa noche única que nos tuvo presentes. Porque nada le puede ganar a la sensación de haber estado en ese lugar, disfrutando cada detalle, en vivo y en directo. Orgullosos de que nadie nos lo contó.
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