El 12 de julio Constanza Santos estaba amamantando a su hijo cuando dos oficiales mujeres de la policía se acercaron y le dijeron que no podía dar la teta en un lugar público. La arbitrariedad de las fuerzas de seguridad no es nueva, y como país hubo momentos donde la hemos sufrido con mayor crudeza. En este caso, no hay arbitrariedad: el machismo que recubre la situación particular, y a la institución policial en una instancia macro, es lo que preocupa, alerta e importa.
No es arbitrariedad porque, más allá de que no existe ley que prohíba amamantar en espacios públicos y con este razonamiento, la prohibición de alimentar al hijo entra en colisión con el mandato de que la mujer debe ser madre. La estructura se visibiliza y deja de lado el azar, la acción es correlativa a un marco regulatorio, a una coherencia que tiene un nivel de abstracción naturalizado. Este hilo que une el rol de la mujer es el mismo que limita dónde puede ejercerlo y hasta qué punto; el mismo que limita qué parte del cuerpo puede mostrar en la vía pública, no vaya a ser cosa que ofenda o caliente a alguno.
Las tetas libres, sin corpiño, y afuera de la remera son, hoy en día un límite. Insinuar, por su parte, no. Es festejado y es visto como positivo. El “hasta donde” del escote no lo ponés vos, mujer: lo pone él, hombre. El cuerpo desnudo está relegado e íntimamente ligado a la idea de dignidad: queda reservada para la pareja, para el otro en un momento privado. Nuevamente, las dos esferas colisionan. El cuerpo que se muestra sin ropas en contextos dónde más de una persona pueda admirarlos conlleva una idea de impureza y dialoga con la culpa cuando ese mismo cuerpo no es respetado.
El cuerpo aparece una vez más como una instancia receptiva, sujeta y esclava de un orden que se esconde detrás de una ideología invisibilizada y se hace manifiesta cuando ocurre la disrupción más “legítima” (en sus propios términos). ¿Qué tan cabeza de termo y machista acérrimo hay que ser para pensar en prohibirle a una madre darle de comer a su hijo por hacerlo en un lugar público? Los altos niveles de coerción para acatar una norma social que no tiene asidero en el sistema legal toman más presencia cuando los contextos políticos son más afines a dichas estructuras.
Sí es violento: Constanza Santos no fue respetada. Si existiera una ley, habría que sacarla. Pero ese no es el punto porque el nudo de la cuestión recae en que una vez más esa música de fondo que te hace pensar dos veces en ponerte una remera que te marca las tetas es reproducida por el policía que no te permite amamantar en la calle; por el supuesto “piropo” que no es más que acoso verbal; porque no tenemos aborto legal, seguro y gratuito; porque pensás que el pene del hombre tiene que ser grande; porque siempre hay un “él” que maneja el cómo, el cuándo y el dónde; porque constantemente son detenidxs ilegalmente, golpeadxs y asesinadxs el colectivo LGBTQ; porque constantemente estamos negándonos a reflexionar dos minutos si no estamos haciendo algo que ayude a que todo esto siga pasando.
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