Llegaron las ocho décadas. Cumple años, algo más que un monumento. Cumple años un templo sagrado para les hinchas de Boca, una pieza de historia, de esas que tienen archivos y anécdotas de sobra. Las cuales pueden percibirse con nitidez, a través de sus extensos y ahora coloridos muros.
Y, les hinchas de Boca, se permiten decir que es este es uno de esos casos, en los que el efecto emocional de cualquier narrativa, invocada seguramente por alguna pasión difusa, pierde sentido. Es innecesario acumular versiones de un relato, que se recicla bajo sus propias reglas. No, en absoluto. Ni siquiera lo intenten.
Aunque a veces, aparezcan personajes hambrientos de notoriedad, con extravagantes ideas de mudanzas o jubilaciones, el legado de esta gigantesca casa común siempre logrará imponerse. Puesto que es imposible poner en jaque, a tamaña expresión popular.
Goles, títulos, fotos, curiosidades y una interminable lista de proezas. Se dan cita cada vez que este inmenso hogar, abre sus puertas. Con cada latido, con cada estrella. Sus tribunas, hoy vacías, pero nunca en silencio. Dan cuenta de su valor inconmensurable.
Asistir regularmente a dicho hogar, lamentablemente, en la actualidad más que un derecho, es un privilegio. Sin embargo, tomar dimensión de su grandeza, aunque sea por unos minutos, es gratuito y tremendamente gratificante. El poder contemplarla, presencial o remotamente, es un placer del cual nadie debería privarse.
Basta visualizarla, para atisbar una parte de su gran todo. Para reconocer, casi instintivamente, que no se trata de una cancha cualquiera. Se trata de un punto de encuentro, para las almas que se identifican con un escudo pintado de azul y oro, como estilo de vida.
Eterna e iluminada por su gloria. Es el entero, confundido con mitad por su aspecto. Es la amiga que te quiso, cada vez que no te quisiste a vos mismx. Es el fervor que no distingue contextos. Es el fragor de una batalla sucia, olorosa, extranjera y desprolija. Es el rincón ideal para poner en pausa a la demandante realidad.
En este momento, aguarda con tranquilidad el futuro. Porque se sabe ganadora, se sabe eufórica y falible, se sabe hermosa, se sabe respetada por sus enemigos, se sabe protegida por sus ídolos, se sabe imponente, se sabe valiente, se sabe familiar, se sabe única e inigualable. Se sabe hoy y para siempre, un templo legendario. ¡Feliz 80º aniversario, Bombonera!
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