Corría el año 1826 cuando a Joseph Nicéphore Niépce se le ocurrió hacer historia: inventó la cámara fotográfica. Revolucionario objeto que modificaría la vida de más de uno, la cámara de fotos fue evolucionando en calidad y diversidad de modelos hasta convertirse en el respetado elemento de trabajo con y del que vive mucha gente.
Ahora, esto no se consideraba así ni por casualidad en sus tiempos bebé. Y esto sucedía por 2 cosas: primero, porque con el tiempo la cámara se fue volviendo barata (épocas muy lejanas, evidentemente) y cualquiera podía sacar fotos -lo que más tarde se llamó la “democratización” del arte-; pero principalmente porque se creía que todo el trabajo lo hacía el aparato, y no la persona. Años más tarde, la fotografía es un arte más que respetado y del que muchos quieren hacer gala (basta entrar 5 minutos a Facebook).
Pero es otro lado al cual apunta este texto. Revisemos lo siguiente: hoy día, géneros como la música electrónica o lo que mezclan los DJ’s son destrozados por aquellos músicos ‘bien’ o rockeros “puros” que no soportan lo que se viene o aquello distinto a lo suyo, descalificándolo al decir que ni siquiera es música. El argumento principal es que la máquina hace todo y el Dj sólo tiene que pinchar y tocar botones.
Muy recordado es el episodio protagonizado por Pappo y DJ Dero en Sábado Bus, en el que el Carpo acusaba a los Dj’s de “tocar 3 botones y decir que hacen música”.
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Tal vez tenga un poco de razón y no tanto: no se le resta mérito, en absoluto, a aquellos que han sabido adiestrar un instrumento y desde allí hilvanar las más hermosas melodías -y menos Pappo. Sin embargo, el mezclar música o dominar una máquina siempre va a tener su “toque humano”, se quiera o no (el día que las máquinas fabriquen solas su propia música realmente estaremos en el horno). Ya Pink Floyd respondía a las críticas cuando se les señalaba que sólo hacían música mediante artefactos, a lo que ellos contestaban: “Si tan fácil es, vení vos y hacé música”. Será fácil (¿será fácil?) pero hay que saber hacerlo.
Por otro lado, el componer mediante aparatos o programas, los básicos al menos, los que se pueden sacar en la computadora, tiene un costo increíblemente menor. Imaginemos por un instante un/a sujeto que quiere desarrollar su arte, que tiene buen oído, y no se puede costear ni el instrumento ni clases particulares. Sin embargo, tiene acceso a aplicaciones que le permiten armar y programar loops y ritmos copados. ¿Se le/la puede juzgar por eso? ¿Se puede denigrar a esta persona por hacer este tipo de música? Evidentemente no. Y en un mundo con más de siete mil millones de habitantes, un caso como el que acabo de describir debe existir.
Por ende, lo que propongo es que a los géneros nuevos les demos el tiempo que les corresponde. No caigamos en el mismo error que los que denigraron a la fotografía como arte menor, o ni siquiera, sólo porque cualquiera podía hacerlo o porque supuestamente “todo lo hacía el aparato”; ni subestimemos los recursos que tiene porque ignoramos los resultados que podría tener a futuro.
Hoy por hoy, personas como David Guetta están sonando por todos lados -más allá del apoyo de la prensa- y ni hablar del último disco de Daft Punk. Por lo que, si llaman la atención, es para por lo menos tenerlos en cuenta. No sea cosa que cometamos el mismo error de generaciones que por ver una máquina en el medio no pudieron contemplar el alcance que dichos materiales dieron después. Como sucedió con el tango y el Rock, o como Virus dentro del Rock, no es criminal aquel que trata de hacer música y no tiene una guitarra colgándole en las manos.
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