Con la muerte de Pablo Escobar en el final de la segunda temporada de Narcos, todos creímos que la serie había llegado a su fin, no sólo por ser muy inexacta en su desarrollo durante el relato del apogeo y derrumbe del capo narco más importante de la historia, sino también por el papel errático de Wagner Moura (Tropa de Elite) encarnando al colombiano más famoso del mundo.
Sin embargo, con el season finale de la segunda temporada, la DEA le pregunta a Javier Peña (Pedro Pascal) “¿Qué sabes sobre el cartel de Calí?” abriendo paso así a un nuevo capítulo en la historia.
Narcos, con todas las apuestas en contra, encuentra su mejor forma en esta temporada; dispara la trama hacia otro ángulo dentro del mundo del narcotráfico, incluyendo nuevos actores y nuevas formas de llevar un cartel; Cali ofrece un circuito más glamoroso y cómplice con el gobierno alejándose de la conflictiva y confrontativa manera que tenía el de Medellín a la hora de mantener su imperio.
El complejo entramado del cartel más lujoso de Colombia tiene 4 puntas que manejan todo, un jefe más politíco Gilberto Orejuela (Damian Alcazar) a la cabeza del cartel, Miguel Rodriguez (Francisco Denis) la cabeza organizativa, y por fuera del vínculo familiar estaban Pacho Herrera (Alberto Ammann; argentino de Córdoba), hombre de acción y desde Nueva york el Chepe SantaCruz Londoño (Pepe Rapazote), nexo entre el cartel y los distribuidores en el país americano.
Ese armado que sostenía un imperio multimillonario empieza a debilitarse cuándo Gilberto decide anunciar que operarán 6 meses más en el negocio y luego se entregarán a la justicia, con quién ya han hecho un trato, para purgar una condena mínima y luego poder quedar en libertad y así gozar de su fortuna mal habida.
Es allí donde se desata el ojo mismo del huracán, los aliados del cartel del valle, con Henao Julián Arango) a la cabeza, temen que los entreguen y que el negocio se pierda, por lo que deciden tomarlo por asalto para quedárselo todo.
En el otro lado del espectro Javier Peña busca articular con la DEA una solución al conflicto que no se asemeje a lo que fue la cacería sin cuartel contra Pablo Escobar; en parte sostenida financieramente por el negocio de Cali, ahora en retirada.
Sin dudas, estos contrapuntos de violencia por parte del cartel del Valle, y de estrategia politíca y policial por parte de la DEA y el gobierno colombiano, son lo mejor que se ve en esta serie original de Netflix.
Lo que no se entendía en temporadas anteriores es claro en esta tercera entrega, cada personaje tiene un desarrollo que se cree exacto y las similitudes con los hechos como sucedieron la hace casi calcada a la historia, lo que permite a la serie ganar no sólo en veracidad sino también en tensión real.
Sin dudas Narcos crece a todo nivel en esta tercera parte; un poco por no contar con la inmensa sombra de Pablo Escobar dentro de la trama y además por la increíble dirección de la historia durante toda la entrega, sin dudas muchas veces la tensión es tanta que ni disolviendo el nudo que la genera podemos escapar de ella.
Otro tema a entender, pero no menor, es que podemos ver esta temporada sin haber visto las dos anteriores, en un repaso de 5 minutos antes de comenzar tendremos el contexto suficiente para poder entender lo que se viene.
Sin dudas Narcos llegó para quedarse y para contarnos (cada vez mejor) el mundo del narcotrafico y sus avatares, sus referentes en apogeo y en su caída, cuenta historias que ya son comunes hoy en día pero en el contexto de la trama eran harto novedosas.
Si querés enterarte como llega la droga a todos lados desde hace ya décadas y como los gobiernos, los ciudadanos y hasta celebridades colaboran para que eso suceda, entonces Narcos es tu opción.
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