“Es un acto de resistencia y una joda hermosa”, adelantaba Rodrigo De la Serna sobre el Yotivenco a RockAndBall en la antesala al show del Ópera Orbis. El concierto, que fue la despedida de “Estilos criollos”, tuvo un repertorio que el cuarteto formado por Rodrigo, Blas Alberti, Fabio Bramuglia y Juan Díaz Hermelo viene perfeccionando desde hace dos años.
El show es un repaso por distintos géneros, diferentes épocas y diversos paisajes de Argentina y zonas aledañas. “Una patria que no reconoce fronteras políticas”, refería De la Serna, el portavoz de la noche, sobre el recorrido de cultural que harían por más de dos horas.
“Gracias por estar aquí, con el frío que hace y con el dólar por las nubes…”, decía el cantante antes de arrancar con la milonga campera “En blanco y negro”. La velada sería música y algo más, pues entre tema y tema, las presentaciones y alguna pequeña anécdota hacían reír y emocionar al público.
“Estamos calentando recién y paradójicamente estamos llegando al final de este espectáculo”, bromeaba el artista antes de arrancar con el segundo tema de la noche. En la primera parte del espectáculo pasarían las milongas “Del consorcio”, de Edmundo Rivero, “Milonga de mis amores”, de Pedro Laurenz, el tango “Pucherito de gallina”, y la chamarrita “Tardecitas Estuleras”, que De la Serna dedicó a su abuelo Toto porque le recordaba a las tardes que su antepasado disfrutaba en el hipódromo aposando a los burros.
Todos en Argentina saben lo que es el lunfardo. Pero en pleno show, al notar la presencia de una estadounidense, antes de comenzar justamente con “Milonga lunfarda” -segunda de Rivero de la noche- el vocalista quiso explicarle a la extranjera su significado: “Do you know de meaning of lunfardo? Le estoy explicando acá a la compañera de Washington DC sobre lo que vamos a tocar: The lyrics are in lunfardo, the argentinian slang”.
Luego pasaría “Mozo guapo” de Alberto Castillo y Ricardo Tanturi, para darle lugar a un homenaje a Alfredo Zitarrosa, que comenzaría con el tema más romántico de la noche, “Que pena” y seguiría con una chamarrita, pero no cualquiera. La elección, más allá de la bella música y que se trata de un clásico, tenía que ver con un consejo: “mi profesión me dio la posibilidad de pisar alfombras rojas y estar en el roce con personajes de mucho glamour. Pisé mucho barro. Demasiado. Cuando uno anda por ahí se puede perder y obnubilar un ratito. Vaya esta canción para todas las almas extraviadas”, expresó De la Serna antes de comenzar “Pa’l que se va”.
La primera parte del concierto llegaría a su fin con dos gatos cuyanos, “A doña Cata” y el instrumental “Del plumerillo”, y la clásica milonga “Del conventillo”.
Luego, entró el primer invitado de la noche, el bandoneonista y director de orquesta Pedro Kiszkurno. Guitarras, guitarrón y fuelle hicieron “La trampera”, de Aníbal Troilo y “Tirate un lance”, otro de Rivero, que se convertía así en el compositor favorito de la noche. En su momento, el artista que tuvo su momento de apogeo en los años 40 y los 50, fue una rareza dentro del tango y fue resistido incluso por algunos de sus colegas. Se siente entonces como un paralelismo entre lo que sucedía entonces con el tradicionalismo del 2×4 con la actualidad en la que la norma parece ser muy diferente.
Cantar tangos, milongas, y canciones olvidadas por muchos, pero que son un tesoro nacional, es ir contra lo que dicta el mercado, lo correcto, que es justamente el acto de resistencia del que habla el Yotivenco. A pura música nacional, las guitarras hacen su trabajo fino en esta batalla dentro de una revolución cultural, que debe salir, como se debe, desde las raíces, desde lo que somos, y apuntar hacia lo que queremos ser.
Para lo que sería un intervalo entre la primera y la última sección del concierto, el grupo decidió levantar al público a puro candombe. Juanto a la murga Las máscara Barata, dirigida por Manuel de la Serna, el percusionista Miguel Figueroa y su grupo de candomberos, el bajista Estanislao Gelerato y el baterista Emilio Polledo hicieron un popurri que incluyó los clásicos “La llamada” de Pedro Ferreira y “Siga el baile” de Alberto Castillo.
Un falso final de por medio, entró la orquesta dirigida por Kiszkurno. Ulises Avedaño Montes en piano, Clara Stern Rodríguez en bandoneón, Minerva Corro en violoncello, Juan Pablo Arcangeli en contrabajo y Bruno Cuellar Abud en violín, arrancaron con un tango instrumental como presentación musical, y luego se sumó Rodrigo para interpretar “Malevaje”, gran obra que tiene la lírica inmortal de Santos Discépolo.
Para el desenlace de la noche sobrevolarían las almas de los grandes del 2×4, Aníbal Troilo, de quien interpretaron “Barrio de tango”, y del Zorzal, cuando sonó “Bandoneón arrabalero”, y “Melodía de arrabal”. Con este último se vivió un momento mágico, cuando De la Serna hizo cantar al teatro entero con el “Baaaarrio… Baaaarrio… que tenés el alma inquieta de un gorrión sentimental…”. Sobre el final, el tango se convirtió en candombe, volvieron a entrar los tambores y la murga y todos juntos se fueron por los pasillos, con la audiencia como séquito, al verdadero lugar al que pertenece la música: la calle.
Allí el Yotivenco ya no fue solo un colectivo musical, sino una experiencia compartida con bailarines repentinos que se movían al ritmo “yorugua”, para crear una verdadera fiesta, que ojalá siga por mucho tiempo más.
Fotos: Gisele Alejandra da Silva
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