El metal clásico es de los géneros más hermosos y exigentes del rock. Creado por una corriente que comenzó a fines de los años sesenta y comienzos de los setenta, bandas como Black Sabbath, Deep Purple y Rainbow llenaron al rock de complejas y bellas melodías, con auténticos prodigios en la guitarra y poderosas voces en sus cantantes.
Exponentes del género y maestros fundacionales quedaron eternizados, entre otros, en los roles de Ritchie Blackmore (Guitarrista de Deep Purple y Rainbow) y Ronnie James Dio (El inventor de los famosos cuernitos que todos usamos al escuchar un riff incendiario) cambiando el género rock para siempre.
Dio no solo eternizó ese gesto para todos sino que armonizó un mundo metal en ciernes. Marcó a todos los vocalistas que surgieron después y dejó la vara alta para aquel que quisiera incursionar en el género. Para muchos es dios y no está mal que así lo piensen al pequeño jilguero eterno.
Es desde esta plataforma que Walter Giardino’s Temple lanza un show para sostener esa devoción y enseñarle a los nuevos ( y no tan nuevos) que el metal clásico es cosa seria y que, mientras existan exponentes dignos de interpretarlo, su música será eterna.
Desde la aparición del disco “Temple“ en 1998, Giardino se hizo de ese puñado de increíbles canciones para montar diferentes shows con cantantes itinerantes, dónde los homenajes a bandas pioneras del género dijeron presente de manera contundente.
Esta vez era el turno para que Ronnie Romero (cantante chileno, actual voz de Rainbow) se luciese con el repertorio no solo de Temple sino con canciones de Rainbow, Black Sabbath y Deep Purple, todas tocadas con la suficiencia y excelencia que Giardino y su banda aplican a toda interpretación.
El lugar elegido fue el Teatro Vorterix, que con su sonido prístino dejó lucirse a todos los músicos, que al estar desligados de todo lo que no sea tocar, se abocaron a recorrer una compleja lista de metal clásico no desentonando un segundo.
La banda de Giardino formó con el homónimo guitarrista (¿El mejor del metal latino?), sus compañeros en Rata Blanca Fernando Scarcella (Batería), Pablo Motyczak (Bajo), Javier Retamozo (Teclados, ex Rata) y la voz invitada, Ronnie Romero.
Sin dudas, se cimenta en la calidad y la curaduría de todos los temas interpretados. Temple es una apuesta a recorrer un camino de excelencia allanado hace ya muchos tiempo atrás por los pioneros del género, pero que hoy sigue tan vigente como en aquellos años dorados.
Canciones como “The Man On The Silver Mountain“, “Catch The Rainbow” y “Lost In Hollywood” encontraron en el binomio Romero – Giardino una interpretación de calidad y acorde a la sombra del dúo Blackmore – Dio, el brillo y la potencia sumados a un sonido demoledor hicieron que los zapatos del pequeño duende del metal le queden a gusto al vocalista trasandino.
La potencia y velocidad de “Neon Knights” y “Speed King” (Con un solo de Giardino que no combustionó el Vorterix de pura casualidad), demostraron que la banda es un ensamble bien firme y con pretensiones muy altas a la hora de reversionar clásicos inoxidables. El complemento de escuchar ese gran trabajo que fue Temple, hace pensar que la línea musical del fundador de Rata Blanca y ex guitarrista de V8 está finamente construida en pilares de puro metal, haciéndonos añorar los mejores años metaleros.
Sin dudas, el punto alto en la interpretación de Temple se dio con la interpretación de Javier Barrozo en “Azul y Negro“, ese hermoso lento que supo cantar con alma y vida. “Corte Porteño” y “Héroe De La Eternidad” mostraron a un Ronnie Romero entendiendo el peso de esas canciones, ya clásicos en el metal argentino. El vocalista tiene una potencia que regula a piacere y que despeja las dudas de cualquiera que desconfiaba de comprar la entrada.
La noche también incluyó clásicos de Deep Purple, como “Lady Double Dealer” y el himno del final, “Burn“, que dejó a todos extasiados. Indefectiblemente, lo que mostró Walter Giardino’s Temple con Ronnie Romero en la voz es algo que no se ve seguido por acá, un metal puro y de una ejecución inspiradísima que solo desafía a querer escuchar más.
Pueden pasar mil años que la estrella que Giardino deja en cada presentación no se apagará jamás. Aquel que fue un guerrero solitario y aguerrido en Rata Blanca, hoy lo encuentra como un padre en el metal argentino que no solo genera cosas nuevas, sino que se atreve, cual capricho, a repasar todo eso que lo formó.
Walter Giardino’s Temple no solo es un repaso por lo mejor del metal clásico a nivel mundial, sino que invita a seguir avivando el fuego del género, uno que necesita siempre de más exponentes para seguir vivo en un mundo musical tan advenedizo y minimalista. Salud entonces a los lores del metal instruido porque será de ellos el futuro de los pogos.
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