JUEVES
“Hoy estamos acá, para recordarle a los traidores, que SOMOS MÚSICOS y no nos vendimos con nadie “, dijo Pato y la Plaza de la Música estalló en aplausos. Así arrancó, alrededor de las 21:30, la primera fecha de un triplete con sabor agridulce. Poco tiempo atrás se había dado a conocer una de las nuevas arremetidas de la Justicia, la confirmación de la condena hacia los integrantes de callejeros por parte de la Sala IV de Casación Penal, sobre la tragedia no natural más grande de nuestra historia: Cromañón.
Con la contundencia de lo que genera poner mil veces la otra mejilla, y patear para adelante, el jueves arrancó Don Osvaldo con un arsenal de veintiséis temas a lo largo de dos horas. A la entrada del predio de La Plaza de la Música y al fondo del escenario, estaban ubicadas las generaciones de padres e hijos, pero también las bandas amigas de la vieja escuela, aquellos adultos que no se resignaron y que soportan una historia demasiado pesada, de manera colectiva, articulada. Acompañando. “La salsa de los que tiene poco, pero bailan igual”. Más adelante, en el medio y cerca del escenario, estaba la fuerza del pogo de aquellos pibitos, que mantiene viva la memoria histórica de un ritual, de una fiesta que se sostiene en pie, a pesar de las inclemencias del tiempo poscromañón.
Más de 5000 personas compartieron la necesidad de no estar solos en la noche, agitando, bailando, encontrándose. Fue un show tranquilo, que prometía terminar quebrando corazones. Patricio se mostró, suelto, decidido y con ánimo. La banda lo acompañó. En la pantalla, como ya es costumbre hace varios recitales atrás, la resistencia plasmada en letras: “Poder Judicial hay un Pueblo que los vigila”.
Ni la lluvia, ni el frio, que caracterizan más de una noche de esencia callejera, pudieron con el abrazo infinito del público y los músicos. Conexión simple, de gran valor sentimental, que no necesita de demasiadas palabras. El cántico “inocentes, inocentes”, lo resumió todo. El cierre con “Suerte”, generó nudos en gargantas ya roncas, sucias, por haber cantado tanto, hace más de una década.
DOMINGO
El sol salió tímido, para luego cerca de las cinco de la tarde, horario previsto para el último de los tres shows, brillar a la par de una multitud que copaba más de cuatro manzanas que rodean a la Plaza de la Música. cheap Viagra online pharmacy viagra monopoly pharmaceutical Los micros que traían pibes y pibas de distintas partes del país estaban situados a tres cuadras del lugar, por lo que las inmediaciones estaban cortadas, invadidas por el rocanrol. Ese día la convocatoria, claramente, fue mucho más masiva, con diversidad de orígenes de distintas urbes. Previa en los cordones de las calles. Vino y porrón para calmar la adictiva sed de que no podía acabarse todo esa tarde.
El show arrancó a las seis, un rato antes la banda salió de sorpresa haciendo un tremendo tributo a Los Redondos, cantando Un Tal Brigitte Bardot. essay writers Definitivamente, ese comienzo había sido distinto. El encuentro fue más potente. Con el sol que rajaba la cara del público presente dentro del lugar, se desató la fiesta.
Del primer al último tema de una gran lista, todas las generaciones bailaron y agitaron. De atrás para adelante, y viceversa. Como si el tiempo no hubiera pasado, como si la daga del dolor hincara un poco menos. No había nocturnidad, el desborde emocional alumbraba. La sensación de que las calles, volvían a ser del rock de las periferias, se podía sentir a través de la voz de Pato y del público. Era fuerte lo que pasaba en ese contexto. El hecho de ver tantos niños y niñas en los hombros de sus padres, con un agite heredado, permitía poder concluir que hay futuro, y que ese futuro está insistiendo para que se siga creyendo, para que no se bajen los brazos.
El repaso por temas Callejeros, de Casi Justicia Social y de los nuevos de Don Osvaldo Top Quality Medications. Accutane Average Cost . Cheapest Rates, buy Accutane Online 20mg. , parecía ser interminable. Con “Creo”, hubo abrazos a mansalva, lágrimas y miradas que traspasaban el techo, eran miradas al cielo. De todas maneras, podía apreciarse que cada tema pegaba distinto en el público, porque al fin de cuentas, siguen movilizando ese interior profundo con el paso de los años de los viejos y los nuevos rockeritos.
El fin llegó, después de casi más de dos horas de show, una vez más sonó Don Osvaldo, y la suerte de encontrarse. Hubo quiebres, incluyendo a quien escribe, que si bien denotaron angustia, también la certeza de que habrá continuidad.
Fotos de Juan José Coronell
[su_custom_gallery source=”media: 109105,109106,109107,109108,109109,109110,109111,109112,109113″ limit=”55″ link=”lightbox” width=”150″ height=”150″ title=”never”]
Comentarios