Ya había anticipado Jaime que estos shows -que comenzaron en el Luna Park de Buenos Aires, para continuar por Santa Fe, Rosario y terminar en Córdoba- iban a ser retrospectivos. Que iban a celebrar sus más de 50 años de carrera. Que iban a ser más un regalo para la gente que le pide estos viejos temas nuevos, remasterizados, en su Obra Completa.

Jaime Roos, íntimo. (JuanJo Coronell)
Jaime Roos, íntimo. (JuanJo Coronell)

Por eso, ante tanta espera y ante tanto nivel de ansiedad por verlo, debía venir bien acompañado, para sonar como sonó. De a uno salieron los músicos que comenzaron a hacer sonar las melodías de Los Futuros Murguistas. También Los Reyes del Tablado, que empezaron a ponerle voz a un show que iba a ser una puesta para ir “desafiando al futuro” e “Iluminando el pasado”. Porque eso, fue el show de Jaime Roos en Córdoba.

Al principio el sonido no acompañó. Desde arriba le gritaron a Roos que no se escuchaba bien. Pero él no se impacientó. Sabe que el sonido, como sus letras y sus músicas “crecen desde el pie”. Cuando lo solucionaron, la primera ovación llegó por algo tan simple como el decir: “No tienen idea de la alegría que nos da estar acá”.

El hombre de la calle, Tal vez Cheché, Las luces del estadio (esa canción que se hizo con las influencias de Piazzola y Goyeneche, como un tango de dos orillas); Victoria Abaracón y Los Olímpicos (ese couplé que cumplió ya 40 años y fue estrenado en nuestro país en 1982). Fueron el primer tirón de canciones que terminaron con Al Pepe Sasía. Un homenaje al jugador histórico de fútbol uruguayo, que una vez pudo escucharla. A esta “evocación de una leyenda de polvo que no hablará, que no habla nunca si le preguntan, porque el silencio sabe jugar”.

Pero Jaime no sabe jugar en silencio y menos mal. Por eso se pone al frente de tantos músicos. Él que bien futbolero es (como todo uruguayo), fue el director -técnico- de una filarmónica popular. De una selección de músicos que en más de dos horas en el Pabellón Argentina, hicieron lo que alguna vez definió Rodrigo Guerra del diario El País como “una verdadera masterclass de música uruguaya”.

Es que hubo murga, hubo candombe, hubo funk, hubo rock de las manos del gran Nicolás Ibarburu, hubo jazz con el otro Ibarburu, Martín, desde la batería; hubo tango. Hubo una banda de 22 – sí veintidós- músicos. Y en todo momento hubo un señor de un bigote tan conocido, en el país del otro lado del Río de la Plata como acá es el de Charly García, que hace simple lo extremadamente complejo, las cantidades de músicas que pueden convivir en un concierto de él, como si fuese lo más natural del mundo.

Algún día sabrás

Aquello, Golondrinas, Lluvia con sol, Nadie me dijo nada, La Milonga de Gauna y Good – Bye. Continuaron con el “picoteo de álbumes”. Porque tal como dijo el cantautor “No estamos diseñados para bancarnos cuatro horas, que es lo que llevaría hacer cantar todas”, aunque mal no hubiese venido. Entonces entre las canciones no tan conocidas por el público en general (pero muy queridas por él, como Golondrinas del disco “Margaritas”) y las más pedidas, fue continuando el concierto.

La primera del segundo grupo -las más pedidas- fue Adiós juventud, para que luego le siguiera una que le recordó la última vez que había tocado en Córdoba: Si me voy antes que vos. Aquella vez la hizo con alguien que admira como es Peteco Carabajal y esta vez la hizo sólo, pero tan sentida que conmovió a varios y varias de la sala.

“Una canción que es muy particular cantarla” como Brindis por Pierrot (LA canción más importante de Jaime que le canta al espíritu del pueblo montevideano), fue hecha por Pedro Takorián. Y la hizo tan, pero tan bien, que si se cerraban los ojos parecía que el mismísimo “Canario” Luna estaba allí. Que el letrista no se olvide, esa especie de manifiesto de lo que debe ser un letrista, murguista y hasta artista del Uruguay y universal, con eso “de escuchar la rebeldía” fue la antesala a una canción que ha sido muchas veces versionada. “Es una pena que no esté la “Mona Jiménez” porque él hizo una versión hermosa de esta canción, como también Zoe Gotusso. Si quieren nos pueden ayudar a cantarla”, dijo antes que empezara Amándote.

Y no sólo el público la cantó, si no que hasta quisimos cambiarle la letra para cantarle a él: “Algún día sabrás que me voy a morir admirándote, admirándote, admirándote…”.

Tradición Ross

“Parece que está prohibido que toquemos otra canción de despedida que no sea La Colombina. Una extraña tradición, de esas que no se saben de dónde vienen”, dijo como preámbulo de ese tema suyo, que ya es un himno nuestro, que salió de su imaginación de murguista, para que cuando la cantemos nos sintamos bajo las bombitas amarillas. Y para que sea ya una tradición de la música toda.

“Otra canción que nos exigen no la piden, pero acá siempre pedimos permiso para tocarla” dijo antes de anunciar que tocaría Cuando juega Uruguay, para felicitarnos a los Campeones del Mundo y recordarnos que tenemos cuatro años para seguir festejando.

Entonces se escuchó “Vamo´arriba la Celeste” y él ahí, como el alma de una selección de músicos. Él siendo Forlán, Luis Suárez, Sasía y Obdulio Varela. Porque cuando se habla de un Mundial y Uruguay, se menciona al Maracanazo. Pocos recuerdan lo que pasó en 1930. Algo así pasa con Jaime. La música uruguaya existía antes que él, pero pareciera que él es “el creador”. El “Negro jefe”, con la 5 en la espalda, como él la tuvo en la tapa de su disco Mediocampo, que dijo “los de afuera son de palo, que comience la función”. Alguien que profesionalizó tanto al arte en el “paisito” que sigue generando la admiración de propios y extraños. Porque Jaime es un visionario y un observador. Es folklore, es murga, es candombe, es rock,  es música novedosa y nueva. Es raíces y lo desconocido que ha sido perfectamente conocido. Es banda sonora del país oriental, pero de toda Latinoamérica.

Es ese Amor profundo que “poco hay en el mundo”, y lo hace vibrar y nos hace vibrar en su alegría, donde “se esconde siempre un lagrimón”. Porque Jaime, en los oídos, es Montevideo… y viceversa. Como cuando suena Durazno y Convención, y él recuerda cuando jugaba a la pelota. Y nosotros nos vemos contentos, porque de golpe nos abraza el viento de la canción. Porque eso es lo que logró y logra él. Vivenciarnos con sus canciones, interpelarnos con sus letras, bailarnos con sus melodías, “nostalgiarnos” con sus recuerdos. Porque eso es lo que genera él, uno de los pilares de la música uruguaya y uno de los cantautores más importantes de la música latinoamericana. Él: Un señor llamado Jaime. Un prócer musical que se apellida Roos

Él: Un señor llamado Jaime. Un prócer musical que se apellida Roos

Músicos

Manuel Silva (tambor piano), Jorge “Foqué” Gómez (tambor chico) y Juan Álvarez (repique); Gustavo Montemurro (teclados) Nicolás Ibarburu (guitarra eléctrica), Poly Rodríguez (guitarra criolla).

Reyes del Tablado: Maxi Pérez, Edén Iturrioz, Pedro Takorián, Nicolás Grandal, Maxi “Pulpa” Mendez