Quince minutos después de las diez de la noche, el cuarteto mexicano abrió una noche de rock latino bien cargado de energía como para ir cerrando el año. “Noko”, fue el primero de una lista de veintidós temas.
Con la Plaza de la Música a la mitad, pero con muchas ganas de poguear, Ismael “Tito” Fuentes, Miguel “Miky” Huidobro, Randall “Randy” Ebright y Francisco “Paco” Ayala, arrancaron bien fuerte y con ese humor ácido que los caracteriza.
El público fue de lo más variado, así como los temas que sonaron. La banda en ningún momento dejó de interactuar con la gente. Con el lunfardo propio de la lengua azteca, los aplausos fueron cómplices de cada mensaje que hacían llegar los músicos desde el escenario. Hubo momentos más tranquilos y otros que se llevaron todo el power como con “Amateur”, “Chinga Tu Madre”, “Voto latino” y “Frijolero”.
La participación de los seguidores de Molotov llegó hasta ese momento memorable, cuando invitaron a subir a algún bajista que estuviera entre el público y que quisiera tocar un rato. La alegría del pibe que subió era inconmensurable. Sin lugar a dudas, una anécdota que quedará en su historia.
Como parte de la escenografía, las pantallas gigantes mostraban la dura realidad por la que está pasando el pueblo mexicano, más precisamente, Ayotzinapa. Era difícil sentirse extraña, ajena, como si no te hirviera la sangre. Las imágenes invitaban a la reflexión.
Las dos décadas de la banda no podían resumirse en dos horas de show, siquiera pueden resumirse, pero lo cierto es que cumplió con las expectativas de quienes querían escuchar los grandes éxitos y los temas más nuevos. Claro que, también, estuvieron las caras largas, y los que siempre esperan un poco más. Tal vez, quedó un sabor extraño al no haber cerrado el show con un clásico como “Rastamandita”, que tiene su ritual ya instalado: los músicos les piden a las chicas del público subir al escenario, bailan, se sacan fotos, y demás. Es el momento más previsible de la generalidad de los shows de Molotov. Pero, esta vez no fue así. Salirse de lo “habitual” en un show, de vez en cuando, está bueno, se genera un final más abierto.
Sobre el cierre se amagó con un tema más, mediante el coreo de “una más y no jodemos más”, pero no. A joderse “cabrones”, se tiraron las baquetas, hubo saludo tradicional en conjunto de los músicos, se prendieron las luces y se emprendió regreso a casa. O a la continuidad de la caravana.
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