En C’est La Vie se respiraba un ambiente familiar en la noche temprana del sábado. Una sala con iluminación tenue y decorado rústico y artesanal, un escenario desierto con un micrófono, una silla, una guitarra, una imagen proyectada de fondo, y una multitud de personas sentadas en el suelo, sobre almohadones, que copaban hasta el último rincón, compartiendo charlas, copas de vino, vasos de cerveza y comida de la casa. Todos a la espera de Loli Molina, que no tardaría demasiado en aparecer.
En cuanto la cantante puso un pie sobre el escenario y se colgó la guitarra un silencio respetuoso envolvió a la concurrencia, apenas interrumpido por los disparos de las cámaras de fotos. Los primeros acordes de “Los días”, claros y prolijos, pronto acompañados por la voz dulce de la cantante, dieron inicio a una noche mágica. Mientras la música llenaba cada oído atento, la imagen proyectada detrás del escenario comenzó a cambiar, al empezar a dibujarse sobre el lienzo digital un fondo de vegetación. Y es que Loli no estaba sola: contaba con Tatiana Catelani, quien desde el otro lado de la sala acompañaba sus interpretaciones dibujando en vivo.
“Buenas noches”, saludó cuando terminaron los primeros aplausos de la noche, para luego presentar a Tatiana y comentar sobre los temas que estaría tocando. Sin agregar nada más por el momento, continuó el recital con “En la noche”, mientras que a sus espaldas, la vegetación dibujada crecía y cambiaba de color, como si tuviera vida propia. “Esas fueron las dos primeras canciones de Rubí… y las dos las escribí para el mismo boludo” comentó al finalizar, haciendo que un murmullo de risas se levantara del público.
A continuación, la guitarra se hizo protagonista en la intro de “Hamacas”, durante la cuál Tatiana comenzó a darle algunos ribetes psicodélicos a su flora digital, causando entre las dos artistas un efecto audiovisual hipnótico, que se pronunció cuando Loli continuó su performance con “Viajando” y en el dibujo de fondo, el cielo tomó protagonismo al aparecer un grupo de nubes viajeras y coloridas. “¿Cómo están?” preguntó la cantante cuando al terminar la canción: “Quisiera ver pero todavía no muté en ser con ojos en la espalda… próximamente” bromeó, haciendo referencia al dibujo que se estaba proyectando detrás de ella, causando de nuevo las risas de los espectadores.
La noche siguió con su aire hechizado, y mientras algunas hojas otoñales copaban la primera plana del lienzo de fondo, la voz de Loli se lució al interpretar una versión hermosa y conmovedora de “Luchín”, del inolvidable cantautor chileno Víctor Jara, asesinado por la dictadura de Augusto Pinochett. Sin prisas pero sin pausas, los acordes de la canción mutaron y se engancharon con “Brillo y relieve”, otra de las canciones de Rubí, el último album de Loli.
Hubo una pausa breve mientras Loli tomaba agua y se daba un tiempo para contar algunas anécdotas divertidas, e invitaba a cantar con ella la siguiente canción, que sería “A la próxima”, bromeando con que el público de la función del día no se había animado. Pese a la invitación, esta vez la gente tampoco se animó a hacerle compañía en esta ocasión, pero como disculpa cabe decir que se siente como cometer un sacrilegio el cantar encima de la voz dulce y templada de Loli.
La siguiente canción fue una versión de Tonada de “la luna llena”, de Simón Díaz, durante la cuál los dibujos de Tatiana adquirieron más detalle con la aparición de una lluvia de pétalos mezclándose con la demás flora. “Voy a tocar una canción nueva, pero primero voy a afinar… en la escuela de música te enseñan que afinar es importante, pero no te enseñan qué hacer mientras afinás y otros te están mirando” anunció risueña la cantante, tras finalizar el tema anterior. En el fondo, comenzaron a aparecer troncos desnudos de árboles mientras Loli cantaba. El tema nuevo resultó ser una bella balada, en la que la música se valió de un sampler para crear una base de guitarra que quedó sonando en loop, y sobre la cuál ejecutó un solo armonioso y melódico, mostrando una vez más su dominio del instrumento. Al mismo tiempo, la guitarra compartía protagonismo con un trazo enmarañado se enredaba en el dibujo de los árboles y comenzaba a darle forma al follaje de sus copas. La canción finalizó con un fadeout y Loli cantándole directamente al público sin micrófono de por medio.
El bosque que había dibujado Tatiana empezó a difuminarse cuando empezó a sonar la intro de “Las cosas se quedan con vos”. Los árboles pasaron a un segundo plano, y su protagonismo fue tomado por una suerte de plantas semejantes a cardos, que brillaban con un contorno fluorescente y fantasmagórico. Mientras sonaban todavía los aplausos de agradecimiento, la guitarra ya estaba cantando los acordes de la siguiente pieza: “Esta canción se llama Ricardito pero la escribí para Martín” confesó la cantante entre risas. En reacción a la música, el dibujo de la flora desapareció, siendo reemplazado por un cielo profundo y estrellado.
Llegaría después el turno de “Sonqollay’, un huayno tradicional peruano. “Yo creo que la música de los diferentes lugares tiene similitudes con las características geográficas de cada lugar”, había explicado Loli antes de iniciar el tema, y en referencia, debajo del cielo estrellado que copaba el proyector, surgió la silueta de un cerro recortado contra el horizonte. Sin embargo la montaña no duraría mucho tiempo en la pantalla, ya que desaparecería con el siguiente tema, “Hombre no”, según la propia Loli, una de las canciones más tristes y dolorosas que ha compuesto. Para recuperar un poco el ánimo y alejar la depresión, en el lienzo se dibujaron dos ballenas nadando a la par en el espacio, y apareció en el repertorio “Eco”, una canción del mexicano David Aguilar, en la cuál destaca la ingeniosa letra, que se vale de la repetición en eco de palabras para crear múltiples sentidos con cada frase.
Ya cerca del final, Loli pidió aplausos para Tatiana, la gente de C’est La Vie y todos los que colaboraron con el evento. La última canción iba a ser “Gorrión”, que fue brevemente interrumpida por el ringtone del celular de un espectador, pero ante los pedidos del público, hubo una más, y el punto final lo puso “Canción de recién’, acompañada con un conglomerado de las imágenes que habían poblado el fondo del escenario. Entonces sí, Loli y su guitarra se fueron silenciosamente y los dibujos de Tatiana desaparecieron, pero cada uno de los presentes se llevó consigo una parte de la magia desplegada por ambas artistas.
Por: Facundo Remi
Fotos por 67 lunas – Cine y fotografía
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