La gira “El amor 30 años después del amor” es el nombre que lleva la seguidilla de conciertos en las que Fito Páez vuelve a revisitar su obra cumbre, el pináculo más alto dentro de una discografía y cancionero premium. Ya ahí hay algo. Páez, que cuenta con 59 marzos sobre sus espaldas, muestra todo un acto de valentía al apoyar esta gira en el lomo de este disco, perfecto, sin fisuras. ¿Por qué? Porque estas canciones ya tienen 30 años, y porque el artista ya hizo algo similar diez años atrás, cuando EADDA cumplió 20 años. Además, nadie es el mismo que cuando EADDA salió a escena.
Pero sigue funcionando. Por el artista, que es uno de los “billetes” del Rock Nacional, un prócer en tiempo y forma, pero también por las canciones, inoxidables, perfectas, que salen ilesas con facilidad y holguras. En tiempos de “Auto-tule” y videos con mujeres moviendo el culo y artistas con ropa holgada y gestos by U.S.A., es un halo de calidez la presencia de un disco como “El Amor después del Amor” que sigue resistiendo y se sigue imponiendo, pese al paso del tiempo.
Fito no tiene porque ofrecer más nada que su corazón. Con eso alcanzará y bastará durante las más de 2 horas que el Movistar será una auténtica bola de nostalgia, donde los + 40 volverán a desandar las páginas que Páez desarrolló tres décadas atrás, cuando el país no era el mismo, nadie de los que estaban en el lugar tampoco y, por supuesto, mucho menos el artista.
Ya pisando los 60, Fito no perdió el toque. Ganó kilos, perdió un poco el volumen de sus rulos, pero no sus mañas. Cuando se sienta en el piano de cola que ocupa el centro de la impresionante puesta en escena, la maquinaria empieza a andar. Fito dirige a su Selección de Músicos. Por varios momentos del show, el artista le dará la espalda a la multitud y dirigirá a los músicos y a Marina Vitale, más conocida como “Emme”, como si de una orquesta se tratara. Y claro que lo es. ¡Y cómo suena!
El show no encierra grandes sorpresas. Lo primero que nos espera es el repaso, de pé a pa, del disco que nos convoca. Así, bajo una luz roja, con músicos en escena, se empieza a escuchar la voz de Fito que empieza a cantar las primeras estrofas del tema que abre la placa y que le da nombre. Son tan potentes las canciones que funcionan aún sin el artista en escena, pero explotan cuando Fito se asoma, vestido como una cruza de Willy Wonka y el Principito, con un traje con cola rojo furioso y una polera a mitad de camino entre el amarillo y el verde flúor, que brillará durante todo el primer segmento del show.
La primera hora y pico de show transcurre como una rocola gigante que no permite la aparición del “shuffle”: uno a uno irán sonando los temas de EADDA. Queda claro, por si alguno aún no se había percatado, que este disco, el más perfecto de la obra de Páez, es un disco cuya presencia femenina es inevitable. Un disco que le canta al amor, y que tiene necesariamente, la presencia femenina muy a flor de piel.
En la voz de Emme, que hace las veces de Claudia Puyó – con éxito-, hasta en las musas que Fito nombra: Cecilia Roth, en “Un vestido y un amor” y Fabiana Cantilo, a la que hace alusión antes de entonar la bellísima “Creo”: “A Fabi le debo tantas cosas, una de estas, es esta canción”, dice. El Amor después del Amor existe como un homenaje permanente a las mujeres de Páez, a las musas del rosarino y, en tanto, a todas las formas del amor, todo lo que resida “En la esencia de las almas, y de toda religión”.
Fito hace casi un relato intimista sobre el disco. Cuenta orígenes de los temas, así por ejemplo dice que “Pétalo de Sal” fue compuesta en Caballito, que terminó de cerrar cuando Luis Alberto Spinetta le puso letra a la última estrofa. Cuenta que la enorme “Tumbas de la Gloria”, dónde la banda desarrolla toda su potencia, fue compuesta “Con sólo dos cuerdas, en algún lugar, muy lejos de casa”.
En el repaso en vivo del disco íntegro queda claro que “El amor después del Amor” es capaz de generar esto porque contiene lo mejor de un enorme artista, prócer de nuestra música, pero también porque explica y define a nuestro Rock Nacional y mucho de lo que contiene y le da forma. En EADDA aparece el rock, aparece la trova rosarina, hay reminiscencias del tango, incluso folclore y momentos de big band, y canciones que viajan directo a la profundo del alma, como “Brillante sobre el Mic” que se entonó con todo el estadio con sus linternas en alto. Es imposible que salga mal.
Llega el “intervalo”, con los últimos acordes de “A Rodar mi vida” todavía flotando. Fito vuelve, enfundado en un traje verde, con un pañuelo. Empuña un nuevo tema – titulado “Lo mejor de nuestras vidas” – que es bien recibido, aunque claro, poco coreado y ahí empieza a ametrallar, hit tras hit. “El diablo en tu corazón”, para meterle furia a la noche. Seguida por la íntima y grande “Al lado del Camino”. Luego, llegará el único invitado de la noche, Rubén Rada, quién le puso voz y versionó la ternura de “11 y 6”, mientras Fito miraba todo con ojos de alegres.
El folclore volvió a ganar la escena con “Yo vengo a ofrecer mi corazón” y sí, casi que se puede intuir a Mercedes Sosa en el ambiente. Un tema que fue dedicado a la presencia estelar de Nora Cortiñas. La referente de Madres de Plaza de Mayo, recibió una cálida ovación y el saludo reiterado del artista. A sus 92 años, Norita, agradeció de pie y se la pudo ver “agitando” los temas del rosarino como una piba. Imposible no emocionarse.
“Circo Beat” prosiguió con la lista que alcanzó en “Ciudad de Pobre Corazones” uno de los puntos más alto, con una versión full rockera, con una potencia tremenda, en la que la banda se lució y dejó brillar al guitarrista principal, todo bajo un juego de pantalla con imágenes de la Ciudad de Buenos Aires en blanco y negro. El show podría haber terminado ahí, pero Fito tenía más para dar.
Luego de una nueva salida de escena, el artista volvió vestido con traje blanco y una camiseta con rasgos batik, para “Es sólo una cuestión de actitud”, una versión extendida de “Dar es Dar”, dónde agradeció al público y presentó a la enorme banda que lo acompaña y el final, a toda orquesta, con ese auténtico himno del Rock Nacional que es “Mariposa Tecknicolor”, una canción que traspasó a Páez y se instaló en los canciones populares de todos y en las tribunas de la mayoría de los clubes de fútbol de nuestro país. Y ahí sí, fue final. Luego de agradecer, agradecer y agradecer, Rodolfo “Fito” Páez le puso fin a la noche: “¿Qué decirte Buenos Aires? Es la sexta noche que me regalas así”, exclamó un emocionado Fito ante el repleto recinto de Villa Crespo.
Fue muy valiente Fito Páez al volver a desempolvar íntegro “El Amor después del Amor”, como si fuera la primera vez, poniendo y arriesgando mucho. Porque si no estaba a la altura, el riesgo era enorme. Pero Fito lo tomó y, mejor aún, logra salir airoso, vital, vigente. Y la multitud agradecida, porque “En tiempos donde nadie escucha a nadie, en tiempos donde todos contra todos”, ahí, en ese lugar, hay un hombre que viene a ofrecer su corazón. Y la verdad, no es poco. Gracias, Fito. Está todo pago. Por esta noche, y por siempre.
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