El círculo, ahora sí, se cerró. Los Guns N’ Roses volvieron al lugar donde tocaron su último show siendo la banda más grande y más salvaje de todo el mundo. En 1993, 23 años atrás, el estadio de River fue elegido por el destino para que W. Axl Rose, Slash y Duff McKagan, los Gn’R originales que hoy se juntaron, den su último concierto juntos. Ya lejos de la conmoción inicial de 1992, cuando fueron apodados “Los forajidos” por el ese entonces presidente de la Nación Carlos I de Anillaco, más bien como un regalo que la banda quiso hacerse y hacerle a los fans argentinos. Culminar la gira del álbum doble “Use Your Illusion” en Argentina, bien cerca del pogo salvaje y el cariño incondicional del público.
Después, las adicciones a las drogas, egos más grandes aún que la leyenda de la banda y diferencias irreconciliables llevaron a los G,’R al abismo de las separaciones tempranas. Cuando iban 19 años de ese impasse, y ya todos los músicos habían demostrado que había vida después de los Guns, aunque ninguna tan furiosa, exitosa, ni hardrockera como esa, Axl Rose respondió, una vez más, si veía factible una reunión con su antiguo grupo, el cual comandaba él en soledad, y con el que editó el demoradísimo “Chinese Democracy”. En aquel momento, la respuesta del ex sex symbol de la bandana fue catégorica y lapidaria: “Not in this Lifetime”. Traducido, “no en esta vida”.
Sin embargo, el tiempo cura todas las heridas, y los Guns en 2016 volvieron a unirse, aunque no todos, pero sí el núcleo central de la banda que llegó desde los ’80 para conquistar y adueñarse del título de “banda más peligrosa del mundo” en los ’90. Y el título del tour fue un guiño a aquella respuesta tajante. Así, nació el “Not in this Lifetime Tour”, que los depositó en River por tercera vez en su alocada carrera.
La banda regaló un viaje al pasado para todos los presentes en Núñez. El arranque con los Looney Tunes + The Equalizer sirvió para que River se pusiera impaciente y expectante, mientras las luces del estadio, ya apagadas, esperaban por el estallido. Cuando sonó el primer riff de “It’s So Easy”, todos viajamos en el tiempo. Slash, incluso, pareció jamás haber salido de aquellos shows de 1993. Intacto, el hombre de la galera toca cada día mejor, y no es sólo una metáfora. Sin dudas, uno de los “Guitar Hero” más grandes de la historia y a quién mejor le cabe el término superó su propia leyenda. Durante los 25 temas que duró el show, no desentonó casi ninguna vez, y sólo frenó cuando Axl se lo pidió, porque en el campo VIP el pogo se había tornado violento y, además, su guitarra sufría problemas de sonido en “Nightrain”.
Duff, cómodo en el lugar de tercera pata de esta historia, fue el socio ideal para Slash y la banda, algo así como el Iniesta de esta banda, si de fútbol habláramos, ya que le dio siempre buen destino a las canciones y se lució desde un lugar más de “armador” que otra cosa. Tuvo su momento al micrófono cuando entonó “Attitude” de los Misfits la primera noche y “New Rose” de The Damned en la segunda, además de ser el sostén de Axl en coros junto a Dizzy Reed y Melissa Reese. Y lo hizo de manera convincente.
Si seguimos apelando a la metáfora futbolera, Slash fue Messi y el Diego juntos. No se le escapó una, brilló cuando quiso, jugó para el equipo cuando lo precisó la banda (como por ejemplo en fragmentos de “Chinese…” o “Knockin’…” cuando le cedió su lugar a Richard Fortus, que también la descosió, aunque desde un lugar mucho menos expuesto).
¿Y Axl? Bueno, Axl podría ser Maradona… pero hoy. Bastante lejos de su forma más virtuosa. El vocalista hizo denonados esfuerzo por emular quién supo ser, pero en varias canciones que le exigían registros más agudos terminó haciendo bastante agua. Es lógico, debido al paso del tiempo y a que Axl ya no es aquel pelirrojo de bandana que podía regalar agudos imposibles de llegar para la mayoría de los cantantes mientras corría de lado a lado el escenario. Y eso se notó. Eso sí, redondeó una buena actuación la primera noche gracias a un enorme carisma, algunos gritos que todavía se le dan más que bien, algunos en la furiosa “Welcome To The Jungle”, otros en la oda al amor de más de un adolescente como “Sweet Child O’ Mine” y una gran performance en “You Could Be Mine”.
Su punto más alto, el que demostró quién es, fue en “Don’t Cry“, en la primera noche. Eso sí, cuando se sentó al piano para “November Rain“, Axl la rompió toda, aunque la voz no lo terminó de acompañar del todo en la balada súper hitera de los ’90, un “must” de este set list que los Guns están haciendo girar por el mundo.
Contrario a la primera, opacado por la descollante actuación del hombre de la Galera, la segunda fue SU noche. Mr. Rose hizo como si nada hubiese pasado y fue mucho más regular durante las casi 3 horas que duró la lista del segundo River. Supo llevar bien “Estranged”, “This I Love” y finalizó con mucha entereza la balada “Patience”, como así también la poderosa “You Could Be Mine”.
La lista en sí fue un repaso de sus hits inoxidables e imbatibles, los alojados mayormente en su primer disco “Appetite For Destruction” (1987), también el punto más alto de su discografía y en “Use Your Illusion I y II”, además de varios covers y algo de “Chinese Democracy”, la aventura de Axl Rose que se tradujo en el último disco de estudio de los Guns en su carrera, aunque sin gran parte del equipo “titular”. En la noche sonaron “Chinese Democracy” (en la que Slash, aunque no la tocó originalmente, se la apropió con maestría), “Better” (tremendo el dueto Slash-Fortus, más la furia de Frank Ferrer desde los parches) y “This I Love”.
La batería también fue protagonista. Frank Ferrer, quién acompaña a Axl desde hace ya diez años, estuvo al mando de los parches, ante la no inclusión de Matt Sorum o Steven Adler. Sin embargo el último se hizo un hueco y pasó por Argentina para estos shows. Interpretó un sólo tema cada noche. El día uno fue “Out Ta get me” y la segunda “My Michelle”, temas que ya había interpretado con la banda en Estados Unidos. Cuando Pochoclo Adler y sus pelos rubios al viento se adueñaron de la batería, sólo faltó Izzy para que la reunión sea total.
Sin embargo, la invitación a Steven sonó algo forzada ya que si bien fue presentado, no fue despedido y mientras Slash tomaba el escenario con su guitarra de doce cuerdas, mitad electroacústica, mitad eléctrica, con su versión de “Wish You Were Here”, a los parches volvía Ferrer y, silbando bajito, Adler ser iba. Reapareció recién para el saludo final.
En ambos shows en River, la banda regaló una versión tremenda de “Coma“, que ganó bastante desde la puesta, al igual que todo el show. Hace 23 años, los Gn’R vinieron con un inflable, luces y todo el hard rock del que eran capaces en su mejor momento. Hoy vinieron, además de eso, con una puesta en escena tremenda. Dos pantallas gigantes a los lados que pasaron el show en Súper mega ultra HD y en color y una grande central, que pasaba las animaciones elegidas para los temas, como por ejemplo una ciudad pasando a velocidad en WTTJ, un mar en calma y luego tempestuoso para “November Rain”, tipografías chinas y rojas para “Chinese Democracy”, el latido de un corazón para “Coma”. Todo, condimentado, con aparición de pirotecnia en algunos temas, y un cierre a todo trapo -y fuegos de artificio- con “Paradise City”.
La parada en el Monumental era necesaria para cerrar ese círculo que se abrió hace 23 años atrás y que en dos noches calurosas, con una medialuna radiante y un estadio de River colmado, se terminó de cerrar. Sí, en esta vida. Axl estaba equivocado. Por suerte para todos nosotros.
Fotos Katarina Benzova
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Por Damián Basile y Javier García
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