Sin repetir y sin soplar, grandes colaboraciones mixtas en la historia de la música: Ella Fitzgerald y Louis Armstrong; Freddie Mercury y Montserrat Caballé; Mercedes Sosa y Charly García; Elena Roger y Escalandrum. Sí, ¿por qué no?
El predio de Ciudad Cultural Konex (Sarmiento 3131) fue testigo el último viernes de la única fecha que ofrecieron la cantante, bailarina y actriz junto con la banda liderada hace más de 20 años por Daniel Pipí Piazzolla. El mismo día que la Selección Argentina de Básquet le ganó por la mañana un partido histórico a Francia por el Mundial China 2019, otra Selección, esta vez de músicos, ofreció un concierto brillante por la noche.
Este equipo salió a la cancha con: abajo, Mariano Sivori (contrabajo) y Nicolás Guerschberg (piano); en el medio, los vientos de Damián Fogiel (saxo tenor), Gustavo Musso (saxos alto y soprano), Martín Pantyrer (saxo barítono y clarinete bajo); y arriba, Piazzolla en batería y Roger en voz. La excusa fue presentar su última producción conjunta: “3001 – Proyecto Piazzolla” que mezcla, como se verá en el recital, un poco de tango, un poco de jazz y mucho de “música argentina”, como definen ellos mismos.
Las obras interpretadas son todas del disco, prácticamente. Arrancan con “Los Pájaros Perdidos”, “Chiquilín de Bachín” (“ojalá algún día este tema sea historia”, acota Roger) y “La Bicicleta Blanca”. Hablar sobre la calidad de músicos que hay en escena es redundante. En un día de alta adrenalina deportiva, Piazzolla hoy es quien está vestido de Scola. Con los ojos va dirigiendo y hablando con los músicos, sobre todo con Guerschberg – recientemente declarado Personalidad Destacada de la Cultura –, ubicado en el extremo opuesto del semicírculo.
“Si uno quiere tocar música tiene que pasarla bien”, suma el baterista. Y aplica: a lo largo de la función, primó el frío. Detalle no menor, ya que no es fácil tocar en un escenario al aire libre con bajas temperaturas. Y Elena dice: “Hace frío, ¿no?… Hace frío/ y estoy lejos de casa…”, arranca a murmurar y primero el bajo, luego el contra y última la bata se suman a una versión improvisada de “Mil Horas”, de Los Abuelos de la Nada, cantada por el público. Tres generaciones reunidas en un Konex completo al 80% y disfrutando a pleno. ¿La mejor evidencia? Casi no hay celulares arriba.
Entre otros covers, florecen los que pertenecieron a aquella mítica ópera “María de Buenos Aires”, del otro Piazzolla, Ástor, el nono. Un lugar común en el que se cae pero, méritos aparte, el auditorio sabe qué y a quién está yendo a ver. Guste o no, el apellido pesa. Piazzolla nieto cuenta que su abuelo tuvo que vender varias pertenencias para poder pagar la puesta en escena de dicha ópera en el teatro, y que de ahí saca su ejemplo artístico día a día. De esa obra salen “Poema Valseado” y “Milonguita de la Anunciación”.
El primer y esperando solo de batería llega durante otro tema suyo: “La Muralla de China” [sic]. Es singular este músico: Piazzolla no tiene, de repente, un grandísimo arsenal baterístico, y sin embargo se las arregla para hacerlo sonar todo. Se nota en los gestos, en el lenguaje corporal: movimientos técnicos que a primera vista parecieran próximos a sonar más bien rudos decantan en ataques con una intensidad precisa. Es cierto que hay un gran trabajo de sonido desde afuera, todo se escucha muy bien, pero es incuestionable también que aquí hay profesionalismo de punta a punta.
El cierre del show llega con el esperado “Adiós, Nonino” y “Balada para mi Muerte”. Pero los bises no se hacen esperar y el grupo contrataca con “Preludio para el Año 3001”, “Balada para un Loco” (con intro recitada por toda la sala) y “Como la cigarra”, cover pensado y arreglado para su próximo disco, con fecha de lanzamiento para el año que viene. Para que le sigan cantando al sol. O a la luna, como el viernes. O a cualquier momento que quieran llenar de gloriosa música.
Fotos por Paula Ruíz
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