El Teatro Gran Rivadavia quedó en oscuras de golpe. No hubo algún aviso previo que anticipe el momento. 21:28, dice el celular del chico que espera ansioso en su silla, algo inquieto por el formato, acostumbrado al pogo de Eruca Sativa. El sábado pasado volvió a salir del cajón el tan aclamado show realizado en 2014, llamado Huellas Digitales. La combinación entre acústico, electroacústico y una orquesta dieron como resultado un nuevo terreno para explorar en la inmensa creatividad del power trío. El telón se desplazó hacia arriba y tres sillas estaban en el centro del escenario. Brenda Martín a la izquierda, Gabriel Pedernera en el medio y Lula Bertoldi a la derecha, cada uno con una guitarra criolla.
Las tablas se mantenían en plena oscuridad mientras los aplausos no cesaban desde la salida. Las luces se posaron en ellos por primera vez cuando la introducción de “Mi canción” daba inicio a la presentación. Desde La Carne, llegó “Para nadie”, todavía en el formato acústico y con el cierre a puro coro a base de onomatopeyas, propio de la re-versión. “¿Qué hay de los ídolos muertos?”, se preguntaba la cantante en el arranque de “Tanto Tiempo”, también modificada en su estructura. La canción de Blanco cerró la primera, y más corta, etapa del show.
Los tres músicos tomaron sus posiciones habituales y sus respectivos instrumentos para comenzar el electroacústico. La batería de Pedernera fue lo primero que se oyó en “Desátalo”, la que abrió la sección. Llegó “Mi apuesta” y con ella el talento de Brenda Martin para cautivar al Gran Rivadavia con su bajo. La primera modificación a la lista del show original apareció en la octava canción con “El genio de la nada”, que pasó de estar en la parte final a ser interpretada en el set electroacústico.
No hubo visuales que adornen el espectáculo de Eruca Sativa. Las luces fueron las protagonistas con un telón claro, ubicado detrás de Pedernera. Puestas en el piso, atrás de la enorme tela, iluminaban el escenario. Por ejemplo, en “Calma” se tiñó de rosa mientras sonaba el tema de Blanco. El público se mantuvo muy respetuoso entre las canciones, hasta que empezaron a subir los “Eruuca, Eruuca”, incluso antes de la oscura “Enmudecer” donde se sumó un violinista para agregarle épica a la versión. Un cover rompió con la estructura de Huellas Digitales: “Corazón delator” de Soda Stereo fue enteramente eléctrica y una de las más coreadas. La primera hora se cerró con “Ciudad”, que dio el lugar a la llegada de la orquesta.
La fuerza de “Frio cemento” le dio el pié a la orquesta dirigida por Nicolás Sorín de seis personas. Dos vientos, tres cuerdas y percusión, que también se colgó la criolla en distintos momentos del show. “Gracias por estar acá”, fueron las primeras palabras de Bertoldi hacía su público. Recién llegaron antes de interpretar el tema numero 16: “Agujas”, donde los vientos y las cuerdas parecían tirarse paredes entre ellos para darle vuelo a la canción. El violonchelo comenzó con la versión de “Antes que vuelva a caer” con tintes épicos, como sucede en casi todas las canciones de Huellas Digitales.
“Es difícil encontrar palabras para presentar y para agradecer”, comenzó la cantante antes de presentar a Pedro Aznar, quien se sumó para hacer dos temas. La primera fue una obra del ex Serú Girán: “La abeja y la araña”, mientras se cumplía la hora y media de una presentación. Bastaba ver lo que pasaba arriba del escenario para entender la magnitud de los músicos unidos. Varios músicos de la orquesta decidieron quedarse arriba del escenario, sentados, mirando como cualquier espectador lo que estaba pasando con muecas de sonrisas. El bajista se quedó para fascinar al Gran Rivadavia con su solo en “Amor Ausente”, donde también aportó su voz. Los aplausos rebotaban en las paredes del teatro y parecían cada vez más intensos ante el momento que compartieron Aznar y los Eruca.
Las luces titilaban sin detenerse mientras sonaba “Magoo” y los pies comenzaban a moverse en los asientos ante la melodía reversionada por Nicolás Sorín. El líder de Octafonic tuvo su lugar para jugar con su sintetizador en “El balcón”, que parecía cerrar el show y con mucho acierto. Hubo tiempo para que tanto las cuerdas y los vientos dominen la canción por momentos. “Lo entendí cuando estaba cayendo”, parecía ser lo último dicho en el recital. Los músicos saludaron, la gente se puso de pié automáticamente para ovacionar al trío y sus músicos invitados. “Quédense así, parados”, avisó Lula Bertoldi segundos antes de que empiece a sonar “Nada salvaje” que hizo saltar y agolparse en los pasillos del Gran Rivadavia los fanáticos para coronar una presentación majestuosa, a la altura de Eruca Sativa.
Fotos de Sofia Pedraza.
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