No quedan dudas: Dave Mustaine es Megadeth. Para hacer esa afirmación no hace falta estar graduado en Oxford, alcanza con ver la lista de temas de su última presentación en el Movistar Arena. Apenas 75 minutos son suficientes para demostrar que su trabajo ya está hecho, que las canciones forjadas en los ochenta y noventa son un legado inmenso. Es el puto amo de los riffs más oscuros y poderosos del thrash metal.
La versión 2024 de Megadeth -completada por James LoMenzo en bajo, Dirk Verbeuren en batería y la reciente incorporación, Teemu Mäntysaari en guitarra- le hace honor a su historia. Las ejecuciones se suceden una tras otra ajustadas, rápidas y con el poder necesario que requieren canciones como “Tornado Of Souls”, “Skin o’My Teeth” y “Sweating Bullets”.
Las afinaciones bajas en los instrumentos son determinantes para que la voz de Mustaine pueda lucirse debido a que su voz no es la misma tras sobreponerse a un cáncer de garganta, evidenciado principalmente en “Holy Wars… The Punishment Due”. Pero no importa, porque el pogo explota y más aún cuando el Colorado, de pocas palabras en el concierto, aparece con su guitarra ploteada con los colores de la bandera argentina.
Somos locales otra vez
Hace rato que el conjunto formado por el Colorado junto a David Ellefson es local en Argentina. Al mediodía, previo al tercer y último show agotado en el Movistar, hicieron un acústico en la puerta del hotel, como en 2005 en Plaza Francia. Mustaine sabe cómo darle un plus a quienes agotan cada taquilla desde su debut en los cinco Obras de 1994, donde nació el “aguante Megadeth”al compás del riff de “Symphony Of Destruction”. Obviamente el ritual se repitió en el recinto de la calle Humboldt.
El setlist prácticamente no tuvo variación a lo largo del triplete de recitales que dieron en el Arena de Villa Crespo salvo algún pequeño cambio en el orden. Sonó mucho de lo viejo y poco de lo nuevo: apenas uno registrado en el nuevo milenio, el que le da el nombre a su último álbum: “The Sick, The Dying… And The Dead!”. No sonaron temas grabados por el reingresado LoMenzo, (de los discos “United Abominations” (2007) y “Endgame” (2009). Si bien no se esperaba demasiado, todo suma a la hora de refrescar el repertorio.
En cuanto al nuevo guitarrista, Teemu cumple muy bien con su rol: cuando el Colorado se lo permite, el finlandés le saca chispas a sus guitarras. Al igual que Dirk, ambos son una garantía. Nick Menza y Marty Friedman, baterista y guitarrista que conformaron la formación clásica de Megadeth, están bien representados.
Una banda distópica
Hace rato que Megadeth no funciona como una banda, sobre todo en el siglo XXI. Tras la disolución anunciada en 2002, volvieron en 2004 y desde allí hubo sesionistas para grabar discos que luego no tocaban en vivo, entre otros litigios. Todo fue a gusto y piacere de Don Mustaine, cuyo esfuerzo por continuar el legado de su banda es loable aunque no del todo sincero.
Si bien el nacimiento de Megadeth está ligado a la unión de Mustaine y Ellefson, el proyecto claramente es del Colorado. Tras su expulsión de Metallica, sumado a una vida llena de despojos y faltas, su refugio pese a todo siguió siendo la música. Se propuso ser más rápido, más vehemente y directo que su anterior proyecto potenciado por el odio hacia Hetfield y Ulrich. Honestamente, lo logró durante un tiempo.
Pero todo lo mencionado poco importa ya: su público quiere cantar “aguante Megadeth” y darlo todo en cada pogo. La gira sudamericana los tuvo haciendo solo un concierto por país (salvo en Colombia) y en estas pampas metieron un triplete, una clara muestra de apoyo a un grupo que gana desde el vestuario con la camiseta. Y eso, pese a todo, es lo que queda. Mustaine cumple y le da lo que el pueblo quiere. Recuperó su salud y sigue de pie. Seguramente lo veremos volver, aunque su mundo sea cada vez más rápido, distópico y destructivo.
Fotos cortesía: @tutedelacroix
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