Faltan algo más de 10 minutos para que el día se convierta en 24 de marzo. Don Osvaldo acaba de bajar del escenario, todavía rebotan por las calles de Floresta los últimos acordes de “Suerte”. De pronto, el escenario se ilumina, suena “Un Demonio” y el mensaje/sentencia que se aloja en las pantallas y permanece por espacio de algo más de 20 minutos. “Son 30.000”.

No pasó la primera noche, no era necesario. Pero el segundo show fue el 23 de marzo. Y son 30.000. Y están presentes, como también están presentes los 194, esos que “un día se fueron y no quise olvidar”, como canta Patricio Santos Fontanet en la reversión de “Prohibido”, que sonó ambas noches.

Verte y festejar también

Pasaron los dos shows de Don Osvaldo en All Boys, el primero, con un lleno total, el segundo, casi. Fueron dos noches, dónde miles de personas se dieron cita para volver a encontrarse con los himnos Callejeros, para festejar los ya clásicos de Don Osvaldo y para hacer carne esa vieja sentencia que dice “Las calles son nuestras”. Después de algo más de 20 años, la banda de Pato volvió a tocar en un estadio dentro del ámbito de la Capital Federal, en un evento social, cultural, musical pero, sobre todo, y más que nada, de estricta justicia. 

La puesta en escena del show de Don Osvaldo en All Boys, un trabajo impresionante.
La puesta en escena del show de Don Osvaldo en All Boys, un trabajo impresionante.

En cada noche, Don Osvaldo mezcló casi en partes iguales tema de Callejeros, de Don Osvaldo, de aquel medio camino que fue “CJS”. Hizo un repaso por el extenso cancionero del que dispone y dejó a todos contentos. Pero más allá de lo que sonó, es aún más importante lo que se dijo.

En ambas noches, la banda se posicionó políticamente y firmemente, pidió Justicia por los pibes de Cromañón, bramó “Callejeros Inocentes” desde las pantallas, mientras sonaba “Todo preso es Político”, tildó de “Nazis” al gobierno, a los que Patricio describió como “Un grupo de felinos, una manga de gatos”.

Se dijo “Con los jubilados no”, se dejó en claro que los derechos no se negocian, se pidió Justicia por Pablo Grillo –“Qué pase lo que tenga que pasar, pero los huevos que tuvo Pablo Grillo son los que hay que tener”, dijo Pato al dedicarle el segundo show al fotógrafo herido en la represión del miércoles 12 de marzo en el Congreso de la Nación.

Desde el público se insultó a Patricia Bullrich, a Milei, a los militares. Desde arriba se pidió por “El rocca para All Boys”, un proyecto cultural que involucra al club, se le dio espacio a los sobrevivientes de Cromañón para que sigan reclamando por leyes sancionadas, pero no reglamentadas. Por una nueva trampa que el estado les tiende, una vez más. Un show de Don Osvaldo es una trinchera ideológica y está bien que así sea, porque, hoy en día, escasean. Y el que se sienta incómodo en un show así, quizás debería revisar otras cuestiones que exceden, por mucho, a la música.

La primera noche, el arranque fue con “Necesidades”, “9 de Julio”, “Flores por Piedad”, en la segunda noche, el arranque fue con “Bienvenidos”, “Palo Borracho”, “Feliz y Seguro”. Distinto, con más “power” quizás la segunda noche, pero un preludio de lo que fueron dos shows de algo más de 2 hs de duración, al palo, con una puesta en escena de primer nivel, que no tiene nada que envidiarle a las grandes producciones que hay en la Argentina.

La fiesta en el público fue una constante en las dos noches en All Boys.
La fiesta en el público fue una constante en las dos noches en All Boys.

Con puestos de hidratación bien marcadas y nutridos, con salidas bien demarcadas, con una gran cantidad de baños químicos, con un gran cuidado de y para la gente. Una fiesta de música, de rock, de nostalgia. Esas sonrisas que se veían en el campo, no son artificiales. Esos abrazos que cruzaban el tiempo, que trazaban túneles de viajes a un pasado dónde éramos más felices, se multiplicaban por todo el campo.

Pogos de varios +30, que seguramente hoy tienen el recuerdo del show en la espalda baja y en las rodillas. Ese crossover de generaciones, alimentado por la leyenda de Callejeros y la vigencia de Don Osvaldo. Madres e hijos, sobrinos y tíos, amigos, amigas, amigues. En Grupo, de a parejas, solos. Todos los invisibles, con frío pero abrazados, inoxidable pasión.

El rock como trinchera

En definitiva, lo que sucedió el sábado y el domingo en All Boys fue un acto de Justicia Social disfrazado de recital. Ese rock que quisieron erradicar y no pudieron, el que demonizaron hasta el cansancio, el que cargó con un estigma que ahora, de a poco, con mucho trabajo silencioso y con ganar la calle, se pudo limpiar un poco de esa carga y esa cruz. Algo más de 30 mil tipos y tipas reventaron floresta el fin de semana y no hubo un quilombo. Sonaron himnos Callejeros, llovió, paró y volvió a llover. Inolvidable y necesario.

Por todo lo que pasó, el público de Callejeros es único en la Argentina. Ninguno se le parece, conviven en la masa de Callejeros la mística de los ricoteros, la fidelidad de los rengueros y la alegría de los piojosos. Y a todo eso, el público de Callejeros también le suma la memoria, la verdad, la Justicia, la necesidad de saber que en cada noche serán +194 los presentes. Que ellos están ahí. Que los invisibles son todos. Los que saltan, los que se abrazan, los que gritan, lloran, se tropiezan, se amontonan adelante, buscan un asiento en la popular y también, y sobre todo, los que no están. 

Esa resilencia, ese duelo colectivo generacional que significo Cromañón, tiñó al público de Callejeros y lo define como único en su especie. Con todo lo que tienen todos los públicos de Rock, sí, pero con el amor y la memoria, como quizás ningún otro público. Canta Don Osvaldo en uno de sus temas: “El viento nos amontonó”… y en otro tema dice “Fue lo que somos lo que nos unió”. Y es así, tal cual. Y Pato siempre tuvo la sensibilidad poética para poder convertir en estribillos sobre líneas de riff lo que atraviesa a su gente. 

Quizás como ningún otro letrista, Pato escribe a la par de su gente. No hay metáforas rebuscadas, no hay superficialidad, sí hay un discurso, hay un mensaje, una línea que representa a todos y cada uno de los que estuvieron en All Boys estas dos noches, y también a los que ya no están en ningún lado, pero viven en cada Pogo, en cada riff, en cada abrazo y sonrisa que se multiplica en el campo del estadio Islas Malvinas.

Más de 20 años después. Pero parece que el tiempo no pasó, que las letras no se oxidaron, que están más vigentes que nunca, y que el código de Patricio con los invisibles se mantiene igual que en aquel Excursionistas. Fue lo que somos lo que nos unió. Y eso no se rompe más. Nunca más. 

Fotos de Benjamín López