En Vivo

Don Lunfardo, ¿Hasta dónde te permitís volar?

A más de un año y medio de su último show, Don Lunfardo y El Señor Otario volvió a congregar a su inmensa cantidad de seguidores en un Club Chacarita Platense desbordado para confirmar que el fervor sigue intacto.

Don Lunfardo
Don Lunfardo

Asistir a un concierto de Don Lunfardo y El Señor Otario es sumergirse hacia lo hondo del ser para pegarle una visita al lado oscuro y más castigado del alma, una especie de desafío invocado desde el certero y profundo arraigo que generan sus letras, en las que la catarsis asume una intensidad que se propaga cuerpo a cuerpo y convierte en valientes a todos los espíritus dispuestos a enfrentar sus miedos, transformando en fiesta el ritual que, en esta ocasión, fue bautizado como “Sustancia, ritmo y piel”.

Los recitales de una de las bandas más convocantes de la escena independiente tienen sus propias reglas, tan ajenas como impensadas en un circuito comercial en el que una de las condiciones más firmes y estrictas a respetar es siempre la hora del comienzo, aquí relegada por entero a disposición de la misma banda y su entorno, muy proclive a dar inicio a los shows bien entrada la madrugada.

Y la hermosa noche de cielo estrellado que albergó este reencuentro cara a cara con la banda encabezada por Luciano “Chino” Angeleri no fue la excepción: Cerca de las 2 y media, varios micros oriundos desde múltiples horizontes ya estaban descansando en las calles aledañas del Club, y todavía unos cuantos seguidores lunfardos continuaban haciendo posta en las veredas y cercanías del vallado mientras la mayoría ya había ingresado y podía contemplar el cálido escenario decorado con faroles, candelabros, rodeado por pantallas led a los costados y la proyección del nuevo logo de DLSO sobre la pared de la izquierda, sobre la cual horas más tarde se desplegarían a saltos dos acróbatas en sus arnés.

Instantes después, acompañados por fuegos artificiales que llegaban a oírse desde adentro, los aplausos y chiflidos alentaron la salida de los integrantes, Federico Lozano y Marcos Tradatti en las guitarras,  Néstor “El Negro” Arévalo en las cuerdas graves, Javier De la Mata en batería, y Andrés Maillard en teclados, quiénes, bienvenidos por los gritos, paraguas y banderas, eligieron el tema perteneciente al simple navideño lanzado el año pasado, “Tan gil como el destino”, para poner fin a la larga espera de manera definitiva y comenzar el show cerca de las tres y media de la madrugada, en un clima dominado por una cierta tensión tumultuosa y las altas temperaturas.

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Los brutales empujones cerca de la puerta de ingreso no cesaron durante la interpretación de “Parkavioleta”, “Fotógrafos del abismo”, “Nada maldrá sal”, ni el reversionado “Mi amigo el mostrador” (perteneciente al debutante “Álbum Verde” del año 2000), y esto vastó para que el Chino tuviera que detener el recital y advertir que no volverían a salir a escena hasta que la gente que aún estaba afuera con entrada en mano pudiera acceder al galpón, que ya estaba desbordado, donde los presentes se agolpaban por un lugar y no corría una gota de aire.

De aquí en adelante, es preciso dividir los sucesos en dos líneas paralelas: Mientras el público en general se mostró enérgico, festivo y altamente intenso, estallando en cada tema como si fuera el último, los primeros momentos de un show que continuó alimentado con los polentosos “Gobernar es el delito”, “Negros”, “Demasiado Humo”, “Marginadytos” y “Rambo es gay”, demostraron que la organización falló rotundamente ya que el lugar se vio definitivamente desbordado. Tanto, que muchos no sólo no pudieron disfrutar, sino desistieron y se fueron. Otros directamente ni siquiera lograron entrar.

Inmersa en este áspero contexto, la tremenda lista de temas continuó con “Yazco”, que compondrá el próximo disco, y la multicoreada “Cosmonautas”, seguida por “Los días pasan” y “Solíamos terminar en vuelos”, uno de los tantos momentos clímax (estado casi permanente de los presentes) en el que saltos propulsaron al unísono a todas las bocas que apuntaron hacia arriba para proyectar la emoción que despiertan esas nostálgicas estrofas y los brazos se extendían en busca de un cielo abierto que bien hubiese aliviado tanto a la melancolía de los espíritus como al vapor de los cuerpos.

Un parate acertado tuvo lugar en la mitad del recital, para bajar un poco la excitación y tal vez, ajustar todo lo que se podía para mejorar algo un sonido bastante deficiente con que el que costaba horrores descifrar alguna idea cada vez que Angeleri quiso expresar algún mensaje, puesto que las palabras rebotaban por todos lados y el alto tinglado del club no colaboraba demasiado con la nitidez.

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Claramente el lugar elegido quedó muy chico, y no fue el indicado para garantizar las condiciones no sólo de bienestar, sino de seguridad que deben corresponderse con un show de tal convocatoria. La sensación es que la gestión de una fecha que podría haber sido increíble e inolvidable, teniendo en cuenta el vertiginoso crecimiento del público y el potencial de DLSO, se les fue de las manos.

Los platenses se reincorporaron a escena interpretando la obscura “Paracaidistas en franco retroceso”, que le da nombre a su último disco, editado en 2008, digno de ser atesorado gracias a su lírica onírica y paranoica, a su experimental diseño estético (debe ser abierto con un abrelatas) y su excelsa apuesta sonora, en la que cada canción es atravesada por un hilo conductor de sonidos sombríos y tétricos que lo destacan de cualquier otro material y lo caracterizan con una tónica industrial: Sencillamente, el disco que contiene los dos temas que siguieron e invitaron a nadar en una marea de locura, “Películas” y “Fútbol Inc”, cala en la consciencia y la abarrota de sensaciones vertiginosas.

Después de “El patio de atrás” y “Las bestias que habitan en mi”, el momento meloso los envolvió a todos, como las gigantes banderas que en varios momentos se desplegaron sobre las cabezas de todo el público, que coreó con énfasis “Buenos Aires, New York” y “Droga”, dos clásicos de la banda platense que despiertan sumo apego a causa de la agridulce combinación entre tiernas armonías y aletargadas letras que le gritan al desamor en la cara dejándolo sin palabras.

La luz del día ya podía dilucidarse e intentaba colarse por los pequeñas aberturas en la parte superior del Club cuando el manifiesto “Respirar es lo de menos”, incluido en el maravilloso y surrealista segundo disco de la banda, se cantó al unísono como una especie de declaración de principios que describe y pinta parte nuestra idiosincrasia inserta “in the ort of the land”.

Había llegado el color. Y se había llevado el dolor. Y ahora venía por los últimos minutos de un recital que sin dudas va a significar un punto clave y reflexivo en la historia de la banda, a un paso de consagrarse como verdadera leyenda del under, en la que la mística sigue tan latente como siempre y el mito se agranda acorde va creciendo el público, ya a esta altura masivo.

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Señal inevitable de que, de aquí en más, para sostener la creciente popularidad y repercusión (por boca en boca) de la esencia de DLSO, es necesario que la organización no vuelva a dar un paso en falso en la nueva etapa que se avecina y se priorice la protección del público incluso si deben tomarse decisiones o cambiar hábitos que deformen mínimamente el camino trazado hasta acá, pero en pos de hacerse cargo de la gente que mueve este admirable y extraordinario proyecto artístico. Tocar con más frecuencia, más temprano, o en lugares más grandes entre otras cosas, para intentar administrar o distribuir mejor la enorme convocatoria. En palabras del propio Luciano Angeleri durante el show: “Si esto sigue creciendo, vamos a tener que manejarnos de otra manera”.

Misiles con Mantequilla”, “Ck”, “Paolo Maquerni”, “Pogo” fue la orgásmica serie final de una lista de temas que fue una real bomba que terminó casi a las seis menos cuarto de la mañana, y dejó a los cuerpos detonados, abollados de tanto chocar para canalizar el sentimiento visceral que la mayoría de las canciones lunfardas despiertan entre tanto agite para desembocar en una fiesta descomunal. Por más defectuosos que hayan sido la organización y el sonido, Don Lunfardo en vivo es cúmulo de sentimientos extremos, que lleva a las emociones al límite. Al éxtasis.

Pero el recital se vio empañado, y es menester dejarlo en claro más de una vez, porque los desmanes y la falta de respeto que tuvieron que padecer la mayoría de los presentes no deberán repetirse.  Por momentos estar ahí dentro era temerario si se lograba parar la pelota un segundo, levantar la cabeza, mirar hacia los costados, hacer un poquito de memoria, y agradecer que a ningún gil se le ocurrió hacer alguna gilada.

La banda entera sabe que se equivocó feo en este sentido, y es por eso que en su página oficial de Facebook publicaron un comunicado titulado “Con el diario del Lunes”, en el que, mediante un descargo, aseguran lamentar lo sucedido, y se ponen a disposición de los asistentes que se hayan sentido afectados. Rock and Ball cree oportuno citarlo textualmente para mostrar tal cual la imagen que mediante el mensaje la banda quiere hacer llegar a sus seguidores. El próximo 14 de Enero en Mar del Plata tendrán la oportunidad para demostrar qué recaudos o medidas tomaron para cuidar a la gente. A su gente. Se viene un grandísimo desafío: Sostener la autogestión a un nivel masivo. Por el bien de todos. Por el bien de la música.

CON EL DIARIO DEL LUNES 

“Si bien ya estábamos arriba del escenario cuando la gente intentaba ingresar al show, quienes trabajan con nosotros no tardaron en avisarnos lo que estaba sucediendo: el público se agolpó en la entrada, derribando el vallado e intentando entrar con o sin boleto.

Entre el jueves y viernes pasado las entradas comenzaron a agotarse en varios puntos de venta y, por ese motivo, separamos un remanente para la puerta ya que sabemos que muchos viajan desde distintos lugares donde no tienen acceso a adquirirlas en forma anticipada. Ese remanente se agotó en tan sólo un par de horas y decidimos levantar la venta en puerta para la seguridad de todos. Para nosotros, el espacio que se construye cada vez que tocamos es un lugar sagrado en el que siempre nos ocupamos de la seguridad y el cuidado del público, también desde el escenario hacemos hincapié en la solidaridad y la asistencia de unos a otros en caso de algún inconveniente. Hace diecisiete años que la banda se presenta en vivo y al menor indicio de algún inconveniente siempre es considerado cortar o suspender el recital para resolver cualquier tipo de situación: sólo esta vez ocurrió algo semejante y nos apena.

Cada vez que preparamos una fecha, desde nuestra condición independiente, tomamos todos los recaudos para que nada de esto suceda: hubo gente que se quedó fuera del recital con entrada y otra tanta que optó por retirarse dadas las circunstancias del ingreso, gente que se golpeó o golpearon, forcejeos, empujones y lógicamente, el temor que nos quedó a todos después de lo ocurrido en Cromañón. Al quinto tema la banda dejó de tocar para calmar los ánimos y en poco tiempo la gente pudo acomodarse y continuar, pero muchos ya se habían ido.

Obviamente desde la organización del show y el sentir de la banda, habrá muchas cosas que modificar para las próximas presentaciones considerando el crecimiento de nuestro público. Desde ya, lamentamos mucho lo ocurrido y a todos aquellos que se hayan sentido afectados, les pedimos que se comuniquen con nosotros por estos medios: 
Mensaje privado Facebook Don Lunfardo y el Señor Otario (Pagina Oficial) 
e-mail [email protected]

Desde ya gracias por entender: si estas cosas no sucedieran, todos disfrutaríamos más de la música.

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