El domingo frío de las sierras dio una postal diferente, con gente “emponchada” que comenzaba el ritual para entrar. Yendo por el camino de El Cuadrado, la neblina era una especie de cortina de humo antes de llegar a la “tierra prometida”. La misma que fuera bendecida por la lluvia la noche anterior, y que tendría unas gotas más por la tarde. La misma, tan necesaria, como la música.
En un Festival que ya se volvió inabarcable por su calidad y cantidad de cosas, en su segunda fecha, se destacó por los consagrados que volvieron a hacer vibrar, pero también por la nueva generación, que en la diversidad resalta el gusto. Una fiesta, donde no faltó nadie, ni nada.
Apertura a nuevas bandas (o saber lo que pasa más allá)
El domingo, al escenario principal lo abrió UCHPA. Luego de un sábado, donde la actuación de los mexicanos de Fanko y los chilenos de Guachupé (ambos recibieron buenas críticas), fue el momento de una banda peruana de rock blues fusión en quechua, que luego de 25 años llega a nosotros. El vocalista, Fredy Ortiz, arengó: “Somos pocos, pero somos los elegidos”, antes de dar su show bien temprano y despertar a los recién llegados. “Nosotros seríamos como los nietos de los nietos, que seguimos la filosofía del inca y del idioma quechua; pero el nieto ya tiene que actualizarse, así que empezamos ¡con el rock inca!”, sostuvo. Una banda para prestarle atención, como le pasó a José Palazzo, quien gracias a los “Cosquines” que lleva por Latinoamérica, puede traernos estas novedades.
Rock con tonada (Cba X – Córdoba Rockea)
Tal vez parecieron medios perdidos, entre el área gastronómica y el escenario temático, pero el rock local siempre está. El domingo tuvo su aporte con más de quince bandas, que recibieron más gente a medida que pasaron las horas. Facundo Parini (ganadores del Pre – Cosquín), Los Cocaleros, Hipnótica, Malpaso, Armando Flores, Los Monkys, La Frola Bartola y el cierre con el ritmo de Cony La Tuquera, regalaron a quienes se acercaron, más que buenos momentos. Lo mismo a Franco Ronchetti, por ser el mentor de eso y haber subido a tocar con su banda Cuatro al Hilo.
Creadores del nuevo rock
Desde hace un tiempo, hay que hacer apartados especiales para El Mató a un Policía Motorizado y Los Espíritus. Luego del muy buen show que dio Estelares –que en Córdoba se sienten locales- llegó un momento más que esperado y pedido por los especialistas.
El Mató subió a las 17 hs, para regalar canciones sentidas entre nubes púrpura que se veían de fondo. Pese a algunos problemas de sonido iniciales, “El Tesoro”, “La Noche Eterna”, “Ahora Imagino Cosas” y “Mundo Extraño”, calmaron a ansiedad por verlos en el Principal. Sensibilidad y buen gusto, para una banda clave del 2017, que cerró con “Chica Rutera” y los acordes de “JiJiJi”.
Quienes los siguieron, fueron Los Espíritus. Que ya no son Indie, sino que son de todos. Y eso se vio con lo que se acercaron. Algunos atraídos no sólo por imágenes psicodélicas y las mezclas entre rock, ritmos latinos, blues, la mayoría porque sabe de esta banda y de su presente. “La Rueda” fue el final de un show no largo, pero sí efectivo.
Somos locales otra vez
“Escuchá, vamos a Viticus un rato y después apenas suba Residente, nos vamos para allá”, le decía una piba al padre con campera de cuero. Ese allá, era el escenario principal. El mismo que detonó Residente, no solamente con sus letras, sino con una banda que –como contó el creador del Cosquín- apenas la vio, no dudó en llevarla, por “lo bueno que son” (entre ellos el pianista cordobés Leo Genovese).
Para ponerse en sintonía, con una de las fotos de la muestra “Los Ángeles de Charly”, donde le hace fuck you a un tipo “normal”, Somos Anormales comenzó con una seguidilla de éxitos, que hicieron vibrar a todos.
“Un artista cómodo está muerto”, dijo para argumentar sus nuevas búsquedas y con sus letras, hizo detener a más de uno, como “Chaco” que pondera la lera por sobre la música. Porque cuando canta él hay que detenerse y disfrutar. Porque por más que no canto mucho de lo nuevo, con lo que hizo le bastó para ser uno de los puntos altos. El aguante fue un grito de lucha, frete a las injusticias de estos tiempos y el pedido de que los argentinos nos cuidemos “de los de afuera, pero también de los que gobiernan adentro, iguales de jodidos”.
Los otros “locales” llegaron desde Uruguay. Una vez más, La Vela Puerca le dio a Cosquín lo que quiere de ellos: magia en sus temas en vivo. “Cebolla” Cebreiro saludó haciendo el gesto que estaba frío, para luego llenar de calor a un público que ya agitaba varias banderas. “Va a Escampar”, “La Teoría”, “Zafar” y el acústico “Para No Verme”, con Sebastián Teysera sentado, prepararon de la mejor manera al público para lo que le siguió.
Historia viva
Los números internacionales, le dieron a esta edición un plus. Pero sobre todo, los muy esperados The Offspring. Subieron al escenario, cuando ya el Cosquín empezaba ver las últimas luces, cuando el reloj marcaba 23:55. Ahí el punk estadounidense se corporizó en esta banda noventosa, y en los pogos más animados que se dieron gracias a que Noodles y Dexter Holland, los fueron guiando con temas como “Go Far Kid”, “All I want”, “Have You Ever”. Se los vio disfrutar cada momento y al mirar hacia abajo a la gente que tiene “que tiene rock”.
“Buenas noches Cosquín. Tú eres muy bonitísimo. Es nuestro primer show del año”, dijo el cantante, que –viendo cómo lo recibieron- querrá volver pronto. Menos mal.
Antes de ellos, los que tuvieron su momento fueron los Ratones Paranoicos. Antes del Cosquín, uno de los shows que se quería presenciar, para saber cómo estaban después de tanto tiempo sin tocar juntos. La respuesta fue una seguidilla de hits como “Rock Del Pedazo”, “Ceremonia En El Hall”, “La Nave”, “El Vampiro”, “El Centauro”, “Cowboy” -que nadie pudo no cantar- y un “Juanse” en buena forma. Ellos, que tienen una relación estrecha con Córdoba, desde los primeros festivales a fines de los ochenta, fueron grandes protagonistas de este ritual, donde tod@s piensan como su líder que gritó: “¡Viva Cosquín, viva la vida, viva el roncanrol!”.
El Garage del éxito
“Varios artistas hicieron que el ámbito quede chico” dijo José Palazzo en conferencia, para después asegurar que “la música pop necesitará un escenario más grande”. Se refería a lo que pasó en el Quilmes Garage.
Luca Bocci, Barco, Lo’ Pibitos, Perras On The Beach fueron bandas que tuvieron a un público más que fiel. “Venimos al Cosquín para ir al Garage”, decían muchos. Y es que en casos como Usted Señálemelo, Indios o Louta –uno de los preferidos, y lo demostró hipnotizando al público-, hablamos de casos serios, más allá de que hayan crecido mucho, en poco tiempo. Para cuando llegó la última banda, ya todos eran un poco así: Militantes del Clímax.
Del río voy llegando a las sierras…
“…Con mis ojos, viendo la realidad de la gente que camina mi tierra”, canta La Mississippi y parecía que eso resumió a La Casita del Blues. O mejor dicho, que la mítica banda reunió el pensamiento de todos. Porque si cada persona tiene una realidad, todas fueron compartidas y de gran manera. Como dijo uno de sus integrantes, Claudio Cannavaro, se vio “una diversificación inmensa del rock y por eso es saludable”. Así lo demostraban los que fueron a ver a Vanthra, de Fernando Ruiz Díaz o a “Piti” Fernández en el Universo Geiser y terminaron coreando varios temas de la “Blues band”, como de las anteriores que pasaron, en un lugar que quedó chico. Por eso, ese rincón del predio, fue un gran acierto.
Gardelitos y el mensaje
“Si el rock pretende ser verdaderamente revolucionario, tendrá que abrazar al feminismo y no hay feminismo sin putas”, dijo Eli Suárez en una parte del show de Los Gardelitos. Y en un acto de compromiso real, subió al escenario a María Riot y Georgina Orellano, dos trabajadoras sexuales integrantes de la Asociación de Mujeres Meretrices de la Argentina (Ammar).
De fondo un cartel, que rezaba “vamos con las putas, nunca con la yuta”, al frente las dos mujeres y un texto que entre otras cosas decía: “Estamos arriba de este escenario por las que ya no están. Por las víctimas de femicidios y travesticidios. Porque ya no nos callamos más. Para que terminen el machismo y los abusos en el rock y en todos lados (…)”. Necesario por los tiempos que corren y para que el rock sea, realmente, como pidió Eli.
Nos vemos en #CR19
El mejor final es con la seguridad de que el 2019 nos encontrará de nuevo en este Festival. Así lo dijo su productor y así se sintió en el aire. Así parece que se repetirá, con dos días, para que sea “inabarcable”, como comentó Patricio, un colega, pero también para que se confirme la magnitud de este lugar, que por día tuvo la programación de dos jornadas.
Aguante este ritual. Aguante este Señor Festival (ya cumplió la mayoría de edad). Aguante la madurez de los músicos, al compartir escenarios y formas de ver la música. Aguanten las relaciones que se fortalecen en cada edición; las bandas emergentes que suben y las consagradas que bajan, para volver a sentir. Aguante la procesión de miles y miles, que ven un federalismo real en dos días. Aguante las sensaciones que se dan, las emociones que se viven, el vibrar. Aguante la manija previa y en el predio, la sensación de ser parte de una fiesta sin igual. Aguanten las bandas y lo que tienen que decir. Aguante el compromiso con la gente. Aguante la fidelidad en bandas. Aguante las ganas de querer incomodar al poder. Aguante el rock y los que tienen esa actitud, haciendo otro género. Por eso, aguante la música. Por eso, aguante Cosquín Rock. Aguante… Todo.
Fotos de May Suárez y Flor Zufiaurre
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