A esta altura de los hechos, diez años después de su primer show en la Argentina hay que concluir en una verdad fáctica: parece imposible que Pearl Jam defraude. Parece no haber manera que Eddie, Mike, Stone, Jeff, Boom y Matt entreguen un show medio-pelo. Parece irreal pensar en un Pearl Jam tocando una hora y media, dando la sensación que todo lo que dirá arriba del escenario es cartón pintado. Parece todo eso. Y lo es.
Pearl Jam no sabe jugar al 50%. Como esos equipos que ,simplemente, no saben jugar al empate o aguantar un resultado, la banda de Seattle nunca saldrá a escatimar nada en la cancha. Jamás. Por eso, regalaron un show de 33 temas y poquitito más de tres horas. Duración impropia y extraña para un show internacional, pero totalmente normal para PJ y su manera de vivir lo que hacen hace ya más de 20 años. Pearl Jam cumple y dignifica. Y uno no puede ser más que testigo y disfrutar. Entregarse, quebrarse, saltar, cantar hasta la afonía y ser feliz. Del resto, se encarga Pearl Jam.
Una banda con la sensibilidad como para abrazar las causas que no les pertenecen, como “Ni Una Menos” y un Eddie posando con el cartel que se hizo carne en las redes sociales, pidiendo, “No One Less”, antes de entonar “Leaving Here”, una de las joyitas de la noche. Un Eddie que leyó y habló mucho en español, para agradecer, para homenajear a John Lennon, a Joey Ramone, para decir, emocionado, y con toda la autenticidad de la que alguien es capaz: “Ustedes son nuestra banda favorita”, momentos después que el campo colmado del estadio Único pareciera –como dijeron ellos mismos en 2011- “una sábana agitándose”.
A Pearl no se lo va a ver, a Pearl Jam se le va a rendir tributo. Procesiones que se asemejan a las de El Indio o La Renga, una conexión que no es usual con bandas de otros países –excepto, los Stones-, una relación amor-amor que fluye y se traduce en una banda dando lo mejor de sí arriba del escenario, como si nunca hubiesen salido de aquel mágico Pinkpop ’92. Es que a Eddie sólo le falta volver a colgarse del escenario y arrojarse como el pájaro que la banda utilizó para la escenografía. Y, cuando pide el casco para bajar a estrechar manos con la gente, uno hasta piensa que puede hacerlo. Pero no, los años no vienen solos. Aunque en el caso de Vedder y cía, parecen haber consumido un poco de la Piedra Filosofal que Nicolás Flamel le dejó en custodio a Albus Dumbledore (si no leyeron Harry Potter, googlen “piedra filosofal”).
El show en sí tuvo como excusa, “Lightning Bolt”, su último disco de estudio, con algunos joyitas como “Sirens”, o “Swallowed Hole”, que sonaron acompañadas de la furia de “Mind Your Manners”. Temas que aún no están en el corazón de la gente, que los aplaudió , los saltó y los gritó, pero que enloqueció cuando sonaron los temas que todos vinimos a escuchar “Once”, “Jeremy”, “Even Flow”, “Black”, “Corduroy”, “Alive” entre otros y que recibió de excelente grado las sorpresas o joyitas joyitas de la lista como “Low Light”, “All Night”, “Grievance”, “Red Mosquito”, “Baba o’ Reilly” (Tremenda versión de un clásico de Los Who, potentísima). Y se prendió fuego, literalmente, cuando “Porch” y “Rearviewmirror” demostraron porque Pearl Jam roqueará hasta que se le dé la gana.
Mike McCready y Stone Gossard tuvieron un show sin fisuras, dónde pudieron lucir su virtuosismo de pura cepa. Jeff Ament es el colchón sobre el que todo violero virtuoso quiere descansar, Matt Cameron lució una concentración a prueba de balas y Boom Gaspar vistió los temas como siempre. Y Eddie… Bueno, Eddie ya es casi un argentino más. Se sonríe, toma vino. Aplaude, toma vino. Salta de un monitor al piso del escenario, toma vino. Toma vino, toma vino. Y nunca, pero nunca, parece dejar de agradecer lo que la multitud, en estado de ebullición le brinda. O, mejor dicho, le retribuye. Es que el público no va a darle nada a la banda, simplemente va a devolver lo que Pearl Jam transpira cada vez que pasa por estos lares. Y se da una comunión que logró que “Buenos Aires” sea el GIG al que quieran asistir fans de todo el mundo, como un Superclásico en La Bombonera o en el Monumental. Ver a Pearl Jam en la Argentina es algo que uno debería hacer antes de morirse. Y ayer quedó claro nuevamente.
El show en sí, comenzó con muchas sombras, muchas luces al suelo platense, y un trío de temas que fue preparando a la monada: “Pendullum”, “Low Light” y “Small Town” para dejar bien en claro dos cosas desde muy temprano: El show iba a sonar del carajo y Eddie Vedder tiene una voz de la puta madre. Después, con “Mind Your Manners” y “Do The Evolution” (con la gente coreando la parte de las violas) y “All Night” ya fueron poniendo el estadio a punto caramelo. Una preparación que alcanzó su punto justo con la demoledora “Once” y “Dissident”, temas de “Ten” y de “Vs”, discos que salieron hace más de 20 años. Lo que demuestra la vigencia de la banda y lo hondo que calaron sus temas en la gente.
Después pasaron, en fila “Lightning Bolt” “Given To Fly”, “Swallowed Hole”, “Even Flow” (que, claro, explotó) y la banda volvió a apretar el embrague para bajar un cambio con “Sirens”, LA balada de su último disco. Luego llegó desde “Binaural”, “Grievance” y, pegado, Vedder y una anécdota sobre una niña emocionada que vieron al llegar al estadio, agradeció a sus padres el haberla traído y dijo que es algo que no se olvidará jamás. Todo sirvió de preludio para la dulce “Daughter”. “Life Wasted” y “Rearviewmirror”, cancelaron la primera parte del show a la que todavía, aunque parecía increíble, le faltaba una hondonada de clásicos, maquillado con algunas joyitas.
Volvieron con “Footsteps”, tema que sonó luego que Ed agradeciera, una vez más, el cariño del público, y dijera que este año había sido difícil para la banda en lo personal, dando entender de algunas perdidas que se dieron en el entorno. En ese momento, las pantallas, que fueron increíbles, con una calidad súper mega ultra HD y con un manejo que hacía parecer que se trataba de una película y no de lo que estaba pasando, enfocaron a una morocha que tuvo la inmensa fortuna de ser “unigida” por Ed, quién ordenó que le dieran su armónica. Ahí se terminó el tema para ella, quién rompió en llanto, emocionando a todo el estadio.
“Imagine”, fue lo que siguió en memoria de “Mr Johnn Lennon” e hizo que el estadio Único se convirtiera en una luz de celular gigante, a pedido de Vedder. Luego, el recuerdo de Joey Ramone y el momento de tocar “su tema favorito de mi banda”, según recordó Ed y llegó “Corduroy”, pegadito vino “I Believe in Miracles”, el tema de Los Ramones que ya es de Pearl Jam. El duo “Jeremy” y “Porch” dejó al estadio encendido como nunca, mostró a la banda ajustada y divirtiéndose y podría haber sido el cierre perfecto. Si no fuera porque, con Pearl Jam, siempre hay más.
El encore Break 2, generalmente, es de 4, 5 temas como mucho. Sin embargo, en la noche de ayer, la “perla” lo extendió a ¡ocho! Canciones. “Leaving Here” sonó, luego que Vedder, con un cartel en la mano que decía #NiUnaMenos, pida “No One Less” y agregara “”Con tantas chicas en las vallas en este momento y tanta gente respetándolas, parece que vamos bien”. Detrás llegó “Better Man”, que, justamente, habla de la “violencia de género” y otra chica inundada en llanto en primer plano. Cuando ya todos estaban pensando en el final, la banda arremetió con “un pedido” y sonó “Red Mosquito”, tema alojado en “No Code”, un albúm de 1996 y que no es usual en los shows de PJ.
Llegó el momento de “Black” y, nuevamente, la comunión banda-público se hizo presente. “Blood” hizo saltar una vez más a todo el estadio, a caballito del Wah-Wah de McCready y al grito de “It’s my blood”. Y ahí sí, comenzó el fraseo de guitarra de “Alive”, archi conocido y que devino en una versión demoledora, con Ed y Mike corriendo de lado a lado del escenario. ¿El final? No, aunque las luces comenzaban a encenderse.
Pearl Jam regaló los últimos dos temas con las luces del estadio encendidas a full. Con un coro multitudinario para el cover de The Who “Baba o’ Reilly”. Y, luego, Jeff –que ya lucía la camiseta de la Selección de Básquet que le cedió su amigo Fabricio Oberto– se sentó, tomó su bajo como si fuera un contrabajo, y empezó a tocar “Indifference”.
Era el final. La banda saludó, recibió el aplauso sincero y sostenido de un público que los ama, y se retiró. Todos menos Eddie. Eddie se arrodilló e hizo reverencias al público, una y otra vez y, con una sonrisa en su rostro, dijo “Hasta la próxima” y, luego de más aplausos y más reverencia, sorprendió por última vez en la noche: “Nos vemos el año que viene”. ¿Será? ¿Se podrá convertir Pearl Jam en una banda que venga todos los años? Más allá de lo difícil que suena, soñar no cuesta nada. Y, otra cosa, acá, entre nosotros, ¿dónde mejor que acá? Ayer quedó claro una vez más, luego de 3 horas, 33 temas y un show de putísima madre. Pearl Jam no es argentina por un mero tema de fronteras y de idioma, desde el sentimiento hace rato que los adoptamos.
Foto portada: Beto Landoni // Gentileza T4F
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