El muerto viviente está partido por la mitad. Es una suerte de collage onda The Walking Dead con pizcas furiosas de Breaking Bad y se llama Fútbol Argentino. De sus entrañas escupe otro cadáver tambaleante que responde al nombre de Selección Argentina.
Todo comenzó con un derrame cerebral que le duró poco más de tres décadas, durante las cuales tuvo fascinantes períodos de lucidez, one hit wonders, generalmente por apariciones sumamente inexplicables, tal vez provenientes de otro planeta y, casual o causalmente, identificables con el Nº 10. Si te gusta la magia, ponele que se trató de magia.
Si nos concentramos en su estructura futbolera detectamos un delirio de equilibrio. Cómo decirlo… En la mayoría de los escenarios de la vida, distribuir las cosas por su punto medio es saludable, pero, en el fútbol, dividir las cosas por la mitad no crea equilibrio -como acumular delanteros no garantiza goles o sumar defensores no certifica seguridad- y solamente deriva en una lapidaria afección: el Síndrome del Equipo Partido.
El fútbol argentino atraviesa una etapa de enamoramiento de los esquemas. Es realmente fascinante la ensalada que se forma al poner al dibujito táctico, número telefónico o como decidamos apodarlo por delante de los protagonistas, las ideas, las características del rival y otros aspectos esenciales del juego. Es probable que, aunque no lo sepamos, el conflicto con los “fondo buitre” haya registrado algún episodio donde se expuso si mandar a interlocutores agrupados 4-4-2 iba a dar más rédito que hacerlo 4-5-1 porque, se sabe, el efecto fútbol trasciende a su ámbito.
El fútbol argentino tiene un moretón importante: la mayoría de sus entrenadores están anclando su mirada en el dibujo y casi que ignoran rasgos, naturalezas y funciones. Como bonus tracks, cuentan con aliados muy poderosos: gran parte del periodismo y gran parte de los hinchas. El periodista optó por el circo antes que el análisis y el hincha optó por divertirse con ese circo antes que debatir, sumar conocimiento, etc. Sí, hay excepciones, pero son eso, excepciones. Estamos ante la era del “mirá cómo se emociona tal periodista”, “fijate que pronosticó tal otro”, “no te pierdas al hincha que llevó tal bandera o tal trébol y seguramente fue vital en el resultado“ o “¿te enteraste del tweet de la hija de Maradona contra Agüero?”. Entra y léelo.
En la autopsia se refleja la falta de dos componentes vitales para el buen funcionamiento de un cuerpo futbolero: la lógica y la empatía. Están erosionados, pero por desuso. Vayamos al episodio Córdoba, caso Paraguay.
Argentina volvió a privilegiar el esquema por sobre las características de los jugadores, el vínculo que se podía generar entre ellos y con la idea de juego, y hasta soslayó las virtudes del adversario. Es un veneno que, según los datos del laboratorio, lleva el nombre genérico 4-2-3-1. Sus componentes pueden variar, pero no las proporciones. Es 4-2-3-1. Está a la moda. Durante un tiempo las proporciones fueron 4-4-2, pero también se registraron casos con el agregado enganche, línea de 3, etc. El tema es que todas estas drogas provocan la putrefacción del cuerpo futbolero cuando se adulteran y encima no admiten Plan B.
Vayamos al ejemplo más reciente de adulteración. Argentina intentó levantar un edificio con un albañil y 4 fabricantes de alfajores, aunque, pensándolo bien, fanáticos del monólogo quedaría mejor. O sea, mucho no tenían que ver. Pero el tema, además, y más importante, fue que estuvieron muy separados e intentaban comunicarse como si estuvieran a la distancia acorde para confiarse un secreto. Quien sabe, más cerca quizás se hubieran entendido un poco mejor… Conclusión: no se comprendieron entre ellos y no comprendió nadie.
Banega era el único que tenía a la organización del juego entre sus recursos naturales. El tipo agarraba la pelota muchísimo más cerca de Mascherano que de Agüero, Di María, Gaitán e Higuaín, pero en el medio había un colchón de botellitas de Heineken rotas, porque nadie se acercaba al pobre Ever, que, de vez en cuando, se mandaba por el campito minado y le dejaba la pelota en los pies a Mercado, Demichelis o Rojo, que testeaban la altísima temperatura del balón y lo alejaban lo más que podían con futuro incierto o eran incapaces de mantenerlo en sus pies más de un segundo, como si fuera una utopía aguantar hasta divisar una buena opción de pase. La pelota, entonces, volaba hacia alguno de los de arriba, que generalmente la recibía de espaldas y era presa fácil del rival, que aplicaba el viejo truco de ser corto entre líneas o provocar superioridad númerica, o el más moderno de la presión ciega (doble marcar al que está de espaldas) e, “insólitamente“, atravesaba el campito de botellitas rotas de Heineken, pero rumbo a Romero, con tanta dificultad como quien salta una tapita de gaseosa.
El partido pedía asociación, juego, circuitos, lógica y movilidad. Argentina era individualista por ADN (Agüero-Di María-Gaitán-Higuaín), directo, inconexo y estático. Ninguno de los 4 más cercanos a Villar siente el rol de creativo. Sí, ocasionalmente puede integrar un proceso, pero no es el núcleo. A esta ensalada se le suma el fundamentalismo del dibujo, rígido cual estructura de metegol, con los externos tan pegados a los laterales que tapaban esas calles para Mercado y para Rojo, más allá de que esos hipotéticos suplementos de ataque inciden más en el aspecto ofensivo por pelota parada o sorpresa que por asociación, pero imaginen si encima les reducen el margen de maniobra.
Por si fuera poco, semejante apertura potenciaba que Higuaín y Agüero fueran absorbidos en la zona de definición. Si a eso le sumamos que Banega no picaba sin pelota, que el factor sorpresa estaba minimizado por lo explicado sobre los laterales y que el hecho de que jugadores como Di María, tan cercanos a zona de fuego se ven convidados a recibir y resolver, el cuadro se tornaba irrecuperable y solo quedaba recurrir a la voluntad, que fue, bajo los seudónimos de arrebato o impulso, lo que mantuvo a Argentina en juego.
¿Cuáles son los ajustes? ¿Cambiar a los extremos de perfil es un ajuste? ¿Dónde y cómo se le agregan matices a un equipo? ¿Poner un zurdo a la derecha es una receta mágica?
Por funcionamiento y resultados, el mejor tramo de Argentina en los últimos años fue el cierre de Eliminatorias de la Era Sabella, con Di María en línea de medios, obligado a ser menos individualista por saludable cantidad de opciones de pase; con Messi sin puerto de partida definido, más Agüero e Higuaín. Con una identidad, pero con matices. Sin colgarse de la teta siliconada de la posesión, entendiendo que a, veces, es más importante el espacio, definir zonas de presión para luego combinar el terreno disponible con las virtudes de los jugadores propios.
Llegó el debut en el Mundial y se evaporó. Se corrigió y se apostó a algo similar contra Nigeria y las lesiones boicotearon el resto de la historia. Desde entonces, Argentina no volvió a apostar a algo vinculado con eso que le dio rédito en resultado y funcionamiento.
Paraguay, en cambio, fue arriesgadamente lógico. Eligió agrupar técnica y velocidad con Rojas, Almirón, Derlis González y los hermanos Romero, pero lo hizo apostando al espacio para, así, potenciar virtudes. Y fue corto entre líneas para, así, reducir el margen de error. Y, además, tuvo en cuenta a Argentina.
Una excusa que suelen ensayar los entrenadores es el tiempo de preparación. Para mí, entendible, pero, como todo, aplicable a un contexto. Si vos tenés 5 días de laburo y el rival se conoce desde hace años y tiene una nota de calidad alta, es sumamente aceptable el argumento. Ahora bien, si tu rival está en tus mismas condiciones y no tiene tu materia prima, no te escondas bajo esa cortina de humo porque se te nota hasta la tierrita debajo de las uñas.
Otro punto que se suele marcar es: “Él juega así en su club”, como si se tratara solamente de una transferencia geográfica. Ok, yo juego de mediocampista interno por derecha en Barcelona o Juventus o Chelsea, bajo determinada idea, rodeado por tales compañeros y se me pide tal cosa. Por ende, es lo mismo jugar en esa zona en la selección, no importa que los compañeros sean otros, que la función sea otra, que el contexto sea otro, que los rivales marquen diferente. Se trata del dibujo, del lugar, de la geografía y ni siquiera importa si allá me muevo un poquito más o un poquito menos. Y no, son cosas muy,, muy, MUY diferentes, tan diferentes que, cuando se repiten, hasta derivan en trastornos de personalidad futbolera. Existen los cracks polifuncionales, claro que sí, pero generalmente los que juegan de todo terminan jugando de nada. Y se llaman polifuncionales porque cumplen diferentes FUNCIONES, no poligeográficos.
Otro ítem a tener en cuenta en la autopsia es la sobrevalorización o la criminalización según el resultado. Se pasa de Agüero crack a Agüero no sirve y, así, ponele el apellido que quieras. Ignorar la calidad de los jugadores de la selección argentina es absurdo y dañino como llevar sus cualidades a nivel de deidades. No podemos creer que tenemos la mejor materia prima del mundo cuando existen los alemanes, los brasileños y tantos otros, pero tampoco podemos, desde afuera y desde adentro, crear un escenario donde se los discuta y se los trate como bazofias.
Paraguay fue capaz de dañar a Argentina con lo que, a la vista, fue un esfuerzo mucho menor, pero no es otra cosa que haber sido más inteligente. No se trata de cuánto corrés, sino de para qué corrés. No se trata de cuánto tuviste la pelota, sino de cómo la utilizaste. No se trata de agrupar delanteros, sino de saber interpretar como se combinan sus características y con la idea. La empatía, las sociedades, de eso se trata. Yo puedo poner sobre un escenario a Lennon, Mercury, Bach y Charly García, pero si en vez de pedirles música les pido que hagan bizcochuelos, el resultado va a ser pésimo.
En este mundo dominado por palabrillas como “intensidad”, se desconoce el paradero de “claridad”. En este baldío tan preocupado por la “velocidad”, se marchita la precisión. Y que algún científico venga a demostrarme lo contrario, pero, que yo sepa, la precisión sigue siendo más importante que la velocidad. Podés ir a 500 kilómetros por hora, crack, pero si conducís mal… te estrolás y andá contar chistes con Jim Carrey. Ok, no está muerto, pero hace años que no hace reír a nadie. Y lo más importante: se vive hablando del huevo y poco del juego. Esa es la demanda instalada. El exceso de tal cosa “O” la otra en lugar de tal cosa “Y” la otra.
El fútbol también es un estado de ánimo y en esta autopsia se revela que la Selección Argentina lo tiene entumecido y que no es una postura. Le hizo pésimo subirse a esa calesita sin sortija con la canción “ser segundo es un fracaso”. Tener un nivel de exigencia alto es saludable, pero la perfección es un invento y solamente uno sale campeón.
Digamos que, hasta cierto punto, puedo entender que Josecito, que a duras penas entiende la diferencia entre líbero y stopper después de que se le explique que lo segundo no es una marca de zapatillas, despotrique contra un tipo que rompió el récord de goles en una temporada en la Serie A… Ahora, que un tipo que te dice “Fue córner, compré un ají, me tiré un pedo, chilena, no entró, rabona, se desmayó, gol, lo anularon, pagaron la deuda externa, offside de Mirtha Legrand, sí, gol, golazo” como Vilouta sea capaz de descalificar a estos jugadores y escapándose del juego y hablando de billeteras y vidas privadas es un soberano mamarracho.
Pasó más de la mitad de las Eliminatorias. A quien dudara de la incidencia de Messi, la diosa estadística, a veces tan mentirosa, le dice que con la Pulga hay 100% de efectividad y, sin él, 33%. Pero la autopsia va más allá de la estructura futbolera y marca intoxicación por una gran ensalada, con Niembro en la mesa de operaciones que dejó a la Selección Argentina en la pre morgue, con dirigentes más pendientes del vestido llamado Súperliga que de encontrar los remedios para el enfermo.
La Selección Argentina es un muerto viviente y quizás su estructura futbolera solamente esté así por un resfriado, por la moda de salir desabrigada, solo con el esquema puesto y sin ningún tipo de ropaje que le cubra el esqueleto. Después, se termina buscando el objetivo con un bombero que usa la 14, que tantas veces salvó y el otro día contribuyó al incendio, y un puñado de indios o piratas -o cómo quieran disfrazarlos- en busca del tesoro del go, pero con un mapa de papel picado.
Y el día termina con la Selección Argentina en la sala de autopsias y el director de orquesta, Míster Equilibrio, irónicamente no haciendo pie ni siquiera en su discurso y hablando de los merecimientos que el mismo despreció cuando la moneda caía de su lado. Creo que se le dice hipocresía. Pero bueno, es la Era de la Boludez Mediática y de la batallita naval en el pizarrón. Creyeron que diciendo A 3 se hundían todos los barcos rivales.
Que vuelva Messi, que es el único que rompe los esquemas, y no lo esquemas rivales, sino los propios. Que vuelva antes de que el muerto viviente sea simplemente un muerto.
Por Matías Muzio, para Rock ‘N Ball
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