Aunque suene loco, el FC Barcelona ya forma parte del pasado de Lionel Messi. El delantero argentino arribó hoy a Francia para sumarse a la disciplina del París Saint-Germain, el multicampeón galo que ahora irá definitivamente por su obsesión: la Liga de Campeones de la UEFA.
Sí que fue traumática la salida de Messi del Barcelona. Pésimas gestiones y malas decisiones han puesto al club catalan en una situación incómoda en el aspecto económico-financiero. En este contexto, la pandemia del nuevo coronavirus ha decretado el KO a las arcas blaugranas.
La institución catalana vive una auténtica pesadilla, como no podía ser de otra manera. A través de sus medios afines, el barcelonismo se ha mofado en reiteradas oportunidades del PSG: en el último lustro lo han tildado de club menor más allá de sus acaudaladas cuentas bancarias, alimentadas por el Fondo Soberano de Inversión de Catar.
Barça buscó, una y otra vez en 2017, hacerse de los servicios de Marco Verratti, el talentoso mediocampista italiano que consiguió la pasada Eurocopa con la ‘Azzurra’. Los intentos de romper la “cárcel de oro” del PSG resultaron infructuosos. También se lanzaron a la caza de Ángel Di María, quien admitió haber estado cerca de desembarcar en Camp Nou.
“Estuve cerca y lejos a la vez. Es difícil poder llegar a estos clubes. La esperanza nunca la perdí, pero no se dio finalmente. Siempre digo lo mismo. Seguramente los del Madrid me putearían si fichara por Barcelona”, aseguró el ‘Fideo’, en declaraciones recogidas por el periodico deportivo Marca, en noviembre de 2017.
En contrapartida a esos intentos, PSG contragolpeó con dos movimientos que hirieron gravemente al orgullo culé. El primero fue hace cuatro años: la contratación de Neymar Junior, quien llegó a la capital francesa al pagar su cláusula de rescisión, fijada en 263 millones de dólares. ¿El segundo? Ni hace falta ahondar demasiado: el desembarco de la Pulga, cuyo contrato con Barcelona había expirado 40 días atrás.
Tras la firma de Neymar, de hecho, la entidad parisina no perdió la oportunidad de burlarse del equipo azulgrana a través de sus redes sociales. Acaso una contestación al constante ninguneo que en la Ciudad Condal se produjo hacia el PSG. Contemplando estos antecedentes, observar más trolleos en las próximas semanas no sería para nada descabellado.
Se ha impuesto la lógica del pez grande comiéndose al pez chico, en definitiva. Al fin y al cabo, y aunque sea extraño ver a Messi en otro club, es coherente que el mejor del mundo pase al club más poderoso, en función de su presupuesto. El barcelonismo en su conjunto, especialmente los jerarcas que toman las decisiones en el club y quienes ofician de oposición, deberán someterse a una profunda autocrítica. Mientras tanto, tendrán que convivir con el dolor en su cuerpo.
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