Como un animal, huele a sus rivales. Detecta situaciones, percibe los momentos y los ánimos de sus oponentes. Polémico y rudo en la cancha, pero simpático y agradable fuera de ella. Si el Atlético Madrid es una lanza, David Villa es la punta (antes era el letal Falcao), pero Diego Costa es el filo del costado que corta y produce una incontrolable hemorragia. Porque este brasileño, nacido en el pequeño municipio Lagarto, perfora defensas, incomoda rivales, hace el trabajo sucio que desde el banco le indican, pero lo tiene incorporado en su ADN futbolístico. Aunque también, tiene cualidades técnicas sorprendentes, como una buena pegada.
Con 18 años, hizo sus primeros pasos en la liga portuguesa, para luego, recalar en España, en humildes equipos del ascenso o recién ascendidos a la Liga BBVA. Una carrera, hasta ese momento, sufrida, sin grandes contratos, ni reconocimiento mundial. Simplemente, un delantero más, que otorga un enorme sacrificio, acompañado de una capacidad goleadora, que a veces pasa un segundo plano, cuando Costa entra a jugar contra todo. Literalmente, contra todo: árbitros, rivales, público. Se pelea con todos, enloquece. Los problemas no se le presentan: él los busca, los crea.
Esta virtuosidad (favorable y perjudicial al mismo tiempo) es difícil de controlar. Quizá Diego Simeone sea una de los pocos que entiende esta locura, porque él mismo la vivió cuando fue jugador en el mismo cuadro Colchonero y en la Selección. Por eso, el Cholo transformó a este atacante como bastión y símbolo de su equipo, que ofrece variantes ofensivas contundentes y sabe cerrarse sólidamente en defensa. Hoy, es fundamental en el Atlético, sobre todo en los partidos importantes. Como en el último derbi madrileño, donde se lució con un gol y haciendo amonestar a toda la defensa del Real. Sin dudas, sus dos etapas en el Aleti lo catapultaron a lo más alto del fútbol mundial al humilde y peleador joven de Lagarto.
A pesar de su origen, su destino de selección no parece estar en Brasil. Apenas jugó dos amistoso con el Scratch, y Felipe Scolari no lo tiene entre sus prioridades. El que sí lo quiere, y lo ha manifestado públicamente, es Vicente Del Bosque. La doble ciudadanía le permite a Costa hacerse la ilusión de poder formar parte de la Selección de España, la campeona del mundo. Situación similar que vivieron los hermanos Alcántara, los cuales decidieron: Thiago por la Furia, y Rafinha a la Verdeamarelha. El picante Costa tiene la decisión final.
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